La historia de escritura de Los juegos, la primera novela de René Avilés Fabila (15 de noviembre de 1940–9 de octubre de 2016), es tan divertida como el propio libro, y ambas tramas siguen sindo actuales. Ahora que ha llegado a las mesas de novedades una reedición de Los juegos, transcribo unas líneas de la “advertencia al lector” (donde se cuenta cómo fue escrita y publicada en edición de autor con las aportaciones de futuros lectores), y las primeras líneas de la novela.

En 1967 Estados Unidos intensificaba sus acciones en Vietnam, la URSS festejaba el cincuenta aniversario de la Revolución de Octubre, Díaz Ordaz se encaminaba directamente a la más brutal represión que México ha sufrido en los últimos tiempos, la izquierda nacional estaba, como siempre, fragmentada, yo tenía veintisés años, dos de casado, acababa de concluir mi carrera en Ciencias Políticas, escribía cuentos breves y trabajaba como maestro de segunda enseñanza […] miembros de la desaparecida Juventud Comunista, hoy la gran mayoría buenos servidores del gobierno, se encargaron de expulsarme de tal organismo acusándome de trosquista y, si mal no recuerdo, también de maoista por haber citado en una conferencia unas frases del Gran Timonel […]”, dice el autor.

[Los juegos] “Mientras duró el juego de los Párrafos Literarios fue divrtido. Necesitamos inventar otro que lo sustituya adecuadamente. De lo contrario, las pláticas seguirán siendo así como aburridas, monótonas. El juego era bueno, muy entretenido. Lástima que haya degenerado. Resultaba perfecto para las necesidades intelectuales del grupo. Divirtiéndonos adquiríamos conocimientos. Se trataba de un juego en el que sólo tenían acceso personas con sólida preparación literaria. Reuníamos a los muchachos y nos colocábamos en círculo, cada quien con su jaibol; uno soltaba un párrafo de alguna obra importante y los demás iban aportando datos hasta tener la ficha bibliográfica completa. Había que dar respuestas exactas, o algo cercano que pudiera orientar a los participantes y no adivinar a lo buey. Si alguien intentaba hacerlo, automáticamente era descalificado. El pasatiempo fue espléndido. Sí, mira, por ejemplo: bueno es advertir, de pasada, que estos accidentes fatales se dan con harta frecuencia en la pesca del cachalote. Veces hay en que un hombre es aniquilado sin que los restantes sufran el menor perjuicio, aunque lo más regular es que salte la proa del bote, o la tabla en que se coloca de pie el matador, acompañe su cuerpo lanzado al aire. Pero lo más extraño es que los cadáveres a menudo rescatados no presentan el menor signo de violencia, a pesar de que los hombres están irremisiblemente muertos.

¿De quién es?

De Melville, Moby Dick. Es obvio.

Edición argentina.

No.

Malinchista.

¿Mexicana?

Sí.

¡Ya sé! Es fácil: si no me falla está editado por la Universidad, en la colección Nuestros Clásicos.

Bien por ti.

Me parece que salió en 1960. Claro, en 1960. Viene en dos tomos. El total de páginas es de 780.

Yo. Yo. El párrafo está al final de la página 107 del tomo II.

 

Novedades en la mesa

El carrusel de las confusiones (Salamandra) es la nueva novela de Andrea Camilleri, y una aventura más del comisario Montalbano.