Desde luego que lo más lamentable de la epidemia del covid-19 son los cientos de muertes y miles de afectados, en Asía y Europa, así como su extensión en América, sin embargo, también hay que considerar los daños económicos que está ocasionando. El primer terreno en el que se manifestaron los trastornos fue en las Bolsas de Valores de todo el mundo, en las que se han registrado caídas de más del cuatro por ciento, porcentaje que resulta muy alto, dadas las cantidades millonarias que se manejan en el mercado bursátil. Que sea el sector financiero donde primero se reflejan las preocupaciones de los inversionistas no sorprende, porque es sabido que ese mercado es el área más sensible, que reacciona con mayor rapidez a los acontecimientos que ocurren en el mundo. Sea una guerra localizada en una región o un país, sea un diferendo entre países, la guerra comercial iniciada por Trump contra China, sea una catástrofe natural o una epidemia, como en este caso, las Bolsas reaccionan casi instantáneamente ante cualquier turbulencia política, social o económica.

Al contrario de lo que podría parecer, los movimientos de las Bolsas de valores no son únicamente el juego entre millonarios que no afecta al ciudadano común, pues esos movimientos, desde siempre, tienen consecuencias en la economía real y, por lo tanto, en la vida personal de los ciudadanos, sean capitalistas o trabajadores. Baste recordar que la recesión de los años treinta que desembocó finalmente en la Segunda Guerra Mundial, se inició, o si se quiere se hizo visible, con el crack de la Bolsa de Nueva York en aquel martes negro de 1929.

En el caso de las turbulencias  ocasionadas por la epidemia del corona virus, los efectos son todavía más importantes que los de aquel crack, porque el mundo en su conjunto ha vivido un intenso proceso de globalización. Aunque ese proceso abarca todos los ámbitos de la sociedad, quiero decir lo político, lo social, lo ideológico, lo cultural, surge en el terreno económico, de modo que podríamos decir que el motor o el corazón de la globalización está en la desintegración, o mejor dicho. separación de los distintos departamentos de un proceso productivo, de manera que los segmentos intensivos en capital y tecnología permanecen en los países altamente industrializados, mientras los segmentos intensivos en fuerza de trabajo se llevan a los países subdesarrollados para aprovechar los más bajos salarios. Esa relocalización de los segmentos de un mismo proceso productivo implica que la vinculación entre las economías de distintos países no se limita al terreno comercial, sino a la producción misma de las diversas mercancías. Este hecho significa a su vez que todas las economías se han vuelto más vulnerables a los vaivenes del mercado mundial, e igualmente que el contagio de la crisis en un país se traslada con rapidez a los demás.

En el caso del corona virus, además, al aparecer, hasta ahora no se sabe por qué, en la potencia que le disputa a Estados Unidos el primer lugar en el mundo, el contagio económico y no sólo el de la enfermedad, ha sido muy acelerado. Según algunas estimaciones las pérdidas en las Bolsas ascienden ya a unos 280 mil millones de dólares, y las suspensiones de vuelos y la disminución de la movilidad internacional ha ocasionado pérdidas al sector aeronáutico por 113 mil millones de dólares y a la llamada industria turística por unos 70 mil millones de dólares.

En cuanto a México, el covid-19, aun cuando apenas se cuentan alrededor de seis casos confirmados, ha pegado en dos áreas especialmente sensibles para nuestra economía, el peso, pues se ha devaluado en un ocho por ciento y el petróleo por la caída del precio internacional, afectado por las expectativas de un menor crecimiento de la economía mundial.