BELLAS ARTES

 

Casi como una antítesis al gran espectáculo, el notable belcantista italiano Gaetano Donizetti (Bérgamo 1797-1848) frecuentó asiduamente en sus últimos años el género ligero, aproximándose a la opéra-comique francesa con La hija del regimiento en 1842, apenas un año antes de su obra maestra del género bufo italiano Don Pascuale. En este sentido, La fille du régiment muestra el talento supremo de su autor, quien más allá de poner todos sus recursos al servicio del lucimiento de la voz que conocía a la perfección, como lo exigía la escuela belcantística que tuvo en él y Rossini y Bellini a sus máximos exponentes, en esta obra extraordinaria derrocha enorme maestría tanto en el terreno orquestal como en el melódico, sin descontar su destacado manejo del coro y su sapiencia teatral.

Escrita originalmente en francés (con libreto en dos actos de Jean François Bayard y J. H. Vernoy de Saint-Georges, a partir de una pieza de Gollmick) en cuya versión es en la que más se canta y permanece vigente en los escenarios del mundo, con diálogos intercalados conforme la tradición, La fille du régiment debió buena parte de su éxito —se sabe que era especialmente admirada, por ejemplo, por músicos de la categoría de Mendelssohn— a la especie de homenaje en ella contenido a la Francia campirana (el Tirol suizo a principios de siglo XIX, durante las guerras napoleónicas), a su visión idealizada de la vida militar, a tal grado que se convirtió en tradición montarla cada 14 de julio, en el aniversario de la Toma de la Bastilla: “Salut a la France”, dice su heroína Marie.

Ópera romántica de visos cómicos con enormes bondades, también favoreció mucho a su triunfo el tratamiento sobre todo de sus dos personajes principales, ambos con sonados espacios de lucimiento vocal, un auténtico tour de force sobre todo para el tenor que principalmente al acometer su celebérrima aria “Ah! mes amis, quel jour de fête!”, del Acto I, exige nueve sobreagudos muy bien colocados y seguros. No menos celebrada por las más virtuosas sopranos coloratura, la Marie de Donizetti pone a prueba además a una actriz de vis cómica desenvuelta y agraciada, con considerables recursos de flexibilidad vocal propios de la tesitura. Todo lo demás, incluidos el barítono-bajo bufo, la mezzosoprano y un coro de efectiva presencia, hacen de esta ópera de Donizetti (para algunos musicólogos, antecedente incuestionable de la opereta) uno de los mayores aciertos del también autor de L’elisir d’amore y Lucia de Lammermoor.

 

Camarena vuelve a encender al público

Otro apoteósico éxito en la Metropolitan Opera House de nuestro ahora mismo ya primer tenor lírico internacional Javier Camarena (a la suma de los Araiza, los Vargas, los Villazón), después de que hace apenas unas cuantas temporadas se catapultara desde su debut en tal difícil y exigida plaza belcantística cuando suplió al tenor peruano Juan Diego Flórez con el protagónico masculino Don Ramiro de La Cenerentola de Rossini, ha vuelto a encender al público y la crítica precisamente con el exigido Tonio de La hija del regimiento. Y como le sucedió en 2014 con la esperada aria del tenor de La Cenicienta, “Si, ritrovarla io giuro”, su “Ah! mes amis, quel jour de fête!” enloqueció otra vez a un auditorio que más bien contadas veces solicita un bis y con esta obra no sucedía desde la histórica versión de Pavarotti en 1972; el citado y todavía en activo Flórez lo había logrado de igual modo, hace una década, en La Scala de Milán. El talento y los recursos vocales de Camarena han sido ya vitoreados en las más exigentes casas de ópera, y con esta obra que pareciera estar hecha a su medida, en el Teatro Real de Madrid y el Liceo de Barcelona, por ejemplo, ya habían causado semejante furor su hermoso y diáfano timbre, su impecable técnica, la flexibilidad de su dotado registro que alcanza agudos de sorprendentes belleza y diafanidad, y como si esto fuera poco, dotes histriónicas y un encanto personal que redondean su enorme éxito en un medio tan especialmente competido.

 

El director francés Laurent Pelly echó toda la carne al asador para conseguir un montaje divertido y memorable.

 

La sudafricana Yende sobresale con su Marie

Y la heroína que ahora lo ha acompañado es la también extraordinaria y aplaudida primera soprano ligera sudafricana Pretty Yende, quien sobre todo con algunos de los protagónicos femeninos del repertorio belcantístico ha ido fincando de igual modo un sostenido prestigio. Desde su debut en el MET con Lucia di Lammermoor, del mismo Donizetti, Yende ha cautivado igualmente a la crítica especializada y al público con algunos de los roles más exigidos y lucidores del belcantismo donde su dotado y flexible instrumento vocal ha conseguido grandes conquistas. No menos sobresaliente su Marie, le ha permitido lucir su amplio y variado registro con las exultantes coloraturas que este no menos difícil rol requiere, en su caso adosado de una gracia igualmente natural que le permitió imprimir al papel la chispa humorística que la línea de la obra y de la propia puesta ameritaban; para prueba, un botón, su encantador “Le jour naissait dans le bocage” del Acto II. Pero su talento histriónico también se hizo notable en la poética romanza “Il faut partir” con el que cautivaron igualmente sus aterciopelados e impecables pianos, así como en el no menos esperado dúo con el tenor “Quoi! Vous m’aimez?” también del Acto I, en una obra que han abordado monstruos de la talla de Lina Pagliughi, Anna Moffo, Joan Sutherland, June Anderson, Edita Gruberová y la todavía vigente Natalie Dessay.

 

La actriz Kathleen Turner, un atractivo más

Completaron el reparto en esta maravillosa y vistosa gran producción en el MET de La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti, que como es costumbre pudimos ver gozosamente en reproducción en México, como en otros países, la muy conocida y versátil mezzosoprano estadounidense Stephanie Blythe y el bajo bufo italiano Maurizio Murano, ambos estupendos al resaltar la vis cómica de la obra. Otro atractivo más, la reconocida actriz de prosapia, otrora figura de la pantalla, hizo aquí su debut en el MET y dio vida al personaje hablado de la duquesa de Krakenthorp. La producción y la puesta en escena, burbujeantes y ad hoc a la naturaleza del original, las ha firmado el talentoso y experimentado director francés Laurent Pelly, quien echó toda la carne al asador para conseguir un montaje divertido y memorable. La batuta, al frente de una más que confiable orquesta de atrilistas de primer orden y un coro de igual modo muy bien probado, estuvo en manos del formidable músico ítalo-español Enrique Mazzola, quien hizo relucir una magistral partitura pletórica de color orquestal y de intensidad melódica.