En recuerdo respetuoso del Dr. Mario Molina.
La abundancia de noticias, algunas relevantes y otras abiertamente deleznables o muchas francamente denominadas fake news, combinadas dan origen a la llamada pos verdad.
Es posible que todo ello contribuya, y al mismo tiempo sea producto, del extravío político e ideológico predominantemente en el escenario mundial y nacional. En diversos temas, no exclusivamente en lo político.
Ese barullo genera una estridencia muy favorable para los demagogos.
La decadencia planetaria está poniendo en riesgo la subsistencia misma del Planeta Tierra, éste panorama apocalíptico y el vacío de opciones revolucionarias, ha propiciado la impostura, la insólita expresión de virajes absurdos en los comportamientos políticos, culturales e ideológicos favoreciendo a los peores personajes de una picaresca política, como Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, la familia Le Penn y cada vez más Andrés Manuel López Obrador.
Resulta muy enigmático comprender cómo pueden apoyar a un gobierno tan errático, con abiertos lazos con el gran capital; con insólitas conductas de sumisión ante los gobernantes de los Estados Unidos; con una serie de políticas claramente anti populares y sin la menor propuesta de cambio social; algunos o quizá la mayoría de antiguos comunistas, de diversas tendencias: maoistas, algunos trotskistas, castristas-estalinistas; bajo la “tesis” de apoyar a Andrés Manuel López Obrador ante los “intentos golpistas de la derecha”.
Es igualmente aberrante la oposición anticomunista, de sectores medios de la burguesía, principalmente la del norte del país y en particular la de Nuevo León. bajo lemas verdaderamente ridículos, como son “impedir la instalación del comunismo en México” y muchas veces bajo las imágenes religiosas sobre todo las de tipo católico.
No se debe menospreciar que esa delirante fuerza anti López Obrador, haya conseguido movilizar varias decenas de miles al zócalo en las semanas recientes.
Hasta donde tengo memoria es la primera vez que ello ocurre.
Ese fenómeno exige reflexionar, no quedarse en el epíteto de condena a la reacción.
Vamos a decirlo claramente: hay mucho ruido y pocas nueces.
Las “izquierdas” que apoyan al gobierno llamado de la Cuarta Transformación, no tienen elementos sólidos o siquiera promesas de cambios sociales y políticos que ameriten su creciente fanatismo pro AMLO.
Las “derechas” ultramontanas combaten molinos de viento, porque el gobierno aplica sin ningún rubor las políticas favorables a los grandes capitales y no ha realizado reforma alguna, por tibia que sea, a favor de los sectores oprimidos cada vez más pobres, en el desempleo, sin las mínimas garantías para su estabilidad en empleo, mucho menos para su salud, su retiro, sus pensiones o la protección de las minorías de género, de la erosión del medio ambiente y la creciente política de exterminio de las comunidades originarias en sus formas de propiedad, sus gobiernos y sus recursos naturales.
No existe paso verdadero hacia la promoción de organizaciones autónomas de los asalariados, de los miserables que obtienen escasos ingresos en la economía informal, de los campesinos, de los comerciantes y ahora también de los jóvenes con calificación incluso de pos grado que están viendo como se liquidan centros de investigación, científica y centros de cultura, bajo la premisa de “combatir a la corrupción” como lo es la liquidación de 109 fideicomisos. No se diga las decenas de miles de rechazados por las Universidades públicas mediante los exámenes de admisión, que siguen aplicándose sin rubor alguno del gobierno de la Cuarta Transformación.
Es pública la complicidad del gobierno y el presidente con los antiguos charros sindicales y con grupos igualmente corruptos de líderes que tienen compadrazgos con el propio presidente.
Si no hay cambio, por qué diablos unas “izquierdas” estancadas en el castro-estalinismo se rasgan las vestiduras combatiendo a la “derecha”, a los “traidores”, a los “intelectuales orgánicos” a los “corruptos” (sin decir nada de los que apenas el gobierno anterior de Peña Nieto eran sus colaboradores y hoy son parte del gobierno en altos cargos, no se diga la de los pertenecientes a gobiernos desde la época de Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón) a todos éstos “demonios neoliberales” los amnistiaron, los exorcizaron y de un plumazo hoy son “leales y comprometidos luchadores por la Cuarta Transformación y combaten a los conservadores de antaño”.
Todo éste enredo, es el resultado de no asumir la derrota de un proyecto de “comunismo” o de “socialismo” que envileció sus banderas rojas libertarias al ensangrentarlas con los crímenes de millones a nivel del extenso territorio del “socialismo realmente existente”.
El derrumbe con la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989; la desaparición de la URSS en diciembre de 1991 y la secuela en el resto del Centro y Este de Europa, además de la restauración del capitalismo en China y la tragedia en el resto del a antigua Asia “socialista” y sus réplicas en África y el Caribe; ante todo ese fenómeno histórico aplican la política del avestruz.
Optan por la nostalgia, la agrupación religiosa en cofradías marginales y en el caso mexicano, confunden su fracaso con la ilusión de haber “conquistado” un “triunfo histórico”, con la votación obtenida por Morena y Andrés Manuel López Obrador.
Con ello un pequeño grupo de ex marxistas justifican sus cargos secundarios en el gobierno de AMLO, sin condicionar su presencia a la aplicación de un programa mínimo de orientación popular.
La cuestión rebasa el asunto de las decisiones y biografías personales.
Estamos ante el riesgo de una restauración al viejo estilo de la presidencia imperial y por ello resulta imprescindible criticar esas tendencias, desde los más diversos foros, espacios, movimientos y sobre todo en el estímulo y apoyo a los nuevos movimientos como el de las feministas, los ambientalistas los indios de todas las comunidades originarias y especialmente los acosados pueblos indios del EZLN.
No tiene ningún sentido enredarse en el torneo de burócratas que buscan la dirigencia aparente de Morena; que es el preludio de la disputa “por la grande”; donde todo está predeterminado, en ambos casos será Andrés Manuel López Obrador quien decidirá con “lo que diga su dedito”.
El pantano de esa guerra tribal y las correspondientes en cada Estado para obtener la bendición de AMLO en las gubernaturas, diputaciones y presidencias municipales, tendrá un final predecible: el fortalecimiento de un caudillismo bananero.
Todo lo anterior ocurre en el marco de una política basada en la extraordinaria comunicación popular del presidente bajo los paradigmas de “me canso ganso y la operación de la Tremenda Corte de Tres Patines”.