Don Daniel Cosío Villegas, en El sistema político mexicano: Las posibilidades de cambio, expuso que las dos piezas centrales de la organización política eran (hablaba de los años 70) el partido oficial –no único, pero sí predominante– y el presidente de la República. Quien, en la larga temporada del PRI en el poder, contaba con facultades y recursos amplísimos, lo mismo de orden jurídico que geográfico, económico, sociológico y hasta moral (pp. 21-30).
En otro ensayo notable, El estilo personal de gobernar, don Daniel, asentó que el sistema político priista propiciaba “…un estilo personal, y no institucional, de gobierno, con todas las consecuencias que esto supone” (p.12). Donde el presidente gobernaba como un monarca, pero sólo por seis años.
Este sistema centralista, se desmoronó. La democracia, al menos en la parte de elecciones, lo desgastó. Los presidentes, tuvieron contrapesos, institucionales e informales y dejaron de ser monarcas. Parece que hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador desea revivir aquel sistema. Su estilo personal, su forma de centralizar las decisiones del gobierno apuntan en esa dirección. Casi no tiene contrapesos y cuando hay críticas, en la prensa, por ejemplo, su temperamento se cruza para fustigar a quien juzgue sus hechos o palabras.
No obstante, a pesar de su carácter obstinado (su tenacidad lo llevó al Palacio Nacional), tiene debilidades. Una de ésas es la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Cierto, muchos –no todos– de sus dirigentes se identificaron con él desde antes de que comenzará la campaña electoral, pero su aportación fue marginal y, sin embargo, parece que son sus favoritos.
El presidente les ha concedido 15 horas en cinco reuniones, la más reciente el martes 30 de julio, más que a ningún secretario. Con ellos pacta asuntos de Estado, les da estatura de interlocutores predilectos y ordena al secretario de Educación Pública, que acuerde con ellos y que, supongo, conceda lo más que se pueda.
El secretario y buena parte de la burocracia de jerarquía en la Secretaría de Educación Pública mantienen mesas de trabajo con grupos “técnicos” de la CNTE y discuten de todo. Imagino cómo esos funcionarios, que tal vez sean afines con la ideología de la CNTE, pasan las de Caín en asambleas interminables, escuchan largas arengas, reiterativas, además. Y después buscar a recursos (financieros y políticos) para satisfacer hasta donde alcance y tal vez un poco más. El presidente dio órdenes categóricas de resolver sus problemas.
Tras de la quinta reunión del presidente López Obrador con la Comisión Única Negociadora de la CNTE, el dirigente de la sección 7 de Chiapas, Pedro Gómez Bamaca, expresó ante la prensa que las mesas que se han instalado con el gobierno federal referentes a cesados, presos políticos y proyectos educativos han tenido avances. Excepto, y aquí el quid, en la sindical.
Esta es la materia que más les interesa a los líderes, quieren el control político, primero en sus secciones y después a escala nacional. Pero saben que con votos no se harán de la dirigencia, así que acuden al presidente.
La parte que preocupa más –por las implicaciones ideológicas– es el otro punto que mencionó Gómez Bamaca. Que comenzaría un acercamiento con el secretario de Educación Pública para exponerle su Plan alternativo de educación. Quieren que la SEP considere tanto los aspectos de cada estado, como Oaxaca y Michoacán. Pero es más ambicioso: señaló que el objetivo es que sus propuestas sean incluidas en los planes educativos de la SEP y en las leyes secundarias, quieren que sean el núcleo duro de la Nueva escuela mexicana (NEM).
Y es aquí donde el presidente quizá no quiera conceder, o al menos no tanto. La NEM es instrumento fundamental de la Cuarta Transformación, una vía de introducir en el currículo los valores que le interesan al presidente (la Cartilla moral de Alfonso reyes será la guía) y una articulación de planes y programas de estudio conforme a esas pautas.
Cierto, la CNTE es porfiada, pero también el presidente. Los fines de la CNTE son transparentes. En este punto, los del presidente trascienden menos. Él que es tan dado a charlar de todo, a comentar incluso la nota roja, guarda discreción sobre lo que trata con esa cuadrilla. Quizá deshacerse de la corriente mayoritaria y tener un solo interlocutor –más allegado– con el gobierno, con él mismo.
Y su funcionariado entiende el punto. Ahora refuerza el culto a la personalidad de AMLO. De acuerdo con reportajes de Proceso, la guía para el taller de capacitación de comienzo del ciclo escolar establece en la p. 15, en la actividad 3: “Celebremos con aplausos que el gobierno de la República valora nuestro esfuerzo y festejemos que concluyó un marco jurídico injusto como fue la reforma educativa anterior”. Aunque luego al SEP no reconoció la validez del documento, ya se había dejado la p. 5 en blanco para imprimir la carta.
Ese documento, dicho sea de paso, contiene elementos de valía, establece rutas y presenta conceptos que hacen falta a la retorica de la NEM. Y, hasta la fecha, las alternativas de la CNTE no aparecen.
De cualquier manera, la Coordinadora representa un papel activo en la política educativa y en sus reuniones con el presidente deja a la SEP y a sus altos mandos como meros ejecutores.
El estilo del presidente López Obrador es como lo expuso Cosío Villegas, personal, no institucional. Cavilo que su obsesión es cumplir en el sexenio, sentar las bases de la Cuarta Transformación y pasar a la historia como el mejor presidente que haya tenido México. Considera que tiene estatura moral y el carácter (firmeza, tenacidad) para lograrlo. Y por ello captura los reflectores. Su gobierno es él.


