No es extraño que el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 haya sorprendido a los legisladores de oposición y hayan sostenido que no se corresponde con este tipo de documento. He de confesar que, quizá por deformación profesional de economista o, en el mejor de los casos, por el deber impuesto como periodista de escribir sólo sobre lo que conozco, he leído puntualmente todos los planes de desarrollo desde el sexenio de Luis Echeverría hasta el actual, y en efecto el que presenta la administración de López Obrador es anómalo. La diferencia más evidente es que se eliminó el lenguaje tecnocrático que los había caracterizado, y éste se expresa de manera que todo mundo pueda entenderlo. En cuanto al fondo, hay que señalar que no sigue el enfoque tradicional de registrar líneas y políticas por cada una de las secretarías, sino de un enfoque global en el que se establecen los principios éticos y políticos que regirán la acción de la actual administración. Además, en cada una de las áreas se realiza un diagnóstico de la situación en que se encuentra, en este camino se incluye un análisis del neoliberalismo, que me parece se convierte en uno de los mejores ensayos que he leído sobre el tema, porque además de registrar todos los rasgos económicos, no olvida los efectos sociales y políticos, ni la vinculación con los organismos internacionales.

Para dar una idea del contenido, basta con mencionar algunos de los incisos. El texto se inicia con el dedicado a “Honradez y honestidad” y más adelante “El mercado no sustituye al Estado” o “No más migración por hambre o por violencia”. En el capítulo de Política y gobierno, se incluye, por ejemplo, “Erradicar la corrupción, el dispendio y la frivolidad”, “Separar el poder político del poder económico”, “Cambio de paradigma de seguridad”. “Hacia una democracia participativa” o “Mandar obedeciendo”, “Política exterior: recuperación de los principios”. En el capítulo de Política social, se incluyen, por supuesto los nueve programas de asistencia social como el de adultos mayores o tandas para el bienestar, y además dos líneas de gran relevancia como “Derecho a la educación” y “Salud para toda la población”, que buscan en efecto que tengan un carácter universal.

En el terreno económico, diría que el eje central es detonar el crecimiento, a través del impulso al mercado interno. En este objetivo se inscriben los programas sociales, que además de proteger a sectores específicos de la población, también representan una reestructuración del presupuesto federal y, por lo tanto, una vía de utilizar el gasto público como apoyo al crecimiento por medio de la dinamización del mercado interno. Una tarea semejante cumplen los proyectos de infraestructura, como la construcción del aeropuerto de Santa Lucia, el Tren Maya o el Corredor Multimodal Interoceánico.

El otro eje importante es el del impulso a la inversión privada con el mantenimiento de finanzas sanas, es decir, sin déficit y sin contraer nueva deuda, no incrementar los impuestos (aunque eso sí combatir la evasión fiscal y suprimir la devolución y condonación de obligaciones fiscales), así como, el respeto a los contratos existentes, salvo en casos de corrupción.

En conjunto, se trata no sólo de un plan de desarrollo, sino del proyecto económico, político y social de la Cuarta transformación, esto es, de lo que quiere ser un cambio de régimen.