Es más o menos conocido el cine de Juan Orol, cineasta  hispano-cubano-mexicano, su filmografía incluye El reino de los gángsters (1947), Gángsters contra charros (1947), Cabaret Shangai (1949), El infierno de los pobres (1951);  sus películas tienen un humor involuntario y como tales son clásicas entre los conocedores de cine, incluso se exhiben en las “salas de culto de París”, a veces durante mucho tiempo.

A ese género corresponden algunas acciones y declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador. Dijo en relación a la “renuncia” de Víctor Toledo a la Secretaria de Medio Ambiente, por “razones de salud”, dado que el intenso trabajo le “generaba estrés”. Ante lo que el presidente dijo: no resistió el estrés, que no es una cuestión de la pequeña burguesía, como lo creía él mismo presidente, quien consideraba que era una “exquisitez”.

Hay datos que afirman que el estrés lo padecen el 75 por ciento de los trabajadores mexicanos. Porcentajes similares deben existir en el resto del mundo.

Es simplemente hilarante.

Mientras tanto en su “segundo informe”, omitió algunas cuestiones, no tan cómicas.

Amnistía Internacional lo refutó, señalando qué del 1 de diciembre de 2018 a la fecha, se registraron 11 653 desapariciones. Para muestra, un triste ejemplo: la señora Filiberta Ozuna busca a su hijo desde hace dos meses, por lo que reprocha al presidente no haber atendido la denuncia que ella misma le hizo, durante una de sus visitas a Acapulco.

Según algunos activistas y defensores de derechos humanos, han sido asesinados 20 ambientalistas durante éstos 21 meses del gobierno de López Obrador. Entre ellos Samir Flores.

Durante los últimos seis meses, desde el primer caso de contagio del Virus Corona, Covid-19, el gobierno ha reiterado “vamos bien”. Mientras en la realidad, el 1 de septiembre se registraron 65 mil 241 muertos; 606 mil 36 contagios y la tasa de letalidad es de 10.8 por ciento

El desastre económico es reconocido por el propio secretario de Hacienda Arturo Herrera, quien dice que la crisis será la peor sufrida por el país desde 1932.

Sin embargo, el presidente dice que su “modelo” para hacer frente a la crisis, lo están tomando como ejemplo, dado que no recurrió a la deuda para “rescatar” a los grandes empresarios. No habrá otro Fobaproa, aunque algunos intelectuales de izquierda me lo pidan, repite el presidente cada vez que se refiere a la crisis.

En Palacio Nacional, ante 70 invitados, afirmó que ha cumplido el 95 por ciento de sus compromisos. No dice cuál es el 5 por ciento que no cumplió.

Ese puede ser:

  1. Regresar al ejército y las fuerzas armadas a sus cuarteles.

Ha hecho lo contrario. Se creó la Guardia Nacional bajo mando militar. Continuando en la práctica con la “guerra de Calderón” y de Peña Nieto.

  1. No realizar proyectos que afecten al Medio Ambiente y a las comunidades originarias.

Tampoco cumplió. Están en marcha el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Transístmico, varias Plantas Hidroeléctricas y otros proyectos extractivistas.

  1. Declaró que México era un país abierto a los migrantes.

Todos los días hay acciones de la Guardia Nacional, del Instituto Nacional de Migración y de otros cuerpos e instituciones del Estado contra los migrantes. Todas esas acciones conforman en la práctica un Muro, para impedir su tránsito a los Estados Unidos e incluso su estancia en México.

  1. Dice, todo el tiempo, que su gobierno no es neoliberal. Incluso decretó su muerte.

Sin embargo, se niega a romper varios de los postulados fundamentales del Consenso de Washington. Ninguna reforma fiscal que grave a los grandes capitales; no romper el “equilibrio financiero”; recortes al presupuesto que han reducido recursos a la ciencia, la cultura, la salud y en su lugar han despedido a varios miles de empleados del sector público de ingresos muy mediocres o muy bajos.

  1. No habrá más gobierno de ricos en un país de pobres.

Varios de los integrantes de su gabinete y de sus aliados tienen ingresos anuales muy altos. No solamente Manuel Bartlett; Olga Sánchez Cordero; Alfonso Durazo; Irma Eréndira Sandoval, Alfonso Romo y otros más, quienes no hicieron declaraciones completas de sus bienes y tienen ingresos superiores a varios de millones de pesos anuales, en muchos niveles del gobierno y entre sus diputados, senadores, gobernadores, presidentes municipales, así como muchos dirigentes de Morena o de sus partidos aliados son millonarios conocidos en el país o en sus localidades.

Además de los cinco puntos mencionados, el gran tema del combate a la corrupción no ha pasado del caso de Emilio Lozoya Austin, cuyo turbio proceso no augura un final feliz.

Al mismo tiempo un porcentaje muy alto de la asignación de obras, contratos de servicios y demás erogaciones millonarias se han otorgado sin licitación alguna o concurso. En varios casos de esos contratos se han otorgado personas cercanas al partido Morena o alguno de sus aliados o a personas con vínculos muy cercanos al presidente.

No es extraño usar los Informes presidenciales como un medio de propaganda.

Lo extraño es que, a pesar de todas las dificultades, errores, ineficacia, mentiras, demagogia y el creciente deterioro de todo tipo en la salud, el empleo, la educación, la ciencia, la cultura, la dependencia y sometimiento al gobierno de Trump; el presidente Andrés Manuel López Obrador siga teniendo un alto índice de aprobación.

No es tampoco un caso único.

Los casos de Boris Jhonson, Jair Bolsonaro; Tayyip Erdogan en Turquía e, incluso, Donald Trump en su probable derrota, muestran un comportamiento semejante. Millones de personas de los estratos sociales más pobres, de trabajadores sometidos a la precariedad laboral y salarial, decenas de millones de migrantes y un inmenso universo creciente de sectores de las capas medias; han dado un viraje hacia los partidos y candidatos demagogos.

El discurso o “narrativa” de todos estos demagogos, parte de presentarse como “enemigos” del “establishment” –lo ha reiterado Trump en su discurso de nominación como candidato del Partido Republicano– del “sistema” o de la “mafia del poder”.

No importa cuál sea su trayectoria. Incluso si son grandes millonarios como Donald Trump y Boris Johnson, si son abiertamente derechistas o tienen un extraño extravío ideológico como AMLO, de difícil ubicación en este último caso.

El desafío sigue siendo construir un proceso de transformaciones que vayan a la raíz, radicales. Lo que no debe interpretarse como estridente y mucho menos repetir los viejos dogmas que llevaron al fracaso al movimiento socialista y comunista, por el inmenso daño que causaron a sus sociedades esos regímenes totalitarios.