El Coronavirus infesta al mundo y propicia pánico por doquier. En los aeropuertos las personas se miran con suspicacia y portan mascarillas por temor a contraer la enfermedad. Este escenario se repite en todos los lugares públicos, debido al desconocimiento de las formas de transmisión del virus y de prevención del contagio.

Ante esta realidad, gobiernos y organismos internacionales, en especial la OMS, tienen la delicada tarea de seguir informando y de atender la emergencia sanitaria, la cual impacta ya a los mercados internacionales y tiene repercusiones políticas en diversas naciones. Como ejemplo sobresaliente, la aparente fortaleza de Donald Trump para reelegirse en las elecciones presidenciales de noviembre próximo, está en duda por el impacto del Coronavirus en la opinión pública estadounidense, hoy por hoy polarizada por temas sociales, entre otros, el del acceso a servicios de salud para todos, que es bandera de los precandidatos del Partido Demócrata.

La casi pandemia es fuerte llamada de atención a la comunidad internacional para que no posponga la atención de rezagos que polarizan y confrontan a sociedades, en particular a las del mundo periférico, que nunca repuesto de su antigua condición colonial, sigue acumulando agravios, injusticias y conflictos de la más diversa índole, en su mayoría derivados del agotamiento del modelo económica neoliberal.

En el Viejo continente, ahí donde brillan opulencias que contrastan con las miserias de otras latitudes, la situación oscila entre tragedia y risa. Los saludos de beso y apretón de manos, han sido sustituidos por frías sonrisas y una prudente distancia entre personas. Aunque triste, la crisis también genera ganancias. La demanda de mascarillas y gel desinfectante, es negocio redondo y objeto de especulación por parte de sus productores y distribuidores. Por si fuera poco, hay quienes efectúan compras de pánico y se encierran en su casa para, así, evitar el contagio. Otros usan las redes sociales para enviar alarmantes estadísticas de mortalidad y listas de nuevos países afectados por el Coronavirus. Como realidad kafkiana, la mayoría de las personas somos ya parte de este juego indolente y macabro. Ante esta lamentable e histriónica situación, probablemente el mejor camino para la salud de mente y cuerpo sea informarse y tomar las cosas con calma, no con indiferencia, de tal suerte que a las dificultades de la vida cotidiana, no agreguemos tensiones y angustias.

En 2009, la influenza del virus AH1N1 propició algo similar a lo que ahora acontece. En ese entonces, la cooperación internacional cumplió un papel relevante para la contención de la amenaza viral. Hoy, es de esperar que la comunidad mundial haga acopio de su experiencia y buenas prácticas para atender la emergencia y que los gobiernos no politicen el tema, que los medios informen sin amarillismo y que las personas demos uso racional a las redes sociales. Solo así alejaremos al torbellino de estadísticas escandalosas, que no dicen nada y solo distraen la atención de los asuntos que realmente tienen en vilo a la paz y la seguridad globales.

Internacionalista.