Hay muchos motivos para estar enojados, incluso iracundos.

Una estafa tan obscena como ha sido la gestión del presidente, empieza a expresarse en una tendencia a la baja en sus niveles de aceptación.

Entre sus propios propagandistas se reconoce esa baja, como lo escribe  Hernán Gómez Bruera: “tal es el caso de los jóvenes de 18 a 29 años, donde perdió 11 puntos; la gente con estudios universitarios, segmento en el que bajó 13 puntos, y los usuarios de las benditas redes sociales, donde descendió 10 lugares”

Pero hay “más de cien mentiras para no cortarse de un tajo las venas” como lo dice una canción de Joaquín Sabina, haciendo referencia a múltiples maravillas construidas por los humanos e incluso las “revoluciones que se marchitaron”, pero tenemos un “alma  que nunca vendimos”.

En el arcón no solamente hay basura y anacronismos.

Quizá por el cúmulo de “asignaturas pendientes” que nos dejó un sistema político, social, económico y una hegemonía cultural e ideológica prevaleciente  más de un siglo y en gran medida restaurada bajo la  etiqueta de Cuarta Transformación; podríamos considerar para reflexionar algunos temas y problemas para ir construyendo Otro Camino, capaz de sacarnos de la decadencia que padecemos.

Por buenas y malas razones la Revolución Mexicana, un inmenso movimiento social que cambió de raíz al país, forjó un sistema político muy singular

No se ha consolidado un régimen político alterno.

El presidencialismo imperial está en plena restauración. Ahora con ingredientes desconocidos , como un creciente estilo de gobernar al borde de la pérdida del quicio del presidente. Hoy es más necesario que  nunca volver a plantearse la adopción de un régimen semiparlamentario. Es hora de romper con el modelo gringo y voltear al de los regímenes europeos.

Además de  eliminar la Presidencia Imperial es necesario poner fin al monopolio de la partidocracia, establecido en las leyes electorales.

Es necesario y posible que los registros a partidos y candidaturas independientes,  se realicen mediante  la presentación de una pequeña lista de adherentes , el programa respectivo y estatutos del partido correspondiente. Este sistema existe en España, en los Estados Unidos, Francia y otros países con las variantes obvias.

El inmenso y costoso aparato electoral no debe ser el regreso al control del Gobierno de los procesos electorales, como pretende el presidente, Morena y sus aliados.

La organización de las elecciones debe seguir manos de los ciudadanos. Los votos  deben contarse y contar. Así de simple.

Debemos dejar atrás la demagogia esquizofrénica de llamar fraude a las elecciones cuando las pierden y admitir sus resultados si son vencedores.

AMLO pudo triunfar y que ese triunfo fuese reconocido, gracias a la lucha de muchos  durante muchos decenios.

Es hora de abrir totalmente  el sistema electoral y romper el monopolio de la partidocracia. Hoy amenazado por el control de los testaferros del presidente como Ackerman y demás.

En el plano sindical urge una reforma radical que establezca la libertad sindical. De tal manera que sean los propios trabajadores los que decidan construir sus organizaciones. Acabar con el monopolio del “charrismo”, derogando todo lo que implique darles a los “sindicatos” –en realidad a sus dirigentes– el control de las plazas laborales, como es hasta hoy a través de las “cláusulas de admisión y separación” (parece que la segunda estaría por desaparecer en la reforma laboral en ciernes).

Dicho sin eufemismos: no debe haber “titularidad e los contratos laborales”.

Los propios trabajadores deben gestionar y administrar los contratos colectivos  mediante Consejos integrados por  los trabajadores, pertenezcan o no a algún sindicato.

Los trabajadores deben tener el derecho de pertenecer a cualquier sindicato o a ninguno.

Con Libertad Sindical se crearían las condiciones para emprender una lucha  genuina  por poner los bajísimos salarios contractuales al nivel competitivo con nuestros pares, como los países llamados tigres asiáticos.

Salarios dignos y Empleo son un “piso básico” para emprender una ruta viable para reducir la inmensa desigualdad.

La demagogia contra el Neoliberalismo puede ser sustituida por una política de redistribución, basada en una reforma fiscal, semejante a las que existen en Europa, ni siquiera estoy proponiendo algo tan avanzado como lo propuesto por Thomas  Piketty.

Se debe dejar atrás el embrollo de la “Reforma Educativa” de Enrique Peña Nieto, diseñada  entre otros por Gilberto Guevara que estuvo al frente de la Subsecretaría de Educación Básica los primeros meses del gobierno de AMLO y salió sin explicación alguna, pero se mantiene en alguna posición dentro de la SEP.

La Reforma Educativa debe ser aquella que diseñen conjuntamente maestros, padres de familia y alumnos. Así de simple.

Debe aspirar a establecer la jornada  larga en primaria.

La integración de un solo sistema de Educación Secundaria y la Media Superior.

A nivel universitario deben derogarse todas las Leyes Orgánicas vigentes, porque  son inconstitucionales. Las Universidades tienen la capacidad de gobernarse por ellas mismas, en correspondencia a lo establecido en el Artículo Tercero fracción séptima.

En Salud y seguridad social  se debe establecer el Sistema Universal de Seguridad que funciona en varios países y ha sido propuesto y detallado por Santiago Levy. Mediante el Ingreso Ciudadano Universal.

Deben revisarse todas las concesiones a empresas mineras, nacionales y extranjeras, aplicando lo establecido en el Artículo 27 constitucional.

Es absurdo seguir empeñados en la producción  de energía  basados en el Petróleo. Es hora de impulsar todas las alternativas energéticas no basadas en fósiles.

En lugar de estar eternamente atados a “negociaciones parciales” con los Estados Unidos y colateralmente con Canadá, es conveniente impulsar un sistema  semejante al de la Unión Europea. Donde  se proteja a nuestra  principal

“mercancía” de exportación: la fuerza de trabajo de decenas de millones de mexicanos  que laboran del otro lado.

Construir una Unión de América del Norte con Estados Unidos Canadá y México, con libre circulación de mercancías, personas, fronteras abiertas y moneda única.

No hay que temerle a la llamada “globalización sino utilizarla a favor de nuestros trabajadores, dejando atrás la demagogia como lo hace el actual gobierno quien aplica en la práctica una política de entreguismo a los gobernantes de Estados Unidos”.

Estos apuntes de algunas ideas para emprender otro camino, pueden servir para debatir hacia la construcción de un país que se sacuda  la demagogia y los riesgos  de restauración del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.