A lo largo del capitalismo se han producido múltiples crisis de las que llamamos cíclicas, y en los últimos dos siglos ha habido tres de las que pueden clasificarse como estructurales, y que para resolverse tiene que haber una transformación en las formas de acumulación de capital e igualmente una reestructuración de la división internacional del trabajo. Una de las crisis estructurales es la de los años 70 del siglo XIX, otra la de los treintas del XX (ambas necesitaron de dos guerras mundiales) y la de los setentas del siglo XX que padecemos hasta ahora.

En ninguna de las crisis estructurales anteriores se había vivido una situación como la que enfrentamos hoy a causa de la pandemia de Covid-19. En estos meses y los que están por venir, se superponen tres fenómenos en la economía internacional. En primer lugar, la crisis estructural que, como dije, no ha podido resolverse, pues a pesar de la estrategia de la globalización y el neoliberalismo, el proceso de acumulación de capital no ha podido recuperar fluidez y, al contrario, el capitalismo ha experimentado crisis financieras recurrentes. Un segundo fenómeno es que precisamente porque la crisis estructural no ha podido resolverse, la economía internacional, en especial los países altamente industrializados, como Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia o Reino Unido, estaban registrando una desaceleración de sus economías que, como ya se sabe afecta inmediatamente a los países subdesarrollados como México.

El tercer fenómeno, nunca antes experimentado, ni siquiera durante las dos guerras mundiales, es que, debido al confinamiento como único medio de disminuir los contagios, las economías de casi todos los países se paralizaron durante varios meses y de manera prácticamente simultánea. Dicho en breve, hoy se superponen la crisis estructural, la crisis cíclica como desaceleración de la economía internacional, y la paralización de las economías.

Como se trata de una realidad no vivida anteriormente, todos los gobiernos alrededor del mundo están probando diversas estrategias para la recuperación de las economías a través de la reapertura. La dificultad inmediata es que en muchos países la reapertura ha provocado rebrotes de la pandemia, por lo cual, a pesar de todo, diversos gobiernos han optado por reponer el confinamiento y cerrar nuevamente sus economías, ya que la prioridad evidente es disminuir los contagios y las muertes.

En estas condiciones es, si no imposible, por lo menos muy arriesgado prever, qué es lo que sucederá en la economía internacional y en cada uno de los países. Por lo pronto, el Fondo Monetario Internacional publicó una actualización de sus previsiones, fechada en junio de 2020, en la que calcula (aunque curándose en salud de que hay una gran incertidumbre), que la economía mundial caerá un -4.9 por ciento. Entre los países a los que se refiere en particular, Estados Unidos caerá -8.0; Francia, -12.5; Italia, -12.8; España, también caerá -12.8; Reino Unido, -10.2.

En cuanto a México, siempre según los pronósticos del Fondo, disminuirá -10.5 por ciento. Esto quiere decir que la caída será mayor de la de Estados Unidos, pero menor que la de Francia, Italia y España. En cuanto a la recuperación, la tasa de crecimiento será de las más bajas, pues el Fondo estima que, en 2021, la economía mexicana sólo crecerá 3.3 por ciento.

Si las previsiones del Fondo se cumplieron, sólo lo sabremos hasta el siguiente año, por ahora sólo podemos señalar que la economía mexicana está en alerta roja. En mi siguiente nota me referiré a los datos que hasta ahora pueden obtenerse sobre lo ya ocurrido, cuáles son los sectores más afectados y algunas de las posibles vías de recuperación.