Hay miles de imágenes de la pandemia del Coronavirus. Me conmueven dos: la invasión de monos a las calles de Bangkok, Tailandia, buscando alimentos en los basureros aprovechando la ausencia de humanos y la que veo al dar mi “escapada” diaria de mi “arresto domiciliario”, en los jardines de Villa Olímpica: la belleza multicolor de flores, árboles y todo tipo de plantas musicalizadas por el canto de cientos de pájaros y adornadas por el vuelo de mariposas.

La naturaleza, los seres vivos, animales y vegetales, continúan alegrando una vida que está pasando por una “guerra” ( así la llamó Jean-Michel Macron, presidente de Francia)  donde los humanos se alejan de ellos mismos, la “sana distancia” para evitar ser contagiados por el COVID-19.

El colorido de la vida, bajo la luminosidad y calor solar  está  bajo el manto invisible y silencioso de una pandemia de consecuencias desconocidas.

Ante ése sombrío panorama reviven las peores actitudes.

Incluso científicos como Noam Chomsky divulgan visiones  delirantes, otros reviven el lugarcomunismo. Ambas “vacunan” a los poderosos y al poder por su doctrinarismo paralizante y estéril.

La ausencia de propuestas que se refugia en la admonición dogmática, termina por otorgar  coartadas perfectas a los que hacen todo por evitar compromisos de políticas viables para afrontar la pandemia.

No hay cifras capaces de registrar los probables escenarios de quebranto, en todos los sentidos, que estamos en riesgo de vivir en un plazo muy corto.

Es desolador escuchar el más pedestre aldeanismo, instalado en lo más profundo del “pensamiento” del presidente y sus secuaces, perfectamente armónico con su “machisimo” y su religiosidad desaforada.

La vulgarización, simplificación y demás “virus” que contaminaron al pensamiento social empañan la visión de los pioneros que diagnosticaron las causas radicales (de raíz) de la perversión del capitalismo.

Los olvidados y condenados de la Tierra, se confrontan a un dilema infernal: sufrir y morir por la pandemia o padecerla al mismo tiempo que el virus de la miseria los condena al sufrimiento de siempre y su inmensa letalidad.

Quizá por ello, muchos se refugian en el pensamiento mágico o simplemente evaden la realidad y no es raro escuchar quienes dicen  que la pandemia del Corona Virus, es una patraña de los de arriba.

Varias semanas después del  registro de infectados por el Coronavirus, el gobierno federal admitió que “nos encontramos en la Fase 2”, por existir un crecimiento de casos de contagio locales.

Sin rubor alguno presumen que “nos hemos adelantado dos semanas”, cuando es exactamente lo contrario.

Lo más preocupante es  que ante la inminente crisis económica que se avecina y los estragos que ya están presentes, no se  tenga la menor intención de dar un viraje en la política económica.

Aunque la reacción ante la pandemia, es muy variada casi todos los gobiernos han formulado propuestas no solamente  sanitarias, sino cambios en sus políticas  para afrontar la crisis económica.

Aquí se insiste en mantener sus “programas sociales”, de lo que Manuel Aguilera Gómez denomina limosnerismo, en su libro más reciente: México: El Tránsito del Estado Contemplativo al Estado Promotor, editado por la UNAM,  en su página 16 afirma: “Es obvio el menosprecio a crear instituciones propias del Estado de Bienestar; en su lugar se ha privilegiado “el limosnerismo”. En general,  se han  privilegiado los subsidios en sacrificio de la inversión pública…” Algunos  analistas jóvenes, como Jorge Andrés Castañeda plantean: “Ante este escenario lo único que queda es una política contracíclica, de carácter fiscal. Es indispensable un cambio en la política fiscal que ha seguido este gobierno. Evitar una catástrofe económica que haga recordar las crisis del pasado requiere que el Estado mexicano se ponga a gastar y a gastar bien y lo haga rápidamente”.

Agrega, “en el mediano plazo es imperativo aumentar de forma significativa la inversión pública para reactivar la economía… El gobierno debe lanzar un gran plan de inversión público en infraestructura que eleve la inversión pública de 2.6  por ciento a 5 por ciento, un aumento de 2.4 por ciento del PIB. Un plan que no recicle proyectos del sector privado que ya existían, sino que busque, por una parte, reactivar la economía mexicana, y por otra, dotar al país de la infraestructura social que tanto carece. (Frente a la Crisis: un golpe de timón; nexos.com.mx, 23 marzo 2020).

Viridiana Ríos  describe en el Diario español El País, 26 de marzo 2020: “México tampoco tiene suficiente dinero ahorrado. Los 400.000 millones de pesos que López Obrador dice tener son parte fondos de estabilización presupuestaria que no serán suficientes pues, de acuerdo a los estimados de riesgo de la misma Secretaría de Hacienda, si la economía mexicana se contrae al -4 por ciento y el tipo de cambio continúa arriba de 24 pesos por dólar, se necesitará usar dos terceras partes de esos fondos tan solo para mantener el mismo nivel de gasto en México”.

“Aún si México tuviera el dinero, el Estado carece de vasos comunicantes con un gran porcentaje de la población. El 32 por ciento de la población no tiene una cuenta bancaria, el 22 por ciento de la economía es informal y el 56 por ciento de los trabajadores son informales. Incluso los programas sociales se estima que llegan a 20 millones de personas, en un país donde hay 54 millones de pobres”, concluye Ríos.

Aunque  cada vez hay expresiones de crítica al desempeño gubernamental, en los medios  intelectuales de diversa orientación ideológica o de formación académica, como las citados por mi  en ésta colaboración para Siempre, todavía no surje una respuesta social capaz de promover el viraje que hoy más que nunca es necesario. Pero también es cierto que existe una tendencia creciente a la baja en las diversas encuestas, de la calificación al presidente Andrés Manuel López Obrador.

Solamente  forjando una fuerza social, política, cultural y de todo tipo será  posible  frenar la política  arrogante e ineficaz que nos llevó a vivir ésta pandemia en el peor escenario posible, donde un poco más del 60 por ciento de los habitantes de México vive el COVID -19, en una terrible paradoja: son los más vulnerables y no pueden recluirse en sus casas. El desempleo, la sobrevivencia en la llamada economía informal, sin derechos ni ninguna seguridad social o de salud sistema que ya estaba colapsado por la torpeza gubernamental. Todo ello nos tiene ante un de los más sombríos días por venir.

La miseria es un virus permanente y de mayor letalidad.