La reciente derrota del Presidente de Argentina, Mauricio Macri, no sólo muestra la vinculación de la política y la economía, sino constituye una importante lección y una buena noticia para toda América Latina. Aunque no se trata de las elecciones federales, sino de las llamadas PASO, esto es las elecciones Primarias, Simultáneas y Obligatorias, realizadas el pasado 11 de agosto, la derrota fue aplastante y con un mensaje muy claro de los votantes, pues por la reelección de Macri, sólo se pronunció el 32.30 por ciento de los votantes, mientras por la alianza Frente de Todos, capitaneada por el peronista Alberto Fernández y que lleva como Vicepresidenta a la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, votó el 47.37 por ciento. Una clara ventaja de 15.07 puntos que parece ya muy difícil que se altere para el 27 de octubre, cuando se realicen las elecciones presidenciales, de diputados, senadores y otros.

El carácter contundente de la derrota de Macri se explica, obviamente por la situación económica que viven hoy los argentinos, pues ese gobierno siguió puntualmente las exigencias del Fondo Monetario Internacional, de manera que puso en funcionamiento, como ha ocurrido en otros países, las medidas de ajuste y las reformas estructurales, así se aplicó una reforma educativa que parte de una visión gerencial de la escuela, se elevaron los precios de las gasolinas, se cambiaron los términos de las pensiones y, en general, se procedió a lo que se ha llamado acumulación de capital por despojo, esto es, una baja de los salarios reales y una eliminación de derechos de los trabajadores. Esas políticas han llevado a movilizaciones masivas que han incluido paros generales, en las que se ha expresado la desesperación de las clases trabajadoras argentinas y que en las elecciones PASO se manifestó como un franco rechazo al gobierno de Macri.

Esa experiencia no sólo atañe a los argentinos, sino constituye una lección para toda América Latina, pues da cuenta de que el neoliberalismo va de salida, aunque en el hasta ahora parcial abandono de esa estrategia del capitalismo, habría que agregar un factor de suma importancia que es su fracaso para resolver la crisis económica, o dicho en otras palabras, ni siquiera al gran capital financiero, que es el que detenta la hegemonía en el mundo, le sirve ya el neoliberalismo. Al margen de ese fracaso que explicaría, por ejemplo, el resurgimiento del proteccionismo en Estados Unidos y en el Reino Unido, hay que destacar que las clases trabajadoras en todo el mundo se han movilizado con mayor o menor éxito para repudiar esas políticas que han conducido a una desigualdad como no se había registrado antes en la historia.

En el caso particular de América Latina, hay que observar que frente a las varias experiencias de gobiernos progresistas en la región, el gran capital, con Estados Unidos a la cabeza, ha diseñado la estrategia que se conoce como golpes blandos, en los que a través de agresivas campañas en los medios y de maniobras jurídicas, se ha conseguido defenestrar a presidentes progresistas, con el fin de restaurar el neoliberalismo. Ese es el caso, por ejemplo, de Brasil y de Argentina. Lo que han mostrado estas elecciones es que ahora, los pueblos están recurriendo a los resquicios de las imperfectas democracias de la región, para combatir esas políticas que los han empobrecido de manera despiadada y los han llevado a la desesperación. El triunfo del Frente de Todos es, pues, una buena noticia para América Latina. Esperemos que se repita en las elecciones de octubre.