El presidente Andrés Manuel López Obrador está mudo. No le habla a la Nación para decirle la gravedad de la pandemia del Corona Virus. Prefiere hablar horas de la falsa rifa del avión o ir hasta Badiraguato para saludar de mano a Consuelo Loera Pérez, mamá del Chapo Guzmán  o mostrar su amistad a Jaime Bonilla y decir sin ningún rubor que a veces se  “toman  un selfie  con él, delincuentes de cuello blanco.

Uno de sus protegidos Miguel Barbosa, Gobernador de Puebla, afirmó que “Si ustedes son ricos tienen el riesgo, si ustedes son pobres, no, los pobres estamos inmunes”, el presidente recomendó  comer en las fondas porque nuestra cocina “milenaria” nos da fortaleza.

Ante una de las peores crisis humanitarias, el gobierno de la Cuarta Transformación divulga la “teoría” de la  inmunidad de la miseria.

Por ello no extraña escuchar “ésta supuesta epidemia es puro cuento, de los de arriba  para sacar lana y como son “guevones” están  pasándola de “poca madre en su casas con alberca, mientras  los jodidos no tenemos de otra  que “jalar” o nos  quedamos  sin comer”.

Eso y otros fenómenos derivados de una “cultura” de  exaltación de la pobreza ajena, que al mismo tiempo defiende la obscena riqueza de las élites, produce una terrible realidad:  solamente un 30% de la población o menos, está en su casa, después de un mes del primer caso de COVID 19 y a pesar de los angustiados llamados del Subsecretario Hugo López Gatell, pidiendo solitario “Quédate en Casa”.

“Tenemos el agua al cuello” me dice una joven ambientalista defensora del Planeta.

El riesgo de una apocalipsis planetaria está a la vuelta de la esquina. Los riesgos de exterminio del planeta son terriblemente verosímiles.

Éstas palabras me las dijo antes del surgimiento del Corona Virus.

Uno de mis maestros de la entonces, Escuela Nacional de Economía, vacunándonos contra el doctrinarismo “marxista” nos dijo: a quien me diga que los problemas de México se resuelven con el socialismo, lo repruebo. No quiero “respuestas”  para todo y para nada, basadas en los “dogmas de fe”.

Sin embargo, ante lo que hoy padecemos a nivel planetario, no está de más recordar en qué contexto ocurre el Corona Virus.

Considero sensato lo que plantea David Harvey en “Política anticapitalista en tiempos de Coronavirus: “… La experiencia previa había mostrado que uno de los inconvenientes de una globalización creciente estriba en lo imposible que resulta detener la rápida difusión internacional de nuevas enfermedades. Vivimos en un mundo enormemente conectado en el que casi todo el mundo viaja. Las redes humanas de potencial difusión son inmensas y están abiertas…”

Ésta pandemia, conviene no olvidarlo, es un componente dramático de lo que algunos investigadores consideran una Era denominada Antropoceno. En la página del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM,  Conceptos y Fenómenos de Nuestro Tiempo hay una conceptualización:

El Antropoceno, de acuerdo a su definición más básica, se refiere a una nueva era geológica cuyo motor de cambio es el ser humano (Crutzen, 2006). Los promotores del concepto señalan que el uso de fertilizantes para la agricultura, la deforestación, la producción y el desecho de enormes cantidades de plásticos, las pruebas nucleares y la quema de combustibles fósiles han generado y acelerado cambios irreversibles y sin precedentes en el planeta: extinciones masivas de especies, altas concentraciones de dióxido de carbono y metano en la atmosfera, elevados niveles de nitrógeno y fosfato en los suelos, contaminación oceánica, deshielo de los polos e incremento de la temperatura (Carrington, 2016)

Ya en “cuarentena” vino a mi departamento un hombre a fumigar los ductos de basura que hay en Villa Olímpica. Cargando un cilindro, semejante a los de oxígeno, pero con el químico para  “limpiar”  plagas y seguramente sumamente tóxico;  cruza desde Iztapaluca, en las cercanías de Texcoco, hasta el Sur de la Ciudad de México transportándose en el Metro suburbano, luego desde Pantitlán en Metro y después hasta llegar al Metrobús. Cruza más de 50 kilómetros durante más dos horas y media. En ese lapso y el de regreso, recibe millones de excresencias de todo tipo, sudores, salivas y demás emisiones de microbios, trasmitidos por miles de personas hacinadas en el transporte público.

Decenas de miles asisten diariamente a vender o comprar toneladas de productos a la Central de Abastos, La Merced y centenas de tianguis.

Millones sobreviven en el comercio ambulante. Otros tantos consumimos sus productos.

La pregunta obvia es: hay manera de “blindar” con una “cuarentena” a un sector que no rebasa el 30% , cuando el 60% vive en y de le Economía Informal?

Es la teoría de la “inmunidad de la miseria.

Vivimos en una desigualdad de todo tipo. Hay muchos países dentro de un mismo territorio y otras tantas culturas, costumbres y hábitos.

El desafío del Corona Virus es inmenso para cualquier país del mundo.

Se potencia para los países pobres y peor para los que sufrimos gobiernos infestados de ineptitud, arrogancia y cada vez mayor exhibicionismo de actitudes desquiciadas.

Todos los terribles daños a niveles de salud, de pérdida de vidas y de consecuencias económicas desconocidas, no anulan las experiencias personales.

Registro aquí dos de ellas, escritas por algunos  amigos.

Un amigo francés escribe: “Efecto especial de la cuarentena: viendo la televisión. O más bien la observo. Y descubro que está en gran parte preparada bien arriba, que aquellas y aquellos que la hacen pueden prever a largo plazo cómo manejar su daño.También aparecen mensajes breves que intentan amortiguar la diferencia entre lo que se vive y lo que se ha hecho”.

Otro desde Nueva York narra: Hoy es domingo y llevo 14 días sin salir. Mi pareja también. Cada uno en su casa. Nos vemos por el FaceTime varias veces en el día. A veces intento extender la mano para tocarlo, pero no lo logro. Sin embargo, el intento me calma las ganas, momentáneamente.

Y agrega: “El miércoles pasado me detuve un minuto parado con la puerta del refrigerador abierta. Miraba el pan, y contaba las rodajas que quedaban. Nunca había tenido la responsabilidad de contar la comida. Nunca había tenido que pensar en cómo hacerla crecer en caso de que cierren todo”.

 

Reproduzco parte del Poema de K.O’Meara , escrito durante la epidemia de la peste en 1800:

 Cuando la tormenta pase

Y se amansen los caminos

y seamos sobrevivientes

de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso

y el destino bendecido

nos sentiremos dichosos

tan sólo por estar vivos.

Y le daremos abrazo

al primer desconocido

y alabaremos la suerte

de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos

todo aquello que perdimos

y de una vez aprenderemos

todo lo que no aprendimos.