El arte nos redime, dignifica la vida.
Enrique Servín

 

De mi más que saludable y formadora estancia en Chihuahua, la tierra de mi esposa Susana que terminaría siendo igualmente la mía, guardo formidables recuerdos y sobre todo extraordinarios amigos con quienes siempre estaré agradecido por su generosidad y su empatía. Tierra de emprendedores y gente buena, echada para adelante, en mi radar anímico y mental desde que me uní a quien ha sido una compañera de vida admirable, en el entonces todavía Instituto Chihuahuense de la Cultura –primero en el equipo del filósofo y escritor Arturo Rico Bovio, y más tarde en el del antropólogo Jorge Carrera, hoy también cercanos amigos con quieres estoy en deuda– conformamos un entrañable equipo donde dominaban la pasión y el compromiso por una misma causa, la promoción cultural en todos sus ámbitos y aristas.

En esta cruzada que sólo admite asumirse como un apostolado, en medio de un mundo dominado cada día más por la enajenación y la indiferencia, por la renuncia a los llamados valores clásicos, diría Vargas Llosa en su medular La civilización del espectáculo, brillaba la personalidad señera de un auténtico humanista en estos tiempos particularmente atribulados, un hombre extraordinario, insólito, fuera de serie: Enrique Servín Herrera (Chihuahua, 1958-2019). Ya me habían hablado maravillas de él otros queridos y egregios chihuahuenses como Carlos Montemayor, Víctor Hugo Rascón Banda, Nacho Solares, Benjamín Domínguez, Luis Y. Aragón, Joaquín Armando Chacón y José Vicente Anaya, quienes reconocían sus múltiples talentos y me recomendaban buscarlo por considerarlo un aliado insustituible. Superando toda expectativa, me sorprendieron desde el principio dos de sus dotes que nuestro mutuo amigo, el de igual modo extraordinario polígrafo Roberto Ransom ––de esposa también chihuahuense, casi coincidimos en esta búsqueda del “ombligo de los limbos”, parafraseando a otro agradecido de los dones chihuahuenses como Artaud–, reconoce ciertamente como superiores, a decir, su inteligencia meridiana, su memoria prodigiosa y su locuacidad gimnástica. Convencido y solidario animador para llevar a Fernando Vallejo a Chihuahua, con Jorge Humberto Chávez y nuestra no menos querida e inolvidable Alma Montemayor, recuerdo haberme resaltado sus singulares dones de otro tiempo, y siempre que nos veíamos o hablábamos, me preguntaba por él.

De acuerdo otra vez con Roberto, a estos talentos varios de Enrique, de igual manera fui testigo ampliamente beneficiado de su generosidad sin límites, de su concepto de la amistad que él dignificaba como ese sentimiento supremo siempre desinteresado y espontáneo, que en el reconocimiento leal de los atributos ajenos y el consejo sincero del dar sin recibir nada a cambio confirma su mayor dignidad, su verdadera condición como afecto soberano. Esta entrega sin límites la tuvo de igual modo para la que fue otra de sus grandes pasiones, el estudio de las lenguas y de sus atributos como signo vital indiscutible de toda cultura, empresa a la cual dedicó su vida en cuerpo y alma, de tiempo completo, con devoción y una facilidad no menos atípica. Notable filólogo por vocación, como sus ascendentes y cercanos maestros Miguel León-Portilla y su además paisano Carlos Montemayor, dedicó también este sorprendente talento al estudio y el rescate fiel de las lenguas originarias y en peligro de extinción, en particular del rarámuri, del que tradujo a algunos de sus más valiosos poetas (Erasmo Palma y Dolores Batista, por ejemplo) y de la que dejó una no menos insólita e inaugural gramática, en el entendido de que estos registros contribuyen a no dejar morir una lengua que a través de sus manifestaciones más sublimes expresa sus saberes, su mitología y su cosmogonía.

 

 

Más que digno promotor a ultranza de las lenguas originarias de México, en particular de las de su natal estado de Chihuahua, y en específico de la de sus cercanos hermanos los tarahumaras, Enrique Servín concertó múltiples encuentros de pueblos hermanos, coloquios, simposios y demás instrumentos para contribuir a la dignificación de nuestras etnias siempre victimas de la segregación y la ignorancia en un país más racista y xenófobo de lo que pensamos. Él mismo un poeta dotado y sensible, culto, fue espléndido traductor de otros formidables líricos de las más de veinte lenguas que llegó a conocer y disfrutar de primera mano, por lo que se convirtió en una justa autoridad continuamente invitada a eventos dentro y fuera de México. Recuerdo con qué placer recibió la versión en alemán que le regalé y alguna vez había comprado con el fin de leer en su fuente original de la gran novela río El hombre sin atributos, de Robert Musil, y que sabía Enrique iba a disfrutar y aprovechar como nadie. Cosas extrañas de la vida, acababa de empezar a releerla, en su traducción de José Sáenz para Seix Barral, cuando me enteré, indignado, del trágico asesinato de este personaje sin par, a quien miserablemente le fue arrebatada la vida en plenitud de facultades en su más que provechosa existencia, cuando todavía tenia muchos planes y proyectos por delante.

Será muy triste regresar a Chihuahua y ya no volver a ver ni convivir con Enrique Servín, quien con sus singulares conocimientos y capacidades nunca comprendí por qué no se había ido a una institución o universidad de primer orden, donde seguramente le hubieran abierto las puertas con las credenciales más que sobradas en su haber. Pero también tarde entendí que su obra magnánima sólo podía consagrarse in situ, de primera mano, porque su materia patrimonial tangible e intangible sólo estaba ahí, para su estudio en contacto directo, cercano a su sensibilidad y su insaciable hambre de estudio y de lectura, como auténtico personaje ––su hermano espiritual, de alguna manera– de la obra de Borges. Recordaremos al humanista sabio y discreto, al intelectual honesto y crítico, al creador sensible y agorero, al visionario promotor cultural y defensor a ultranza de las culturas indígenas, al sibarita que gozaba de los placeres de la existencia, y claro, al amigo solidario y encantador a quien era un placer escuchar y disfrutar. ¡Un privilegio de la vida, siempre estarás en nuestros pensamientos y en nuestro corazón!