La diplomacia pública es poderosa herramienta para la promoción de los intereses del Estado, mediante modalidades inéditas de interacción con agentes públicos y privados de todo tipo. Su práctica siempre es útil, incluso en el caso del deporte, actividad que proyecta mensajes e imágenes de especial fascinación en los cuatro puntos cardinales. Así se confirmó en la recién concluida 106 edición del Tour de France, en la que triunfó Egon Bernal, ciclista cuyo notable desempeño dio proyección universal a su natal Colombia y quien, a sus 22 años, es el más joven campeón en la historia de esa prestigiada justa y el único latinoamericano en subir al podio en París en primer lugar.
Como era de esperar, el triunfo de Egon derivó en júbilo de sus compatriotas, que disfrutaron de las 21 etapas del Tour gracias a la cobertura global que le dieron los medios digitales, la cual dejó ver ondear la bandera de Colombia en todas las carreteras, ciudades y pueblos por donde pasó la caravana multicolor. Este resultado no es azaroso. En ese país hermano, el ciclismo se toma muy en serio y son importantes los cuidados y apoyos que se ofrecen a quienes lo practican y destacan. En efecto, como ocurre con cualquier disciplina deportiva, los campeones no se hacen solos y sus triunfos son también los de todo el equipo de personas y organizaciones, públicas y privadas, que acompañan a los atletas a lo largo de su carrera.
A los mexicanos nos habría encantado tener, al menos, a un connacional participando en el Tour. Lamentablemente, hace décadas que el deporte del pedal en nuestro país está prácticamente muerto. Poco o nada se sabe del trabajo de la Federación Mexicana de Ciclismo y mucho menos de las iniciativas que debería desplegar para la formación de atletas desde la más tierna edad. Paradójicamente, cuando el año pasado festejamos el 50 Aniversario de México 68, con pena corrió la especie de que existirían planes para demoler el Velódromo Olímpico “Agustín Melgar”, otrora el mejor del mundo y testigo silente de grandes hazañas deportivas y de una olimpiada que puso muy en alto el nombre de nuestro país.
El caso del ciclismo es emblemático de lo que ocurre con el deporte nacional. En momentos en los que México se vistió de gloria por el notable desempeño de la delegación que participó en los recientes Juegos Panamericanos de Lima 2019, es oportuno hacer un alto para recapitular en la responsabilidad que tienen todas las federaciones deportivas, de contar con programas de fomento del deporte popular y de alto rendimiento. La juventud mexicana es semillero de atletas de calidad mundial. Con ese capital humano, las federaciones deben transparentar recursos y utilizarlos a favor de la formación deportiva de las nuevas generaciones, y por supuesto, de atletas que obtienen medallas para México, con frecuencia como resultado de su esfuerzo personal y del apoyo de familiares y amigos. Es hora de que los federativos se pongan la camiseta. De hacerlo así, habrá más triunfos como los de Lima 2019 y la diplomacia deportiva coadyuvará a seguir proyectando a México como un país exitoso, forjador de campeonas y campeones; un país comprometido con la salud y el bienestar integral de las nuevas generaciones.
Internacionalista.