Las maestras y los maestros son agentes fundamentales del proceso educativo y, por tanto, se reconoce su contribución a la trasformación social. Tendrán derecho de acceder a un sistema integral de formación, de capacitación y de actualización retroalimentado por evaluaciones diagnósticas, para cumplir los objetivos y propósitos del Sistema Educativo Nacional

Párrafo quinto del artículo 3º de la Constitución, adicionado el 15 de mayo de 2019

 

Decía Germán Dehesa que una felicitación de cumpleaños sin el regalo respectivo es demagogia. Hago una paráfrasis para analizar lo destinado al magisterio en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2021 para educación.

Hasta donde tengo registro histórico, ningún presidente de México tuvo tanta reunión con líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, de las dos facciones más grandes. Tampoco tantos mensajes de aliento para los maestros de México, aunque no pueda decirse que el presidente Andrés Manuel López Obrador les ofrezca un discurso lúcido e hilvanado, pero sí frases sobrecargadas.

Por ejemplo, la locución contundente que expresó el 12 de diciembre de 2018, al firmar la iniciativa de reforma al artículo 3º de la Constitución: “Nunca jamás se le va a faltar al respeto a los maestros, habrá muy buenas relaciones con los maestros y las organizaciones sindicales”. Y remató: “Compromiso cumplido, maestros”.

En efecto, en las piezas oratorias, tanto de él mismo, como del secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, los maestros aparecen como personas ejemplares, aún los disidentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que interrumpen clases, secuestran de casetas de peaje y vías férreas, incendian edificios públicos y saquean comercios. En esas arengas o en los sermones desde el púlpito mañanero del Palacio Nacional, los maestros y las instituciones donde se forman son los grandes puntales de la educación equitativa y de excelencia a la que aspira la patria mexicana.

Y se manifiesta en leyes, en la Constitución misma. El nuevo párrafo quinto del artículo 3º reza. “Las maestras y los maestros son agentes fundamentales del proceso educativo y, por tanto, se reconoce su contribución a la trasformación social. Tendrán derecho de acceder a un sistema integral de formación, de capacitación y de actualización retroalimentado por evaluaciones diagnósticas, para cumplir los objetivos y propósitos del Sistema Educativo Nacional”.

Y pudiera citar párrafos completos de elogios y prohibiciones, como “Valorar el trabajo docente en las aulas, evitando la evaluación punitiva”. Palabras atractivas que cuando algún diputado de Morena las lee se acercan a lo sublime. Además, en los primeros días de septiembre el presidente se reunió con los líderes de la CNTE, con quienes se comprometió a que habría incremento en el presupuesto para educación pública y pensiones. O con la dirigencia de la cuadrilla que comanda Alfonso Cepeda Salas, donde ratificó el compromiso. La CNTE ni siquiera —en público, quien sabe en la recepción privada— agradeció la deferencia.

En cambio, Cépeda Salas se revolcó en lisonjas al mandatario: “fue una reunión muy productiva, nosotros le manifestamos el apoyo institucional a su gobierno y él, de su parte, le agradeció a todas las maestras y los maestros de México el esfuerzo por sacar adelante, de la mejor manera posible, a sus alumnos en condiciones tan difíciles con esto de la educación a distancia, con muchas carencias dentro de la adversidad y, sobre todo, la entrega y el apostolado que han demostrado muchísimos  maestros a lo largo y ancho del país” (Comunicado 38 20 del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, 3/9/2020).

Sin embargo, tanto amor no se manifiesta en el Proyecto del PEF para el año que viene; al contrario, parece más un castigo. Ya desde el presupuesto de 2020, donde el gasto destinado a educación creció sólo 3%; para 2021 sube en 1%, pero la mayor parte de ese crecimiento va para los programas de becas Benito Juárez, Jóvenes escribiendo el futuro y la Escuela es Nuestra; cercanos emblemáticos del gobierno de AMLO.

A partir del 15 de mayo de 2019, la Constitución asienta que “El Estado fortalecerá a las instituciones públicas de formación docente, de manera especial a las escuelas normales”. Y el PEF incumple con dicho mandato; ya desde el presupuesto de 2020.

Para el Programa para el Desarrollo Profesional Docente (S247) proyecta una disminución del 49% y al de Fortalecimiento a la Excelencia Educativa (S300) no le asigna recursos; en la práctica lo desaparece. Mexicanos Primero calcula que para la función primordial de formación continua se estipulan 71 pesos mensuales para cada docente en ejercicio en la educación básica. Y con la eliminación del programa S300, el gobierno de la Cuarta Transformación contraviene la promesa del presidente y el mandato de la ley de fortalecer a las escuelas normales.

Entiendo que dadas las condiciones de crisis económica —que el gobierno niega— sea complicado crecer el presupuesto para programas y proyectos que —como el tren maya o la refinería de Dos Bocas— no están en el corazón del presidente. Lo que me parece frívolo —y hasta vanidoso— es proclamar amor a los apóstoles de la educación nacional y, al mismo tiempo, recortarles el dinero para operación.

A los maestros de las normales, de la Universidad Pedagógica Nacional y del Tecnológico de México no se les hará su vieja demanda de homologar salarios y prestaciones con los profesores de la Universidad Nacional Autónoma de México. Empero, seguirán recibiendo panegíricos desde la cúspide del poder político, como en los festejos de cumpleaños.