Manuel Gutiérrez Nájera (22 de diciembre de 1859–3 de febrero de 1895) se inició en el periodismo a los 17 años y ejerció el oficio en 36 diarios y revistas, entregando hasta seis colaboraciones diarias, firmadas con alguno de sus 26 seudónimos. Además, hacía versos “cuando nadie me ve y los leo cuando nadie me oye”. Se han localizado más de dos mil textos suyos, pero en vida sólo publicó un libro, Cuentos frágiles (1883). Fue Justo Sierra quien inició la edición de la obra poética y prosística de este modernista.

Belem Clark de Lara, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, rescató la novela Por donde se sube al cielo, publicada por entregas entre junio y octubre de 1882 en el periódico El Noticioso, y que en forma individual se incluyó en 2004 en la colección Relato Licenciado Vidriera, con una introducción de la propia Belem, de donde he tomado los datos para esta nota. La heroína de la novela está inspirada en la soprano francesa Marie Aimée que debutó en México a finales del siglo XIX. Transcribo aquí las primeras líneas de la novela.

La noche está lluviosa, los teatros han cerrado sus puertas y yo no tengo amores. La luz anémica de los relámpagos rasga de cuando en cuando el cielo, y la tempestad, que se va aproximando poco a poco, preludia su obertura wagneriana. Las nubes se disponen a acompañar mi canto con sus grandes masas de orquestación, y el agua, cayendo en gruesos hilos, lava la tez carmínea de las rosas y bruñe el verde oscuro de las hojas. ¡Qué hermosa noche para la vida del hogar, para el dúo de los labios y la canción del niño! Si yo tuviera un hijo, me acercaría de puntillas a su cuna para verlo dormir. El agua cae en gruesos hilos.

Llueve mucho.

Mientras el sueño viene y arde mi tabaco, trazo, señora, las primeras páginas de este libro humilde, cuya idea primordial os pertenece. Las hojas de papel me esperan impacientes, con su traje de novia inmaculado. Magda, mi pobre enferma, la creación de mis horas soñolientas, me pide a voces la vida rápida del libro, como esos cuerpos de ángeles que miran los enamorados en sus sueños, pidiéndoles, en ademán de ruego y con las manos juntas, el triste don de la existencia. El agua cae en gruesos hilos. Llueve mucho.

Mañana el bosque ostentará su musgo fresco y sus recientes flores. Las hebras de heno, colgando de los enormes ahuehuetes, estilarán las gotas de lluvia, como la barba de algún dios marino. El cielo tendrá un azul más claro y transparente, como los ojos del niño con que sueño, y en cada rayo de oro, desprendido del sol, calentarán su cuerpo las abejas. Los caballos dilatarán su nariz para aspirar ese olor incomparable de tierra húmeda, y la aurora bajará alegremente la montaña, como una virgen que sale de la alberca con el pelo suelto, y corre, después del baño, por los campos, mientras canta la sangre dentro de sus venas el himno de la juventud y de la vida. La luz quebrará sus dardos inflamados en los ejes lustrosos del carruaje, y los myosotis [plantas nomeolvides] tendrán diademas de rocío, ese lujo inocente de las flores.

La tempestad se aleja lentamente. El agua cae en gruesos hilos. Llueve mucho.

 

Novedades en la mesa

Siglo XXI Editores ofrece en las mesas de novedades algunas de las novelas de María Luisa Puga: Pánico o peligro, Las posibilidades del odio, La forma del silencio y Cuando el aire es azul.