El mes de septiembre es para los mexicanos de especial relevancia; es el mes patrio, cuando recordamos a las mujeres y hombres que nos legaron un país libre, a personalidades heroicas, algunas famosas y las más anónimas, quienes arroparon la causa de la independencia nacional y con ello sentaron las bases para el ulterior desarrollo soberano de México. En territorio nacional, el tradicional grito y la fiesta popular que lo acompaña, nos ofrecen a todos la oportunidad para festejar, y también para hacer una pausa en el camino, que nos permita reflexionar acerca de lo mucho que nos une, como la original cultura que compartimos y las leyes e instituciones que hemos construido y que hoy nos definen como nación.
Las fiestas patrias adquieren un especial significado allende las fronteras, donde las embajadas y consulados de México se organizan para dar el grito y celebrar la efemérides. A estos eventos, sin lugar a dudas los más importantes del calendario cívico-cultural, se invita a la comunidad mexicana al igual que a autoridades y personalidades de los diferentes países y ciudades donde se encuentran las representaciones diplomáticas de nuestro país. Por regla general, el asombro de estas últimas es notable, no solo por la solemnidad del grito, sino por el fuerte contenido simbólico de su narrativa soberanista y libertaria, que se traduce en reconocimiento a la actual fortaleza de México y a su indomable nacionalismo.
En términos de política exterior, el grito es una muy poderosa herramienta de diplomacia cultural, ya que estimula un mejor conocimiento de nuestro país y también facilita el diálogo con empresarios y actores relevantes de los sectores público, privado y social del extranjero. La fiesta nacional de México proyecta a nivel internacional la imagen de un país amigo, alegre y comprometido con la democracia, la paz, el desarrollo y el respeto entre las naciones. En tal sentido, dicha celebración es también un recurso de poder suave, es decir, una herramienta de gran utilidad para compartir anhelos con la comunidad de naciones y persuadirla sobre la voluntad y capacidad de México para construir arreglos que contribuyan a hacer de la globalización un fenómeno virtuoso, hábil para derramar sus beneficios entre todos los pueblos del orbe.
Han pasado ya 209 años desde el emblemático grito de Dolores. De entonces a la fecha, no sin sobresaltos, los mexicanos hemos tejido fino para edificar la gran nación que somos hoy. México es uno de los principales destinos turísticos y su economía, muy relevante en América, es también una de las más abiertas y atractivas del mundo. El nuestro es, igualmente, un país políticamente estable, que goza del respeto de la comunidad mundial por la congruencia de su voz en la diplomacia multilateral y su reconocido respeto al Derecho Internacional. Así lo adelantó de manera visionaria José María Morelos, el Siervo de la Nación, cuando dijo: “Temamos a la historia, que ha de presentar al mundo el cuadro de nuestras acciones.”
Internacionalista.