José Juan Dávila Sota sitúa la poesía de Thomas Hardy (2 de junio de 1840 – 11 de enero de 1928) como iniciadora de la poesía inglesa del siglo XX, aunque en apego a calendario, el autor pertenecería al siglo XIX. Narrador y poeta prolífico, Hardy “se aleja de la sensibilidad decadente y convencional y encuentra nueva fuerza en las antiguas baladas campestres y canciones populares”, dice Dávila Sota, quien además es el traductor de los dos poemas que transcribo, y que forman parte del libro De Hardy a Heaney. Poesía inglesa del siglo XX (UNAM).

En el castillo Boterel

Mientras conduzco al empalme de sendero y camino,

   y la llovizna empapa el carricoche,

miro hacia el sendero que desaparece,

   y veo en su cuesta, brillando por la humedad,

      pero aún con nitidez

mi propia figura y la forma de una joven entenebrecidas

   en la aridez de marzo. Subimos por el camino

al lado de una calesa. Descendimos de ella

   para aliviar la carga al robusto caballito

      que suspirando se retrasó.

Lo que hicimos al subir, y de lo que hablamos

   no importa mucho ni a lo que llevó.-

algo que a la vista no podrá quitársele

   sin graves razones hasta que muera la esperanza,

      y huya el sentimiento.

Sólo duró un minuto. ¿Pero hubo alguna vez,

   antes o después, un momento de tal calidad

en la historia de esa colina? Nunca para mí,

   aunque, ligeros o cansados, hayan subido

      muchos miles más.

Escarpan el camino inclinadas rocas primigenias

   y ahí mucho han visto, del principio al fin,

de lo transitorio en el largo orden de la tierra;

   pero lo que guardan con todas sus señales

      es –que nosotros dos pasamos.

Y para mí, aunque el firme rigor del tiempo,

   con irracional rutina, ha desvanecido

ya lo material, una fantasmal figura

   sigue en esa cuesta tal como en la noche

      que nos vio bajar.

Miro y la veo allí, encogiéndose,

   me vuelvo para verla entre la lluvia

por última vez; pues mi alma está yéndose,

   y no cruzaré el viejo territorio del amor

      nunca jamás.

In tenebris (1)

   El invierno se acerca;

pero mi desolado dolor

no puede volver a traer:

   nadie muere dos veces.

   Pétalos de flores huyen;

pero puesto que ya sucedió,

aquella escena de separación

   no volverá a herirme

   Temerosas caen las aves;

no perderé la antigua fuerza

en la negra largura solitaria de la helada:

   ¡fuerza que ya se fue!

   Paradas se hielan las hojas;

pero no puede enfriarse la amistad

en esta estación, como ya pasó,

   para quien no la tiene

   Puede herir la tempestad;

pero no puede amor revivir

este año, otra vez, el corazón

   de quien ya no tiene.

   Negra es la capa de la noche;

más la muerte no amedrentará

a quien, lejos de toda duda,

   espera sin esperanza.

 

Novedades en la mesa

Largo pétalo de mar (Plaza y Janés), nueva novela de Isabel Allende, cuenta la historia de un médico y una pianista se suben al barco que transporta a miles de refugiados a Valparaíso, en Chile. Gran epopeya de viaje y de vida.