El más cercano colaborador de José María Morelos, Mariano Matamoros, desdibujado en la historia oficial, ocupa su justo lugar de protagonista de la contienda revolucionaria, en la biografía novelada por Silvia Molina: Mariano Matamoros. El resplandor en la batalla (FCE). La historia está armada desde el punto de vista del hijo adoptivo del héroe, y contada por medio de cartas y documentos. Transcribo un fragmento de la carta de las hermanas de Mariano al hijo adoptivo:

“[…] Hemos visto que las viudas, los hijos y los hermanos en desgracia de quienes nos dieron patria se han acercado al Ministerio de Guerra y Marina a solicitar una pensión, y la necesidad nos está apremiando a hacer lo mismo.

Silvia Molina

Silvia Molina

“Ya vendimos casi todo lo que nos quedaba. Hace un mes entregamos la plata labrada y una jarra de pico de plata blanca. En los últimos años hemos despedido el biombo de doce tablas y el de ocho, el escaparate de vidrieras translúcidas y el tapiz de Flandes, así como la alfombra celeste de seda de China, y si no fuera por la ayuda que nos has dado, estaríamos en la calle pidiendo limosna pues nos deshicimos también de nuestras didemas y brazaletes, medallones, pendientes y sortijas.

“Mi padre se hubiera muerto de vergüenza y mi madre no lo habría entendido pues gozó de la abundancia y todavía se dio el lujo de dar a los pobres, a la Iglesia y a sus hijos. Tanta calamidad que ha vivido el país nos dejó con una mano por delante y otra por detrás. ¡Quién dijera que alguna vez tuvimos de sobra! La fortuna da vueltas y unas veces uno está arriba y otras abajo. Así es, Polo, no lo podemos cambiar […]

“Mariano, tu padre, además de ser alegre y decidido, tenía esa voluntad inquebrantable de reservarse sus asuntos personales. Hacía buen uso de su diplomacia y aunque a unos oía y a otros daba por su lado, tuvo en claro lo que buscaba, y ya ves, no cedió hasta encontrarlo […] no cabe duda, fue un ser especial porque conocía su fuerza y la dominaba. Todo en él era intenso, como en los grandes hombres, y todos lo buscaban para compartir con él esto o lo otro, para pedir su opinión para aquello y lo demás allá, para que mediara entre un hermano y otro, y en sus sermones no predicaba disparates sino enseñanzas verdaderas que provocaban recogimiento. Era tan agudo y lleno de pasión que gustaba de la fiesta de los toros y venía de sus curatos para gozarla cuando el cartel era sobresaliente; lo mismo le ocurría si hubiese una función teatral que daría de qué hablar, la que no se perdería si era avisado a tiempo.

“Si fuiste su hijo natural o no, Polo, es cosa que sólo él supo […]

“Mariano, sabes, fue el consentido de mi madre, por eso fundó la capellanía para cuando él se ordenara. Fue en 1788. Una capellanía de cuatro mil pesos, por plazo de nueve años. La fundó cuando él era colegial voluntario en el Real Seminario de Tepozotlán, y le concedió para sus feligreses cuanto pudo darle en vida […]”

 

Novedades en la mesa

La norteamericana Gretchen E. Henderson, es la autora de Fealdad, una historia cultural (Turner), ensayo en el delinea un mapa de la fealdad a través de las épocas, las culturas y los continentes.