In memoriam: Miguel León-Portilla, sabio e incansable

 

A mi querido amigo Pepe de la Rosa

Conocí personalmente a don Miguel León-Portilla (Ciudad de México, 1926-2019) a principios de la década de los noventa, en un homenaje que mi querido amigo Pepe de la Rosa le organizó siendo titular de cultura de la entonces todavía Delegación Cuauhtémoc. Como todo personaje verdaderamente grande, más allá del bien y del mal, me sorprendieron su discreta sabiduría enciclopédica y su sincera amabilidad, la despierta inteligencia y la leal bonhomía del autor de dos ya clásicos cuya reciente lectura en la Facultad de Filosofía y Letras me habían deslumbrado: La visión de los vencidos de 1959 y Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares de 1991. Continuador emérito de la obra egregia de su cercano y admirado maestro Ángel María Garibay, León-Portilla fue de igual modo un muy notable estudioso, traductor y promotor de la cultura de nuestros antepasados indígenas del altiplano mexicano, y como su sabio e infatigable ascendente, se dedicó en cuerpo y alma, con talento y devoción, al rescate y la salvaguarda del valioso patrimonio cultural indígena, sobre todo náhuatl, terreno dentro del cual se convirtió en una autoridad tanto moral como intelectual.

Quien hizo de su siempre ilustrado trabajo un auténtico apostolado, con ese ethos de emoción y de palpitante vitalidad que sólo logran los creadores capaces de trascender el muchas veces frío documento académico, don Miguel nos permitió conocer, en sabias versiones de primera mano, directas, tanto poemas líricos, sacros y épicos, como textos históricos, morales y filosóficos de la antigua cultura náhuatl. Autor de auténticos incunables, nos ha dejado indiscutibles modelos de madura información crítica y erudita, pero además testimonios vivos de otra importante cultura mesoamericana que el sabio y sensible investigador contribuyó a dignificar al margen de un añejo prejuicio de pueblo meramente guerrero. Eso había pasado, decía el propio nahuatlista, con la cultura latina, en comparación con su antecedente helénico.

Valiente heredero de una ilustre tradición de indigenistas y americanistas, su inestimable legado ha abonado con creces al esclarecimiento de los orígenes de nuestra historia cultural prehispánica y a la divulgación de textos cuyas profundidad y belleza fulgen ya perdurablemente en nuestros firmamentos antropológico, histórico y literario. Ya había destacado el mismo Octavio Paz en su medular Laberinto de la soledad la labor insigne de pensadores e investigadores de la estirpe de Miguel León-Portilla, dotado historiador y filósofo que igual siempre mostró la sensibilidad necesaria para reconocer y disfrutar el valor de toda manifestación estética, más allá de tratarse, de igual manera, de un invaluable instrumento histórico-antropológico.

Su obra más popular y famosa, tan original como visionaria, y que a la fecha cuenta ya con más de treinta ediciones –incluida una en braille– y se ha traducido a otras múltiples lenguas, La visión de los vencidos –con traducciones del mismo Garibay– reúne varios fragmentos de la mirada náhuatl de la conquista española, desde las premoniciones de Moctezuma hasta los cantos tristes (icnocuicatl) posteriores a la consumación de un hecho no por crucial, menos traumático; incluye además, en versiones no menos doctas, textos tenochcas, tlatelolcas, tezcocanos y tlaxcaltecas. Y además de la también ya citada Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, paradigmática antología de no menos hermosa e imaginativa construcción, al capital acervo de este prestigioso pensador e investigador se suman su tesis doctoral –estudio profundo de sus tlamatinimêLa filosofía náhuatl de 1956, Las literaturas precolombinas de México de 1964, Trece poetas del mundo azteca de 1967, Tiempo y realidad en el pensamiento maya de 1968 –ejemplo fehaciente de su panorámica cultura mesoamericana–, Toltecáyotl. Aspectos de la cultura náhuatl de 1980, Literatura de Mesoamérica de 1984, Hernán Cortés y la mar del sur de 1985 y Cartografía y crónicas de la antigua California de 1989.

Miembro de El Colegio Nacional para cuyo ingreso presentó en 1977 la ponencia “La historia y los historiadores en el México antiguo” que contestó el extraordinario  narrador Agustín Yáñez, Premio Nacional en 1981, investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México –su alma mater– desde 1988, Medalla Belisario Domínguez en 1995, Premio Internacional Alfonso Reyes y Bartolomé de las Casas en el 2000, Premio Internacional Menéndez y Pelayo en 2001 y Medalla Nezahuacóyotl en este 2019, don Miguel León-Portilla sumó a su neurálgica bibliografía, entre otras varias ilustres ediciones de historiadores antiguos, la excelentemente bien documentada de los Coloquios y doctrina cristiana (de Sahagún) de 1986 y la no menos reveladora de la Monarquía indiana que preparó como un seminario entre 1975 y 1983. Sin duda, una insustituible gran pérdida, que sobrevivirá por su gran obra a favor del rescate sobre todo de nuestro imprescindible pasado –y presente y futuro– mexica. ¡Descanse en paz!