A Míjail Afanásievich Búlgakov (3 de mayo de 1891 – 10 de marzo de 1940) se le considera una de las principales figuras literarias del siglo XX ruso porque supo mostrar con su prosa satírica la trágica época stalinista y sortear la ira del dictador. Su relato “Los huevos fatales” (Valdemar) es una divertida y dramática radiografía del mundo comunista. Transcribo las primeras líneas.

“En la tarde del 16 de abril de 1928, el profesor Pérsikov, catedrático de Zoología de la IV Universidad Estatal y director del Instituto Zoológico de Moscú, situado en la calle de Herzen, entró en su despacho y encendió la luz. Al instante se iluminó el globo blanco del techo y el profesor miró a su alrededor.

La terrible catástrofe comenzó aquella tarde fatal y su causa primera recaía sobre la persona del profesor Vládimir Ipátievich Pérsikov.

El profesor tenía 58 años. Su cabeza ofrecía un aspecto insólito. Era algo alargada, en forma de maza, y completamente calva, sin más cabello que dos mechones tiesos y amarillentos que se erguían a ambos lados. En su rostro, pulcramente afeitado, destacaba el labio inferior, un poco abultado, lo cual prestaba a la fisonomía de Pérsikov cierto aire caprichoso. Sobre su colorada nariz cabalgaban unas gafas con montura de plata, tan diminutas como anticuadas. Tenía unos ojillos pequeños y brillantes. Era de estatura bastante alta y algo encorvado de espaldas. El profesor tenía una voz aguda y quebradiza que a veces sonaba como un chirrido, y una de sus rarezas era la siguiente: cuando decía algo con seguridad y pleno conocimiento de causa, doblaba el dedo índice de la mano derecha en forma de gancho, al tiempo que entornaba los ojos. Pero como Pérsikov siempre hablaba con seguridad y aplomo, porque sus conocimientos profesionales eran realmente extraordinarios, el consabido gancho solía aparecer con mucha frecuencia ante los ojos de sus interlocutores. Sobre asuntos ajenos a sus dominios, que abarcaban la zoología, anatomía, embriología, botánica y geografía, el profesor no acostumbraba decir casi nada.

El profesor Pérsikov no leía los periódicos, ni iba al teatro. Su mujer lo había abandonado, fugándose en 1913 con un tenor de la ópera y dejándole una nota que rezaba: ‘Tus ranas me producen náuseas y una repugnancia insoportable. Por su culpa seré desgraciada toda mi vida’.

Pérsikov no se volvió a casar y no tenía hijos. Era de carácter muy irascible, pero se calmaba pronto. Le gustaba tomar té con arándanos y vivía en la calle Prechístenka, en un piso de cinco habitaciones, una de las cuales la ocupaba su ama de llaves, María Stepánovna, una viejecita enjuta que cuidaba del profesor como un aya.

En 1919 le quitaron al profesor tres de sus cinco habitaciones. Entonces le anunció a María Stepánovna:

— Si prosiguen semejantes atropellos, me iré al extranjero”.

 

Novedades en la mesa

En las mesas de novedades se ofrece una edición pop-up acerca de los castillos de la serie literaria y televisiva Game of Thrones. El libro es de Matthew Teinhart, y fue editado por Panini Books.