La mayoría de la población decidió democráticamente, en el ámbito de las elecciones federales, estatales y locales del 1 de julio de 2018, que el país debía encaminarse, por primera vez en su historia moderna, hacia el establecimiento de un gobierno nacionalista con orientación de izquierda, al haberse agotado el paradigma de desarrollo neoliberal.
El resultado fue arrollador, un verdadero tsunami político inédito en la historia contemporánea de México, desde la etapa del cardenismo en el siglo XX. La opinión pública mexicana e internacional quedaron atónitas.
La victoria de AMLO/Morena no tuvo un origen simple, sino que su génesis fue multifactorial y abarcó la combinación de diversos niveles de complejidades sociales, políticas, culturales, mediáticas y comunicativas que, en conjunto, contribuyeron a que se consolidara esta radical transformación del paradigma político social tradicional de la nación. Debemos considerar que los procesos electorales democráticos se generan en un momento concreto donde se conjuga un complejo sistema de variables nacionales, regionales y locales de naturaleza social, económica, política, cultural, psíquica y emocional que se enlazan de forma singular para disparar una decisión política colectiva específica.
Así, entre los factores sociales que intervinieron para producir este fenómeno histórico figuraron la crisis sistémica del país, el debilitamiento de la rectoría del Estado, el derrumbe de la “Verdad Histórica” y el desencanto por las promesas ofrecidas. Entre los elementos políticos, destacaron el desgaste de la partidocracia, los errores de los candidatos opositores, el fracaso en el “blanqueo” de la imagen del sistema político, el repliegue de la “mafia del poder” y la instrumentación del modelo electoral “atrapa todo” del frente AMLO/Morena.
Sin embargo, además de la actuación de los fuertes componentes de descomposición social y política anteriores que se concentraron en México durante 2018, la suma de estos factores no bastaron por sí mismos para que el malestar colectivo acumulado durante muchas décadas se encausara para optar por la modificación estructural que planteó Morena; sino que fue esencial la mediación de elementos culturales estratégicos para producir el radical cambio del antiguo régimen político en el país.
Entre las principales causas culturales que produjeron el profundo cambio político-social destacaron las cinco siguientes:
Acumulación de la rabia psicoemocional
1.- El agudo cansancio psíquico de la ciudadanía frente a la aglomeración de los grandes males estructurales sin resolver por el gobierno del PRI y diversas administraciones anteriores inclinó mayoritariamente la balanza de las predilecciones electorales de más de la mitad de la población para respaldar con su voto a quien personificó la oposición durante los últimos doce años y ofreció la refundación del país anunciando imaginariamente un nuevo futuro de prosperidad para los olvidados.
2.- La gota que derramó la rabia colectiva a nivel psicoemocional fue el constante desfile cínico de múltiples desfiguros de la clase política, especialmente de los priistas, que hundidos en la corrupción multimillonaria y en los saqueos sin límite de los recursos de la nación, presumieron descaradamente ante la opinión pública el logro de sus privilegios insultantes y los excesos sin límites de los que gozaban a costa de la pauperización de grandes grupos sociales del país.
La creación ideológica de otra potente esperanza
3.- Para mantener el avance sistemático alcanzado por el binomio político AMLO/Morena en la opinión pública, fue estratégico construir otra ideología basada en la refundación del país en todos los ámbitos de su funcionamiento y el ofrecimiento de crear nuevas bases estructurales para alcanzar otra alternativa de desarrollo promisorio para la sociedad. Mediante dicha táctica, se enfrentó ideológicamente la herencia erosionante que introdujo el modelo de desarrollo neoliberal impidiendo la prosperidad elemental de un enorme núcleo de habitantes en la república.
4.- A lo largo de su campaña proselitista López Obrador presentó como corazón de su narrativa electoral una hábil promesa popular centrada en la creación de una nueva esperanza de futuro basada en la redistribución de la riqueza, aunque fuera en pequeña escala, la reducción de privilegios, el combate a la inseguridad y la creación de un nuevo proyecto de nación que beneficiaría a las clases que fueron muy golpeadas en los últimos 30 años. Ello le permitió captar un alto consenso entre los sectores más sensibles, incluso de la oligarquía, logrando convencer a un sector importante del gran capital nacional e internacional, que probablemente no sería tan malo que él gobernara o que incluso podría ser el mejor candidato a efecto de oxigenar el sistema político en decadencia.
5.- Finalmente, la tenacidad y el compromiso de Andrés Manuel para canalizar como ningún otro candidato el enojo, la frustración, el coraje, la furia almacenados durante muchos años en la mente y en el corazón de gran cantidad de votantes, ocasionados por el regreso en 2012 de un PRI más rapaz, cruel y desalmado que quebró la transición política, diluyó la democracia y sometió las instituciones del Estado al servicio de la élite privilegiada; ocasionaron la búsqueda masiva de otro panorama distinto para el país. Esta atmósfera de “bancarrota nacional” orientó el hartazgo social hacia la “promesa morenista” de una transformación sustancial de futuro para acceder a un horizonte más prometedor para la vida de los grandes grupos humanos de la nación.
Dichas variables culturales en el álgido contexto político electoral operaron como fuerzas cognitivas centrales que aumentaron la simpatía de enormes sectores de la población por el proyecto de campaña de AMLO/Morena creando un clima cultural favorable para ganar las elecciones del 1 julio de 2018.