Vivimos en una sociedad donde la violencia impera. No pasa día sin que en la prensa aparezcan notas macabras sobre asesinatos, descuartizados, asaltos, secuestros, robos (en casas, comercios, trasporte) y, lo más grave, los feminicidios. En este país, sólo los poderosos viven con cierta seguridad, los demás andamos a la deriva y cuidándonos las espaldas.

Con todo que las escuelas reproducen las condiciones sociales, son lugares más seguros; afuera está peor. Sin embargo, las exigencias al sistema educativo y a maestros son cada vez más complejas. No sólo se les requiere que enseñen la parte fundamental del currículo, también que abriguen “perspectiva de género y una orientación integral, por lo que se incluirá el conocimiento de las ciencias y humanidades: la enseñanza de las matemáticas, la lecto-escritura, la literacidad, la historia, la geografía, el civismo, la filosofía, la tecnología, la innovación, las lenguas indígenas de nuestro país, las lenguas extranjeras, la educación física, el deporte, las artes, en especial la música, la promoción de estilos de vida saludables, la educación sexual y reproductiva y el cuidado al medio ambiente, entre otras” (Artículo 3º de la Constitución).

Además, de acuerdo con diversos documentos que describen a la Nueva Escuela Mexicana, los docentes deben poner atención al origen étnico de los estudiantes, ser sensibles a cultura y cuestiones de género y promover tolerancia y cohesión social. De igual forma, que se esmeren con alumnos desfavorecidos, sean de lento aprendizaje o tengan problemas de comportamiento. Asimismo, se plantea que sean expertos en nuevas tecnologías y se capaciten de manera constante en sus campos. En fin, los maestros y sus escuelas deben ser capaces de preparar a los estudiantes para una sociedad y una economía en la que se espera que sean autónomos, capaces y motivados para seguir aprendiendo a lo largo de la vida.

En una tesis de maestría encontré evidencias de un sinnúmero de tareas que realizan los docentes y lo complementé con averiguaciones propias. En el panorama cotidiano de la actividad escolar, Apunta Citlali Hernández Aguilar (El trabajo de los maestros: Una reconstrucción cotidiana: Ciudad de México, DIE-Cinvestav, 1991), resulta común encontrar que los maestros cumplen tareas como vigilar la entrada de los niños, anotar a los retrasados, dar los toques del timbre o la campana para indicar la hora de formarse y luego dirigir la fila. También tienen que dar toques al inicio y fin de descanso y hora de la salida y de nuevo dirigir la columna. Tienen que cuidar a los niños durante el recreo, vigilar y registrar la asistencia de los chamacos en el salón y/o en la escuela; revisar y registrar el aseo de alumnos y salones, coordinar al alumnado para asear aulas pasillos y patios. También hacen tareas de finanzas:  recogen y registran el ahorro de niños, lo aseguran en el salón y luego lo llevan al banco; por turnos atienden la cooperativa o tienda escolar, reciben y revisan mercancía y llevan la contabilidad de las ventas.

Por si fuera poco, tienen que  organizar y coordinar diversas fiestas escolares y/o con la población, organizar rifas o quermeses, disponer y llevar a cabo funciones de teatro, cine, títeres, magos y payasos; ensayar y realizar desfiles (16 de septiembre, 20 de noviembre y en algunos estados en fiestas especiales). Además, deben preparar grupos deportivos y participar en concursos de diversas instancias oficiales (escuela, zona, estado); enseñar bailables, poemas, tablas gimnásticas y rondas. Es frecuente que los maestros participen en campañas organizadas por la escuela o diversas dependencias. Son responsables de levantar el censo de población escolar y asistir a juntas con el director o el supervisor. No se diga de participar en asambleas (por lo general obligatorias) de la delegación sindical.

En la parte profesional deben asistir a cursos obligatorios, llevar al día la documentación oficial de su grupo, como registro de asistencia, estadísticas, boletas. A más de idear confeccionar e instalar el adorno del aula propia y participar en el de la escuela. En ciertos casos, deben cultivar el jardín, reparar bancas, pizarrones, mesas, ensayar la escolta, entrenar a la banda de guerra. Por supuesto —y es crucial— participar y coordinar reuniones generales e individuales con padres de familia. Del mismo modo, colaborar en la inscripción de alumnos, entrega de documentos.

Se supone que la ejecución de esas tareas es en tiempos normales, en un contexto social de paz; no de tranquilidad absoluta, la violencia siempre ha estado presente, pero no en los grados de hoy. Por eso se pide al personal de los centros de trabajo que hagan tareas policiales, como revisar mochilas, imponer disciplina, evitar pleitos y mantener cierta armonía en la escuela y el entorno.

En el supuesto de que todos y cada uno de los docentes tuviera las capacidades suficientes para realizar esas tareas, ¿a qué horas se espera que descanse y se haga cargo de su familia? Más allá de palabras bellas, ¿propone la Secretaría de Educación Pública algún estímulo trascendente a los maestros?, ¿se creerán el mensaje de que son los artífices de la patria y que se reforzarán sus escuelas?

Lo dudo. Menos todavía cuando después de las desgracias recientes, se les recuerda a los maestros que hay una “Guía Operativa para Escuelas Públicas”. Reza que los maestros de preescolar y primarias deberán solicitar la credencial o identificación del padre o tutor para hacer la entrega de un niño. Cuando pasen 20 minutos y no lleguen a recoger a un menor, el director debe enviarlo a la Agencia 59 de la Fiscalía General de Justicia.

Para acabarla de amolar, el secretario de Educación Pública de Puebla, Melitón Lozano Pérez, indicó que presentó el protocolo de “Lineamientos para Seguridad Escolar” para que a los alumnos de los niveles básicos no se les permita salir si no los recogen sus padres y permanezcan en resguardo de instituciones y maestros. ¿Y que si los padres trabajan? Terrible: regresó la idea de que las maestras son madres sustitutas.

En conclusión, no necesitamos docentes, requerimos de súperprofesores.