Los tiempos modernos se caracterizan por abolir feudos, localismos, tribus o sociedades cerradas. Sin embargo, la idea de nación se intensifica aún con la porosidad que causa a las fronteras territoriales el fenómeno creciente e indetenible de las migraciones. Esto tiene consecuencias impredecibles en el devenir histórico.
Nuestra era se distingue por la disminución del universalismo, el humanismo, la igualdad, la democracia y la libertad. Todos, deseos de la persona por tener una coexistencia agradable. Aquí, corrientes nacionalistas de la actualidad se ubican en estas disminuciones con riesgos de convertirse en persecuciones crueles e inspiradoras de fanatismos.
Así, el nacionalismo suele legitimarse en un proceso histórico contradictorio. Es el caso de las vinculaciones entre vecinos como Estados Unidos y México. Hay que contemplar que son los gobernantes los que incentivan con frecuencia el nacionalismo buscando fortalecer su imagen ante sus ciudadanos.
Así, Donald Trump está en una obsesión por conseguir votos para reelegirse como presidente norteamericano, pretendiendo simpatías, creando un enemigo común: los mexicanos y su gobierno que no detiene a los migrantes que ansían llegar a la tierra prometida, el sueño americano de vida de la abundancia de bienes.
Y en México se incentivan los sentimientos nacionalistas ante los embates del enemigo de siempre: el conquistador que se llevó, a la mala, parte del territorio en el siglo XIX; el imperio que pretende someter al gobernante mexicano en turno y en torno de éste se da un amplísimo apoyo para no caer en el juego de obstaculizar el comercio poniendo como pretexto la amenaza de indocumentados.
El temor como método y llevar sufragios al partido republicano aunque ahora son tiempos de racionalizar nacionalismos. Hay una agenda que estima que después de las elecciones estadounidenses cambiarán conductas de los gobernantes que mantienen un imaginario enemigo agudizando egoísmos en las fronteras creando fobias donde no debe haberlas. Pero la carrera es larga pues la elección presidencial en Estados Unidos será hasta noviembre del 2020. Y aquí la creatividad de gobiernos se pondrá a prueba.
La meta sería cambiar el ambiente de las relaciones bilaterales y la tozudez e incluso testarudez del gobernante norteamericano sensibilizando al parlamento de ese país.
La movilidad de personas de distintos orígenes, en su mayoría centroamericanos, será la constante con presiones crecientes al gobierno mexicano. Esperemos que las tendencias de las relaciones México-Norteamericanas cambien y vayan de las determinantes nacionalistas que separan pueblos y familias, hacia dinámicas de hibridez cultural que se manifiesta en la zona fronteriza norte de México.
Los puntos de conflicto están en la mesa. Para Trump, no detener el flujo migratorio y que se quede en México, o suben aranceles aunque se afecten intereses de sus industrias. Para México, encauzar la enjundia de ese gobernante estadounidense y orientarlo a ambientes de concordia diplomática y persuasiva de que, al cerrar el intercambio comercial, perderá también a sus industrias e industriales y su población que hoy vive de esos mecanismos basados en el principio de que el comercio realizado sobre bases de racionalidad recíproca favorece a los participantes y propicia desarrollo y bienestar.
@Bonifaz49