La inmensa marcha del sábado 8 de marzo de 2020, fue una fiesta colorida y enérgica a favor de las mujeres y contra los patriarcados de todo tipo. Los ancestrales; los familiares; los de barrio; los escolares; los laborales; los culturales y por supuesto los del poder estatal.

La arrogancia, desdén y soberbia del presidente Andrés Manuel López Obrador ante las feministas, a quienes calificó de ser conservadoras y estar “movidas por la mano negra” de los afectados por sus políticas; derivó en un gran desacuerdo con el presidente.

Su insensibilidad al considerar que la denuncia y combate a los feminicidios era “una maniobra de distracción contra  la rifa del avión” provocó un gran rechazo a su conducta muy cercana al machismo.

Ríos de mujeres desembocaron en diferentes puntos de la Marcha que partió del Monumento a la Revolución rumbo al Zócalo. Ninguna llegó acarreada.

Miles de mujeres de diversas generaciones, cuya inmensa mayoría jamás había concurrido a una manifestación, de orígenes diversos; muchas jóvenes con su pañuelo verde o morado, algunas casi niñas, otras madres y abuelas; todas unidas con un clamor NI UNA MÁS.

Hubo miles de leyendas diferentes escritas a puño y letra en todo tipo de cartulinas, mantas, hojas, cartones.

La inmensa reserva de autonomía civil,  que  se expresó es un verdadero acontecimiento cultural, social y político –en su sentido más profundo– que exhibe el aislamiento de la partidocracia, las élites de todo tipo y por supuesto la del gobierno autonombrado como la Cuarta Transformación.

Ante la iniciativa autónoma de las mujeres, el gobierno y sus aduladores inventaron la existencia de un golpe de Estado suave contra el presidente.

Inundaron las redes  sociales  con millones de bots acusando a las feministas de ser cómplices de la derecha.

Las integrantes del gabinete se “tomaron la foto” para mostrar su “absoluta lealtad al presidente”  y rechazar las “intentonas conservadoras por dañar su imagen”

La gigantesca maquinaria de propaganda que controla el Estado, fue usada con toda intensidad para desprestigiar a las feministas. Ha sido una operación el más puro estilo de los postulados de Joseph Goebbels.

La mañanera y casi todos los canales de Estado se pusieron a repetir todas las técnicas de las pos verdades, las mentiras y las paranoias, como no se hacía desde varias décadas.

Es pertinente  recoger las palabras de Michiko Kakutani en su libro La Muerte de la Verdad, “El papel cada vez menos importante del discurso racional –no empezó con Donald Trump– …entre las causas de ese declive ( lo racional y el sentido común) está el fortalecimiento del fundamentalismo religioso”; pareciera  una descripción del discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador, pronunciado diariamente para  dar “lecciones de  principios morales” y sentenciar a los “diabólicos” que  lo critican.

Ha sido muy refrescante y aleccionador que el Grupo de Mujeres, que inicialmente convocó tanto a la marcha como al paro nacional, se  llame Brujas del Mar.

Rita  Laura Segato nos dice en su libro La guerra contra las mujeres: “Debido al formato constitutivo del Estado y la baja consistencia entre sus agentes de la diferencia entre la “ciudadanía” como masa de individuos y una organización comunitaria  y colectivista de la vida, la consecuencia de su accionar es, casi inevitablemente, disruptivo con respecto al tejido de relaciones y sistema de autoridad propio del mundo-aldea y produce la ruptura de los hilos de la memoria de sus miembros…”.

La incomprensión de éstos fenómenos conduce a la puesta en práctica de políticas autoritarias de triste memoria en nuestro país.

Eso ha sido el colocar vallas metálicas  “protegiendo” monumentos, edificios y, peor aún, cerrando el paso por la Avenida Madero para  “desanimar” a las manifestantes a arribar al zócalo.

En ese cruce se produjeron múltiples choques y la policía empleó el uso de gases para dispersar a la mujeres. Exactamente la misma “táctica” empleada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz la noche del 26 de julio de 1968.

Eso desató la resistencia de los estudiantes y produjo los choques durante las noches del 26, 27, 28 y 29 de julio que culminó con el uso del ejército para desalojarlos de las antiguas preparatorias, mediante el tristemente célebre bazukazo que derribó la puerta en Justo Sierra 19, la madrugada del 30 de julio.

Además de éste recurso tan nefasto, parece que fueron llevadas al centro de la ciudad en transportes policiacos algunas personas con capuchas negras, para crear confusión con algunas jóvenes radicales que tienen esas tácticas, que merecen ser analizadas con mucho cuidado, dado que  son un fenómeno mundial. Hay imágenes de esas personas saliendo de vehículos policiales que circulan en las redes y ante los cuales no ha habido pronunciamiento oficial alguno, ni desmienten su existencia y lo más grave no explican por qué y para qué llegaron a la marcha, en esos vehículos.

Bloquear las calles de acceso al Zócalo y además, sí así fuese,  usar cuerpos  policiacos  disfrazados nos remite a la “táctica” empleada por el gobierno de Luis Echeverría para reprimir la manifestación del jueves de corpus, aquel 10 de junio de 1971. Cuando él grupo paramilitar Los Halcones disparó contra los estudiantes y produjo 44 muertos, reconocidos con nombre y apellido.

El alud de problemas que ha desatado la torpeza política del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, con sus recortes draconianos en salud, empleo, educación, cultura, ciencia y otros  aspectos de la vida nacional; puede convertirse en una verdadera hecatombe, ante las amenazantes secuelas de la guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudita; los efectos del Corona Virus y la   reaparición de las devaluaciones del peso ante el dólar, que tanto temía el presidente.

Un Estado bajo la conducción de un Jefe del mismo, cada vez más aislado,   incapaz de escuchar cualquier sugerencia de viraje en su desastrosa política, que  considera  todo aquello que lo cuestiona, como parte de una “conjura de los conservadores”; puede volverse una tragedia nacional de dimensiones desconocidas.

El movimiento feminista debiera convertirse en una aleccionadora  primavera, para darle a la sociedad el papel protagónico que le niega  un gobierno autócrata.

No es tiempo de  aves de mal agüero. Tampoco es cierta aquella leyenda negra de que si le “va mal al presidente, nos va mal a todos”; al contrario precisamente, para  no ser conducidos por un pésimo capitán al naufragio nacional, es hora de forjar un gran movimiento autónomo que frene las delirantes  políticas suicidas del presidente Andrés Manuel López Obrador.