Filóloga, académica y editora, Tony Morrison (18 de febrero de 1931 – 5 de agosto de 2019) abrió brecha en frentes como la discriminación, la tolerancia y la violencia de género. Escribió unas once novelas y el público y la crítica la siguieron desde Ojos azules, su primera entrega. Obtuvo los dos galardones literarios más codiciados, el Premio Pulitzer y el Nobel de Literatura. Transcribo las primeras líneas de su novela Jazz (traducida por Jordi Gubern para Ediciones B), una historia de pasión con ese ritmo suave que cala hondo.
“Sssst… yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido. Se encaprichó de una chiquilla de dieciocho años y le dio uno de esos arrebatos que te calan hasta lo más hondo y que a él le metió dentro tanta pena y tanta felicidad que mató a la muchacha de un tiro sólo para que aquel sentimiento no acabara nunca. Cuando la mujer, que se llama Violet, fue al entierro para ver a la chica y acuchillarle la cara sin vida, la derribaron al suelo y la expulsaron de la iglesia. Entonces echó a correr en medio de toda aquella nieve, y en cuanto estuvo de vuelta en su apartamento sacó a los pájaros de las jaulas y les abrió las ventanas para que emprendiesen el vuelo o para que se helaran, incluido el loro, que decía: “Te quiero.”
El viento barría de tal manera la nieve por donde Violet había corrido que en la acera no quedó la menor huella de sus pisadas, así que por algún tiempo nadie supo exactamente en qué punto de la avenida Lenox residía. Pero, igual que yo, sí sabían quién era, quién tenía que ser, porque sabían que su marido, Joe Trace, era quien había matado a la chica. Nadie, en ningún momento, le acusó públicamente, porque en realidad nadie le había visto hacerlo, y la tía de la chica muerta no quiso malgastar dinero con abogados incompetentes o policías burlones, a sabiendas de que el despilfarro no mejoraría nada. Además, se enteró de que el hombre que había matado a su sobrina lloraba todo el día, y para él y Violet eso era tan malo como la cárcel.
Pese a la aflicción que Violet provocó, su nombre fue mencionado en la reunión correspondiente al mes de enero del Club de Mujeres de Salem como el de alguien necesitado de asistencia, aunque se desestimó por votación, considerando que únicamente la plegaria –no el dinero– podía ya ayudarla, pues tenía un marido más o menos capacitado (cuya necesidad principal era dejar de compadecerse a sí mismo) y porque otro hombre y su familia, en la calle Ciento treinta y cuatro, lo había perdido todo en un incendio. El club se movilizó para acudir en socorro de las víctimas del fuego y dejó que Violet aclarase por sí misma cuál era su problema y de qué modo debía solucionarlo.
Es atrozmente flaca, la Violet esa, tenía cincuenta años pero se conservaba guapa todavía, al menos el día que interrumpió la ceremonia del entierro. Cualquiera habría pensado que el hecho de que la echaran de la iglesia sería el fin de todo –por aquello de la vergüenza y esas cosas–, y sin embargo, no lo fue…”
Novedades en la mesa
Beloved, La canción de Solomon y Sula, son tres novelas de Tony Morrison en las mesas de novedades de las librerías mexicanas.