Una de las tesis del presidente Andrés Manuel López Obrador en su campaña electoral fue separar el poder económico del poder político. Al mezclarse ambas esferas crean intereses que afectan a la sociedad en su conjunto por el modelo de distribución de la riqueza social generada que se queda en poder de las elites y funcionarios públicos que orientan presupuestos a manos privadas posponiendo programas que beneficien a clases medias y las marginadas del bienestar mínimo.

Esto, se enmarca en el razonamiento que el empresario Carlos Slim hace de los gobiernos que no saben conducir el cambio diciendo que la riqueza sólo se puede generar en la coordinación de empresarios y gobernantes. Sugerencias políticas discordantes. Analicemos con cuidado. Cuando las sinergias de este tipo propician desarrollo, crean ambientes de concordia en los fragmentos que configuran la diferenciación social hoy. Cuando esas convergencias reproducen riquezas en pequeños grupos de élite, empujan la discordia entre clases sociales.

La cuestión es que no hay utilidad social al convertirse en transnacionales empresas nacionales que no reinvierten sus excedentes en los países de origen, sino que los meten en el flujo de financiamiento internacional que mueven  capitales en un país o en otro y los rendimientos son de beneficio privado o presionan para que los países adapten normas acordes a este patrón de acumulación.

México tiene transnacionales como lo son Teléfonos de México (Telmex), Cementos Mexicanos (CEMEX) y BIMBO. Las dos primeras  impulsadas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Pero el tema aquí es si empatando capitales privados con inversiones públicas podemos modificar la relación de dependencia de economías pobres que tienen excesivos problemas de productividad con esquemas irracionales de distribución de rendimientos. He ahí el fondo.

Cuando las empresas se llevan la mayor proporción de riquezas generadas socialmente no permiten a los gobiernos distribuir los dividendos en más capas de la sociedad. Por eso, el Estado interviene en la economía y debe adecuar ganancias al empresariado y, a un tiempo, promover su desenvolvimiento, pero la mayor porción de rendimientos ha de servir al crecimiento nacional.

Ese es el principio de separación del poder político y poder económico que plantea el actual gobierno y necesita moderación de actores y que no se conviertan en extractores de riquezas de la nación.

Es cierta la creatividad de hombres de empresa si contribuyen al bienestar de los sectores sociales. A este proyecto se debe encauzar la sugerencia de Carlos Slim considerado un magnate en el mundo y quien ocupa los primeros lugares de ricos de ricos en el universo. Hay idea de que la acumulación de sus riquezas se generó en México por las facilidades que los gobiernos de la época pusieron a su disposición.

Hoy, puede ser un instrumento de gran apoyo al proyecto de país que construye el Presidente de la República si se asimila como necesaria la conducción que el Estado debe ejercer en la economía.  Esa debe ser la base de la simbiosis exacta entre empresarios y el estado y no el viejo concepto que imperó en anteriores regímenes de enriquecimiento de bolsillos privados con recursos públicos en la tesis de alejamiento del estado en procesos económicos.

@Bonifaz49