El poeta chiapaneco Jaime Sabines (25 de marzo de 1926–19 de marzo de 1999) es el consentido de los amorosos y desde el siglo pasado sus versos habitan en la memoria de los lectores. A hace casi veinte años de su muerte, transcribo algunas líneas de los más entrañables.

 

[¡Qué risueño contacto!] ¡Qué risueño contacto el de tus ojos, / ligeros como palomas asustadas a la orilla / del agua! / ¡Qué rápido contacto el de tus ojos / con mi mirada!

[Después de todo] Después de todo —pero después de todo— / sólo se trata de acostarse juntos, / se trata de la carne, / de los cuerpos desnudos, / lámpara de la muerte en el mundo.

[Yo no lo sé de cierto] Yo no lo sé de cierto, pero supongo / que una mujer y un hombre / un día se quieren, / se van quedando solos poco a poco, / algo en su corazón les dice que están solos, / solos sobre la tierra se penetran, / se van matando el uno al otro.

[Tu nombre] Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. / Trato de escribir que te amo. / Trato de decir a oscuras todo esto. / No quiero que nadie se entere, / que nadie me mire a las tres de la mañana / paseando de un lado a otro de la estancia, / loco, lleno de ti, enamorado. / Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. / Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, / lo grita mi corazón amordazado. / Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, / lo digo incansablemente, / y estoy seguro que habrá de amanecer.

[He aquí que tú estas sola] Te digo que estoy solo y que me faltas. / Nos faltamos, amor, y nos morimos / y nada haremos ya sino morirnos. / Esto lo sé, amor, esto sabemos. / Hoy y mañana, así, y cuando estemos / en nuestros brazos simples y cansados, / me faltarás, amor, nos faltaremos.

[No es nada de tu cuerpo] No es nada de tu cuerpo / ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, / ni ese lugar secreto que los dos conocemos, / fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro. / No es tu boca —tu boca / que es igual que tu sexo—, // […] Es sólo este lugar donde estuviste, / estos mis brazos tercos.

[Te quiero a las diez de la mañana] Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí. // […] Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

[No es que muera de amor] No es que muera de amor, muero de ti. / Muero de ti, amor, de amor de ti, / de urgencia mía de mi piel de ti, / de mi alma, de ti y de mi boca / y del insoportable que yo soy sin ti.

[Los amorosos] Los amorosos callan. / El amor es el silencio más fino, /el más tembloroso, el más insoportable. / Los amorosos buscan, / los amorosos son los que abandonan, / son los que cambian, los que olvidan.

 

Novedades en la mesa

Recuento de poemas 1950–1993 (booket) de Jaime Sabines.