Las novelas de Wilkie Collins (8 de enero de 1824 – 23 de septiembre de 1889), considerado uno de los iniciadores del género de suspenso, son historias de acción y tensión cuya lectura resulta divertida aún ahora, a más de un siglo de haber sido escritas. La prosa rápida y precisa de este inglés contemporáneo y amigo de Charles Dickens revela, como en el caso de La piedra lunar, el magnetismo y la fuerza de una gema legendaria. Transcribo las primeras líneas de la novela:

“I.- Dirijo estas líneas —escritas en la India— a mis parientes de Inglaterra.

Es mi propósito darles a conocer aquí las causas que me han inducido a rehusar la mano fiel de mi amistad a mi primo John Herncastle. La reserva que hasta ahora he mantenido en torno a este asunto ha sido mal interpretada por algunos miembros de mi familia, cuya buena opinión respecto a mi persona no puedo permitir que cambie. Por tanto ruego a los mismos que posterguen su decisión hasta después de haber leído mi relato… Bajo palabra de honor, declaro que estoy a punto de trasladar al papel lo que no es más que la verdad, dicha de manera estricta y literal.

El desacuerdo entre mi primo y yo se originó durante un gran hecho público en el que ambos nos vimos implicados, y que fue el asalto a Seringapatam, bajo las órdenes del General Baird, hecho que tuvo lugar el día 4 de mayo de 1799.

Con la finalidad de propiciar una mejor comprensión de los hechos, me veo impelido a dirigir por un momento mi atención hacia el periodo inmediatamente anterior al ataque, en especial a las historias que circulaban en nuestro campamento, relativas al oro y las joyas atesoradas en el palacio de Seringapatam.

II.- De aquellas historias, una de las más disparatadas era la que se refería a un diamante amarillo, gema famosa en los anales nativos de la India.

Las más antiguas tradiciones afirman que aquella piedra había estado engastada en la frente de la deidad india de cuatro manos que simboliza la Luna. En parte a causa de su peculiar coloración y en parte a una superstición que la hacía partícipe de las cualidades del ídolo al cual servía de ornamento y a la circunstancia de que su brillo aumentaba o disminuía en consonancia con las fases de la luna, ya estuviera ésta en creciente o menguante, primitivamente recibió el nombre con el cual aún ahora se le conoce en la India: la Piedra Lunar.

Una superstición parecida predominó en la Grecia antigua y en Roma, aunque no vinculada, como en la India, a un diamante consagrado al servicio de un dios, sino a una piedra semitransparente, de una variedad inferior de gemas que se suponía era sensible a las influencias de la luna, por lo que también se le llamó lunar, siendo conocida así por los coleccionistas de nuestro tiempo.

Las aventuras del diamante amarillo comienzan en el siglo XI de la era cristiana. Por ese entonces atravesó la India el conquistador mahometano Mahmoud de Ghizni; luego de apoderarse de la ciudad sagrada de Somnauth, despojó de sus tesoros al famoso templo que durante muchos siglos fuera el santuario de los peregrinos indostánicos y la maravilla del mundo oriental.”

Novedades en la mesa

Para los seguidores de la serie de Merlí, Cuando fuimos los peripatéticos: la novela de Merlí (Planeta), de Héctor Lozano, cuenta las aventuras del grupo de estudiantes que aprende filosofía con Merlí, desde el punto de vista de Bruno, hijo y estudiante del singular profesor.