Y aquí se presenta la cuestión de saber
si vale más ser temido que amado.
Respondo que convendría
ser una y otra cosa justamente.

Nicolás Maquiavelo, en El príncipe

 

Pudiera decirse que el presidente López Obrador conjuga con destreza los polos de la advertencia de Maquiavelo. Hay pocas dificultades para entender que el presidente quiere ser amado, es más, quiere ser recordado como el mejor gobernante que haya tenido México. Irradian ese anhelo las fotos de Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, los mandatarios celebérrimos que dejaron huella por sus hechos, además de la del presidente mártir, Francisco I. Madero. Voluntad de trascendencia.

Pero no nada más en la parte simbólica se nota ese afán de querer ser amado; también por su cercanía con las masas sin intermediarios y los programas sociales donde no aparecen las instituciones, solo el emblema de la presidencia. Sin embargo, del mismo modo, el presidente infunde temor en sus adversarios. Los miembros de la “mafia del poder”, frase que torna con intermitencia, los periodistas “fifí” o los opositores legítimos temen ser condenados en el tribunal de la mañanera.

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) es una organización de masas que hizo de la movilización su estrategia de presión —chantaje, amenaza y extorsión, acusan analistas— para obtener dividendos políticos, económicos y sociales. En el transcurso de unas cuantas décadas se convirtió en un actor político conspicuo, con capacidad para frustrar iniciativas del gobierno, de cualquier gobierno, que apremie con cambiar su estatus.

Esta organización con sus paros, bloqueos de vías férreas, autopistas o entrampando a ciudades enteras, no acepta las llamadas de concordia del presidente López Obrador: “No, no, no habrá descuentos” ni tiembla cuando a sus dirigentes los tilda de radicales o conservadores. Los jefes de la CNTE saben de su asunto.

El acercamiento de Andrés Manuel López Obrador con Elba Esther Gordillo se hizo público en diciembre de 2017, al inicio de la campaña donde firmó un compromiso con su gente que, entre otras cosas, garantizó el regreso de la carrera sindical, es decir, el pago de comisionados a las secciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con cargo a la nómina educativa. La presencia de ese grupo fue visible en la campaña y ya siendo López Obrador presidente electo.

El grupo que comanda Alfonso Cepeda Salas, el más numeroso —hasta ahora— estaba comprometido con el PRI; la campaña de José Antonio Meade y la reforma educativa del gobierno de Peña Nieto. Pero, con la exclusión de Juan Díaz de la Torre de la dirigencia, el camino se allanó para acercarse al presidente electo. Y lo hizo a la vieja usanza: una oferta de respaldo y hasta de subordinación.

A esas tres cuadrillas el presidente López Obrador les ha tendido la mano; también ha debatido con la CNTE, si bien con la garantía de que no los reprimirá ni siquiera quitándoles un día de salario por faltar a sus labores y abandonar a los alumnos —que sí lo hacen, aunque el presidente lo niegue— para movilizarse.

El complemento del epígrafe que expresa Maquiavelo. “… pero que dada la dificultad de ese juego simultáneo y de carecer de uno o de otro de ambos beneficios, el partido más seguro es ser temido antes que amado”. La CNTE, ya se vio, no ama al presidente López Obrador y parece que tampoco le teme.

La sorpresa, al menos para este observador —y tal vez para el presidente López Obrador y su círculo cercano— fue la postura y palabras de la señora Gordillo. Claro ya se sabía que su ansia de trascender es tan grande como la del presidente en la escala de la historia del SNTE. Pero es mayor su ambición de regresar al control del sindicato y apoderarse de las cuotas de los maestros.

Sospecho que a cambio del apoyo que le brindaron las redes sociales progresistas al candidato López Obrador, la señora Gordillo esperaba que, como en los viejos tiempos del PRI, el presidente la impusiera de nuevo en la presidencia del SNTE. Como no lo ha hecho —y parece que tampoco se inclina a favorecerla— la señora Gordillo ya desenterró su hacha de guerra.

En la sesión que tuvo en Cholula, el 7 de abril con los jóvenes (es un decir) de Maestros por México, la señora Gordillo soltó su verbo: “antes [los maestros] hablaban al sindicato para tener una plaza, ahora con su reformita que están haciendo hasta eso se está perdiendo” (El Universal, 7/4/2019). Y no dejó dudas de que quiere seguir expoliando a los estados, ahora que el presidente busca recentralizar el control de la educación básica: dijo que tiene “ganas” de que el gremio se recupere y que regrese la doble negociación entre los gobiernos estatales y las dirigencias seccionales.

El grito de la señora Gordillo le quita al presidente algo —no mucha— de presión de la Coordinadora, pues los líderes de la disidencia la odian con pasión, la acusan de asesina y charra. “Abrogar la reforma educativa” ya no es la única bandera; la CNTE volverá a pelear en dos frentes.

 

El acercamiento de Andrés Manuel López Obrador con Elba Esther Gordillo se hizo público en diciembre de 2017, al inicio de la campaña donde firmó un compromiso con su gente,

 

En ese panorama de conflicto, la única opción conciliatoria —oh, paradoja— que tiene el presidente es la del grupo mayoritario, que no fue su aliado en las elecciones; este no le echa bronca ni promueve paros. Esta congregación le ofrece un manto protector, busca su afecto y está dispuesta a respaldar sus iniciativas.

Con el fin de cumplir con su propósito y gobernar en la educación, el presidente López Obrador tendrá —pienso— que decidir si prefiere ser amado por los maestros y acercarse a ellos, como dijo en la mañanera del día 8: “…nosotros nos dirigimos a los maestros, puede haber intereses de las direcciones, además legítimos, pero yo quiero quedar bien, quiero cumplirle al magisterio nacional”.

O puede optar por ser temido por las cuadrillas del SNTE o quizás prescindir de ellas. Ya que también apuntó que, si no hay “diálogo a un acuerdo, voy a dejar las cosas como estaban (antes de la reforma de Peña Nieto), es decir, como funcionan los amparos, nada más que retroactivo, es decir, que se quede tal cual”.

La advertencia fue para la CNTE y el grupo de Gordillo, a quienes se refirieron los reporteros que preguntaron. Ambas cuadrillas desestimaron la amonestación. Es más, la CNTE subió la partida con los resolutivos de su V Congreso Nacional Extraordinario: decidió poner a sus agremiados en “alerta máxima” y apostó campamentos para “vigilar” que las cámaras de diputados y senadores no legislen sobre la reforma si sus lideres no la avalan.

De una cosa estoy convencido: ni la señora Gordillo ni la CNTE temen a la hoguera de las mañaneras. Tampoco aman al presidente ni se dejan impresionar por las fotografías que lo escoltan ante la prensa y los medios.