Para algunos analistas, comentócratas y opinadores, vamos corriendo a toda prisa rumbo a un país bananero. Jorge G Castañeda dice: “Nos jactamos durante mucho tiempo de no ser una república bananera, como las de Centroamérica, el Caribe o parte de América del Sur. Primero, no exportábamos plátanos; segundo, nunca hubo una United Fruit Company en México ni su equivalente (tal vez El Aguila); tercero, no subían y caían dictadores militares cada par de años, ni se disfrazaban como Woody Allen en la película epónima de 1971. En fin, ese infierno eran los otros.
“La rifa del avión y la carta de López Obrador al Senado sobre los expresidentes vienen a confirmar lo que muchos intuíamos desde hace tiempo. Nos hemos convertido en aquello de lo que antes nos burlábamos: una república bananera”.
Cuando empezaron a ocurrir tantos episodios bananeros, algunos analistas consideraban que en un país como México era imposible que eso tuviese alguna viabilidad.
Un elemento para desechar la conversión de México en país bananero, es nuestra vecindad con Estados Unidos. Eso era más o menos sólido antes de la llegada a la presidencia de esa potencia de Donald Trump. Ahora no sería “anómalo” un vecino bananero, cuando el propio presidente que despacha en la Casa Blanca es un bananero
Considero que el tema es menos anecdótico, que no es imposible el atropello de las estructuras institucionales, los procesos jurídicos y su comportamiento servil ante un autócrata.
En un Diálogo imaginario entre Maquiavelo y Montesquieu, Maurice Joly, pone las siguientes palabras en boca de Maquiavelo:
“No lo harán; cumplirán con su deber como corresponde lo hagan; pues en materia política, en interés del orden, es imprescindible que los jueces estén siempre de parte del poder. Lo peor que podría acontecer sería que un soberano pudiese ser vulnerado por medio de sentencias facciosas: el país entero se aprovecharía de ellas al instante, para atacar al gobierno. ¿De que serviría entonces haber impuesto silencio a la prensa, si ella tuviera la posibilidad de renacer en los juicios de los tribunales?”.
Sin darle vueltas, no es imposible que un mazacote de consideraciones muy poco apegadas al debido proceso, como lo es la iniciativa del presidente enviada al Senado para “consultar” a la sociedad si “éstas de acuerdo con que las autoridades realicen una investigación sobre presuntos actos ilícitos de ex presidentes y, en su caso, se inicie un procedimiento judicial garantizando el debido proceso”, sea sancionada favorablemente por la Suprema Corte de Justicia. Tanto por lo que aduce Joly atribuyéndoselo a Maquiavelo. Como porque la actual composición de la Suprema Corte tiene integrantes muy cercanos al propio presidente López Obrador.
Lo curioso es que puede ocurrir también lo contrario. Un gran escándalo de mucho ruido y pocas nueces, donde los ex presidentes sean el “payaso de las bofetadas” queden totalmente desprestigiados, pero finalmente puedan caminar “del brazo y por la calle”.
Abundan los indicios de un desenlace semejante.
En cualquier caso, el presidente López Obrador habrá conseguido su objetivo: volverse a colocar como el símbolo del combate a la corrupción, sin temor a procesar a los ex presidentes del “neoliberalismo”, a quien, en su exposición de motivos para realizar la consulta, considera el origen de todos los males del país ocurridos a partir del gobierno de Carlos Salinas. No consigo entender porque exonera a Miguel de la Madrid, cuando ha sido el discurso de los nacionalistas estatistas, que fue con ese presidente que se produjo un “golpe de estado técnico”, que desnaturalizó al “Estado de Bienestar” y nos condujo al desastre nacional. Algo le falló al presidente a la hora de redactar su alegato o de plano quien lo escribió no está familiarizado con esa “narrativa”.
Esta hábil jugada del presidente, le permite desviar la atención del desastre que vivimos en todos los ámbitos de la vida nacional: pandemia con más de 70 mil muertos registrados oficialmente, probablemente multiplicados por dos o tres veces según varios estudios e incluso admitidos a regañadientes por Gatell.
Descenso, monumental del PIB a menos de 8 puntos, según los datos del propio secretario de Hacienda; pérdida de ingreso y empleos de una docena de millones de personas de la economía formal y la informal.
Quebranto casi total del sistema de salud con miles de médicos, para médicos, enfermeras y pacientes al borde de la rebelión.
Violencia en expansión como nunca lo hubo, ni durante la sangrienta guerra de Calderón.
Militarización en todos los aspectos de la vida pública, lo que se está convirtiendo en una muy peligrosa tendencia represiva, como lo hemos visto en el caso de la actuación militar en Chihuahua.
Creciente violación de los derechos humanos, especialmente los de las mujeres, no solamente con el incremento de feminicidios sino en el atropello cotidiano en sus familias, las empresas, el estado y en la vida comunitaria tanto urbana como rural.
Potenciales choques de estudiantes con los aparatos militares por defender sus escuelas, especialmente los normalistas, fenómeno que se extenderá con motivo del rechazo de cientos de miles de jóvenes a las universidades.
Tendencias de incrementos de la inflación y aumento de los precios de los productos de primera necesidad e inclusive fenómenos de desabasto.
Todo ese escenario apocalíptico, no es el producto de la mente “afiebrada” de un puñado de conservadores golpistas y sus voceros en los medios, a los que se les amenaza con el destierro y a muchos más se les despide de los periódicos o medios donde colaboraban, para poner en práctica la doctrina del jefe de la revolución Cultural y sus Guardias Rojas el inefable Paco Ignacio Taibo II convertido en Pol Pot.
El desafío anti democrático sigue sin encontrar una ruta para detener esta conversión de México en país bananero.
Estamos emplazados a buscar vías de construcción de una resistencia civil, pacífica, democrática que interrumpa está carrera rumbo al precipicio.
La respuesta no debiese estar en manos de una lógica anticomunista, de contenido racista y promotora de la confrontación violenta, como ocurrió en otros países en el curso del siglo XX y continúa dándose en Siria, en Venezuela, en Nicaragua y de alguna manera en el Norte de Italia, en el Reino Unido con los partidarios triunfantes del Brexit, en Francia con los partidarios de la familia Le Pen y el gobernante turco Erdogan, muy asiduo a las “conferencias” tipo mañaneras.
Hoy tenemos a un presidente solitario encabezando el grito ante figuras creadas por la tecnología y embelesado con su antorcha gigantesca al estilo de Nerón tocando la lira ante las llamas en Roma. Mañana puede pasar cualquier cosa.