El Covid-19 trajo un sinnúmero de cambios en el hacer educativo, en la práctica de los maestros y en el currículum prescrito. El alto funcionariado de la Secretaría de Educación Pública se vio forzado a tomar decisiones; el 20 de marzo suspendió las clases presenciales y puso en marcha —con improvisación si se quiere, pero actuó— Aprende en Casa, un programa de educación a distancia. El propósito estipulado era concluir el año escolar y que los alumnos alcanzaran los aprendizajes esperados. Misión imposible.
Estoy convencido que —en contraste con la política general del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que administra de pésima manera la pandemia— en la SEP hacen esfuerzos serios para ofrecer servicios educativos que atenúen los efectos de la calamidad. No bálsamos prodigiosos, pero sí actividades que disminuyan los problemas. Seguro, como apuntan muchos de mis colegas, maestros y padres de familia, crecerá la brecha en la desigualdad social y educativa, se ampliarán las diferencias en el aprendizaje entre los que tienen todo y los que carecen de lo mínimo. También es previsible que tendremos rezagos importantes en el aprendizaje de bastantes alumnos y que será imposible cumplir con el currículum oficial.
Compañeros de oficio, analistas de la política educativa o de otras dimensiones del sistema escolar, argumentan —y pienso que tiene razón— que, para examinar la práctica de la educación a distancia en medio de la pandemia, se necesitan miradas nuevas e instrumentos de análisis diferentes. La vida ya no es igual, el encierro revolvió todo. A pesar de ello, observaré la acción de Aprende en Casa II (ACII) con herramientas de hace tres décadas; no de todo ACII ni de sus consecuencias, sino de la ejecución del currículum en la modalidad a distancia. Pienso que las reflexiones de José Gimeno Sacristán son útiles para este fin.
En El currículum: una reflexión sobre la práctica (Madrid: Morata, 1991) Gimeno Sacristán sustenta que el currículum “es puente entre la teoría y la acción, entre intenciones o proyectos y realidad”. Y establece el foco del análisis: “La estructura de la práctica obedece a múltiples determinantes, tiene su justificación en parámetros institucionales, organizativos, tradiciones metodológicas, posibilidades reales de los profesores, de los medios y condiciones físicas existentes”.
Si bien Aprende en Casa I fue un proyecto dictado por la emergencia, la SEP tuvo tiempo para diseñar ACII con más cuidado, herramientas y un arsenal de medios electrónicos producidos desde décadas atrás. Sin embargo, no instituyó parámetros —lo que en la jerga del sector público mexicano se conoce como reglas de operación— institucionales para medir los alcances del programa y los cambios en el ejercicio del currículum dictados por las condiciones materiales. Cierto, la mayor parte de la burocracia está en cuarentena y hay un decreto que la protege hasta el 4 de enero de 2021, pero los cuadros superiores, los que hacen la política, trabajan desde casa y no diseñaron tales reglas.
No obstante, no me parece una falta grave, gracias a la carencia de regulaciones institucionales para la emergencia, las tareas y actividades fijas que dicta el currículum prescrito no pueden cumplirse (controlar al grupo, organizar actividades extracurriculares, resolver conflictos entre alumnos, por ejemplo). Tampoco pueden efectuarse las tareas administrativas convencionales, aunque otras aumentan y el control que ejercen directores de escuelas y supervisores escolares no disminuya, quizá sea al revés. Pero también eso ha facilitado que docentes cumplidos y motivados, generen innovaciones, que usen su imaginación, que puedan resumir en 20 minutos faenas que toman horas. Lo más importante, sus alumnos aprenden, tal vez no lo que se espera en el currículum formal, pero otras cosas que en las condiciones presentes pueden ser más relevantes.
Empero, las posibilidades de un mejor desempeño de los profesores chocan con la tradición pedagógica y la práctica dominante en la escuela presencial. Muchos maestros quieren hacer lo mismo con los medios digitales o la enseñanza por televisión. Es lógico, la transición a nuevos métodos pedagógicos enfrenta la persistencia cultural, los hábitos arraigados de muchos docentes. Su educación en las escuelas normales es para trabajar en el aula, atender a niños, realizar actividades con efectos inmediatos y encargar tareas a los alumnos. Otros se quejan porque no reciben capacitación, no poseen habilidades para el manejo de tecnologías de la información y comunicación —algunos se niegan a aprender— y otros más sólo cumplen con el horario. Lo que parece una constante, que incluso se ensancha, es encargar tareas a los alumnos.
Los medios y condiciones materiales existentes determinan mucho del hacer del sector educativo en la pandemia. Es posible que el encierro se extienda hasta entrado 2021 y el contexto impulse una nueva arquitectura de la práctica docente, no un cambio radical, no una modificación tajante del paradigma dominante, pero si mudanzas en ciertas formas. Si como dice Gimeno Sacristán, el currículum es puente entre la teoría y la acción, ACII, modifica tareas y actividades. También se incrementan las percepciones sociales sobre el trabajo docente; muchas mamás —también papás, pero en menor cantidad— revaloran a los maestros de sus hijos, se dan cuenta de que la práctica de enseñar es una labor compleja, fatigosa y que demanda más que buenas intenciones.
Quizás, cuando se haga el balance final de las consecuencias del covid-19, la acción del gobierno del presidente López Obrador arrojará más cargos que abonos, más pérdidas que ganancias. Acaso la SEP no resulte tan mal calificada. ¡indiscutible, no se cumple el currículum prescrito, pero tampoco hay un quebranto fatal!


