Nos sorprende el ánimo presidencial por la victimización anticipada frente a la identidad de propósitos que se conforman en distintos sectores de la sociedad ante el proceso político electoral para la renovación de la Cámara de Diputados en los comicios del 6 de junio de 2021. Aquí quien práctica —un día sí y otro también–la confrontación y la escisión de quienes no se pliegan a su voluntad política, ¿acaso requerirá se le explique la función de las elecciones para que las y los ciudadanos decidan libremente el otorgamiento de los mandatos que les compete conferir?
En el país existen diversos movimientos que plantean distintas estrategias para hacer frente a la forma y el contenido de la gestión presidencial en marcha. Actúan abiertamente. Tanto y, con frecuencia, tan superficial y torpemente, que generan anticuerpos para el Ejecutivo Federal y el partido político que fundó y lo respalda.
¿Por qué entonces recurrir al expediente de llevar a una de sus conferencias matutinas un documento que le habría entregado un simpatizante incrustado en el ámbito de quienes se oponen a su hegemonía? ¿Por qué pretender que la información emanara de una supuesta investigación periodística de El Universal, y a lo cual el diario manifestó su rechazo? ¿Por qué buscar el señalamiento de que quien se le opone articula acciones para lograr propósitos políticos legítimos y legales? ¿Por qué caracterizar a sus adversarios como el Bloque Opositor Amplio (BOA)?
Porque los procesos electorales del 2020-2021 y la elección federal de la llamada cámara popular son cruciales para el destino del movimiento que ha encabezado. El riesgo real para que cambie la correlación de fuerzas en esa cámara es el entendimiento y los acuerdos entre el pluralismo excluido y agredido para conformar una alianza estratégica que —en conjunto–logre la mayoría absoluta en San Lázaro para la LXV Legislatura Federal.
Jugar a la víctima ha sido estrategia frecuente en el político tabasqueño y ahora recurre nuevamente a ello. Estamos frente a una paradoja, quien agrede y deturpa como método de acción para distinguirse políticamente, reprocha que quien tenga otro pensamiento y otra opción busca construir el contrapeso ante las y los electores.
Nuestra democracia se sustenta en un sistema de partidos cuya función es —entre otras–organizar a la ciudadanía para contribuir a que integre los órganos de representación política, con base en las ideas, principios y programas que postulen.
Sin embargo, se ventila la queja a partir de simular lo que no existe, pero puede fraguarse, como el ladrón que grita para distraer la persecución y ponerse a salvo. Quien no da tregua en la conducta de campaña permanente, se olvida del gobierno en plena crisis sanitaria y económico-social y se ha negado a actuar como jefe de Estado en las condiciones más graves para la Nación, denuncia por anticipado a quien desee ejercer sus libertades políticas más elementales: participar, asociarse y postular una opción distinta.
La República no iba bien: en lo político, el centralismo autoritario y la voluntad hegemónica; en lo económico, la incertidumbre y la recesión; en lo social, la inseguridad pública y la confrontación como bandera; en lo ambiental, el desprecio a cumplir leyes y compromisos; y en lo cultural, la facción con unos y el olvido con otros.
La pandemia de la covid-19 cambió el eje de referencia y alentará el discurso del “tan bien que íbamos”, para evadir responsabilidades y asignarlas al virus y sus consecuencias en la salud y las condiciones económicas y sociales de nuestro pueblo. Es parte de la intencionalidad de denunciar la cohesión de los adversarios: mientras se atendía (¡¿?!) la emergencia se organizaban contra el gobierno. Es parte del ánimo por desviar la narrativa del proceso electoral federal en torno al desempeño de la administración ante el SARS-CoV-2. Se ha mencionado mucho y bien: el presidente Andrés Manuel López Obrador y la administración federal no son responsables del virus, pero sí de las acciones para prevenir y eludir contagios, personas enfermas y decesos lamentables.
Lejos de establecerse programas con objetivos concretos en torno a las personas y sus actividades económicas y sociales, se enfatizó la distracción sobre la preparación y disposición de capacidades y la información numérica –manipulada–sobre lo que ocurre o se dice que ocurrió, pero no políticas públicas evaluables en torno al resultado de las acciones gubernamentales. Son presentadores o narradores de una historia fatal en un clima de incertidumbre, no servidores públicos dando cuenta de uso de recursos y gestiones cuya eficacia y eficiencia que permita presentar logros en favor de las personas.
Todo apunta a que los comicios del año entrante pueden ser el momento de expresar la valoración de millones de personas sobre la gestión gubernamental en torno a la pandemia y sus consecuencias.
Y la clave de la viabilidad del proyecto modernista en 2021-2024 está en la elección para la Cámara de Diputados.
Por la forma equivocada en que se aplicó la ley y se resolvieron las impugnaciones sobre la asignación de las diputaciones de representación proporcional en 2018, y simplificándolo a las alianzas actuales en esa cámara, con 48.7 por ciento de la votación, Morena, PVEM, PT y PES obtuvieron 334 curules (dos tercios) y con 46.62 por ciento de los sufragios, PAN, PRI y PRD, MC y NA lograron 176 curules. Es decir, la votación tuvo una gran distorsión en la integración de la cámara. Eso no deberá repetirse.
El otrora candidato presidencial ahora no estará en la boleta —como lo ansiaba—, pero en 2018 ayudó a que los candidatos a diputados de su coalición ganaran en 218 distritos de los 220 en que triunfó, sin necesidad de contar los votos del PT y del PES.
La administración federal buscará que los candidatos de Morena y sus aliados (en reelección o no) capitalicen los subsidios disfrazados de programas sociales; ¿podrán refrendar los 225 triunfos uninominales del 2018? El análisis fino es indispensable para la estrategia.
El caudillo modernista que reitera la intolerancia como su vía y pide definiciones al decir “se está por la transformación del país o se está en contra…” formula el llamado a la alianza estratégica de quienes piensan distinto.
Es una disyuntiva: plegarse al iluminado o soportar las consecuencias. Lo segundo implica ir a las urnas con una propuesta alternativa, de equilibrio, de contrapeso, que será factible desplegar si se obtiene la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, con base en un planteamiento que logre cohesión más allá del rechazo a López Obrador. Una propuesta anclada en principios compartidos, objetivos concertados concretos y la conciliación de los medios tácticos para alcanzarlos.

