La pandemia evidenció lo que ya sabíamos (cuando menos las mujeres); esto es, que en México, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las mujeres destinan 39 horas semanales al trabajo no remunerado (cuidados y hogar) en comparación con los hombres que dedican 13 horas. El trabajo no remunerado de las mujeres es “la mano invisible” (así lo ha dicho la CEPAL), que sostiene la reproducción social y prepara la fuerza de trabajo para el mercado sin ser valorado ni retribuido. La pandemia exacerbó esta situación con el cierre de las escuelas, pues sumó a la ecuación el cuidado en casa de niños, además de adultos mayores y enfermos. Y actualmente muchas mujeres realizan trabajo remunerado y no remunerado en los mismos espacios físicos y temporales; por lo mismo se puso con mucha mayor seriedad sobre la mesa la necesidad de sentar las bases para construir un Sistema Nacional de Cuidados.
Todos necesitamos ser cuidados; sin cuidados no hay salud, no hay crecimiento, no hay vida y sin duda no hay oportunidades. Los cuidados son importantes porque sostienen la vida; el problema es que esta labor recae especialmente en las mujeres, pues tradicionalmente se ha pensado que las labores de cuidados son algo que por naturaleza les corresponde, incluso públicamente hemos escuchado constantemente a funcionarios públicos de primer nivel replicar en sus discursos estos estereotipos e incluso aludir al que las labores de cuidados con producto del amor (de las madres y las abuelas). Estamos obligados por ende a repensar estas tareas y a reconocer que las mujeres ven mermado su desarrollo profesional y económico, mientras otros sectores se convierten solo en observadores y beneficiarios de estas circunstancias; de suerte que hoy más que nunca, es necesario replantearnos con corresponsabilidad estas tareas.
Por ello celebro que, el pasado miércoles 18 de noviembre la Cámara de Diputados haya aprobado con 302 votos a favor el dictamen de reforma a los artículos 4 y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; por medio del cual se crea un Sistema Nacional de Cuidados garantizando el derecho al cuidado digno con base en el principio de corresponsabilidad; lo que sin duda es una pieza clave para avanzar hacia la igualdad y generar oportunidades de bienestar para las mujeres en este país. Con esta reforma constitucional sin duda se avanza a la transformación social a partir del reconocimiento de la igualdad de los derechos de las mujeres. Se reforma el párrafo noveno y se adiciona un párrafo último al artículo 4º, y se adiciona la fracción XXX-A al artículo 73, ambos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para quedar en los términos siguientes: “…Toda persona tiene derecho al cuidado digno, entendido como el conjunto de actividades, relaciones y procesos que sustenten vitalmente a las personas a lo largo de todo el ciclo vital y les otorguen los elementos materiales y simbólicos para vivir en sociedad. La garantía del derecho al cuidado compromete tanto su dimensión económica, social, política, cultural y psicológica…”
El Estado asume así la corresponsabilidad sobre el derecho a los cuidados desde el nacimiento hasta la edad adulta, como un tema de interés público; y esto es un paso enorme para garantizar el derecho al cuidado digno a lo largo de la vida y al tiempo propio de la mujeres lo que sin duda abonará a su desarrollo. Así, con esta reforma se plantea como eje la corresponsabilidad de todos y de todas, del Estado, del mercado, de la comunidad, de las familias, de los hombres y desde luego de las mujeres para hacer efectivo el derecho al cuidado digno; pero no solo eso, sino que es una reforma que plantea la importancia de que las mujeres se incorporen al mercado, se desarrollen personal y profesionalmente y sobretodo puedan hacer efectivos sus derechos. Esta reforma finalmente rompe con la división sexual del trabajo, pues promueve la equidad en las tareas del cuidado, a través de programas y políticas públicas de igualdad, lo que sin duda significará un cambio de paradigma al poner sobre la mesa que las tareas de cuidados no son intrínsecamente femeninas; que el cuidado de l@s hij@s, de la personas con discapacidad o de los adultos mayores no les compete única y exclusivamente a las mujeres. Adicionalmente es una reforma que de alguna manera reconoce la enorme contribución de las mujeres a la economía del país y sobretodo el importante papel que han desempeñado durante esta pandemia pues han sido un soporte social. Ya es hora de que se les reconozca pero sobretodo de que obtengan una remuneración por el trabajo que cotidianamente desempeñan.
Con esta reforma constitucional el Estado garantizará el derecho al cuidado digno con base en el principio de corresponsabilidad entre mujeres y hombres, las familias, las comunidad, el mercado y el propio Estado; esto es, por un lado, las personas estarán en absoluta libertad de decidir si adquieren o no la obligación de cuidar a quien lo requiera; y por el otro, el Estado está obligado a crear un Sistema Nacional de Cuidados que sea una realidad. Lo que necesariamente significa legislación (Ley General del Sistema Nacional de Cuidados), políticas públicas y financiamiento (recursos) para el Sistema. Así, se garantiza a nivel constitucional de parte del Estado servicios de calidad en la atención y cuidados para la población en general. Se reconoce a nivel constitucional que toda persona tiene derecho al cuidado y a cuidar, que el Estado promoverá la corresponsabilidad de hombres y mujeres en las labores de cuidado, pero sobre todo que las labores de cuidado serán de interés público; esto sin duda abonará a la generación y creación de programas y políticas públicas de igualdad en sentido real o sustantivo. Es una reforma que está llamada a hacer realidad los principios de igualdad entre hombres y mujeres, les reconoce a estas últimas que son algo más que fuente inagotable de amor y ternura, que son algo más que madres, esposas e hijas, se les reconoce su derecho al “tiempo propio”, puede ser libre o para su desarrollo, incluso para incorporarse al trabajo remunerado.
En México aproximadamente 90 millones de personas mayores de 12 años realizan labores de cuidados en sus hogares sin recibir remuneración. Y del total de las horas trabajadas en labores de cuidado más del 70 por ciento lo realizan las mujeres. Esto es, quienes realizan las tareas de cuidado, preparan la comida, lavan, planchan, cuidan a los enfermos, a los adultos mayores y a las personas con discapacidad son las mujeres. A esto, con la pandemia, se ha sumado la educación formal, ya no basta con el apoyo en las tareas; sino que son las mujeres quienes asisten a niñas, niños y adolescentes en su educación y sin embargo no reciben remuneración alguna, siendo que la labores que realizan aportan casi el 25 por ciento del Producto Interno Bruto (esto de acuerdo con cifras del INEGI) un equivalente a mil 756 millones 829 mil pesos; y están absolutamente invisibilizadas. Además, las mujeres por el trabajo de cuidado se ven obligadas a emplearse en la informalidad y son responsables únicas de más de 10 millones de niñas y niños de cero a 5 años, quienes, en el 80 por ciento, no tienen acceso a guarderías y con las políticas públicas de este gobierno las cifras se incrementan debido al cierre de las estancias infantiles, y a la eliminación del presupuesto para el programa de escuelas de tiempo completo. Adicionalmente, según cifras del mismo INEGO una de cada tres personas necesitan cuidados y las cifras serán cada vez mayores pues en los próximos años habrá más personas mayores, esto es, la pirámide poblacional se verá invertida; de suerte que si queremos tener crecimiento productivo tenemos que sumar a las mujeres, tenemos que empoderarlas económicamente hablando. Ello además abonará no sólo a un aumento en la productividad sino también en la reducción de la violencia contra las mujeres pues impacta en la construcción de políticas públicas con perspectiva de género y no solo patriarcales, al reconocer que la división sexual del trabajo no es sostenible.
El rumbo ha sido ya fijado por las y los diputados al haber aprobado el dictamen, ahora toca el turno al Senado y posteriormente a las legislaturas de los estados para estar del lado correcto de la historia y cerrar las brechas de desigualdad que tanto daño nos hacen como país. Es tiempo ya de hablar de corresponsabilidad en las tareas de cuidados y de contribuir a una distribución de trabajos que no esté basada en la división sexual, sino que este basada en la participación equitativa de tod@s y que abone a la enorme deuda histórica que tenemos con las mujeres producto de la organización social tradicional que las invisibiliza. ¡Garantizar el derecho al cuidado digno y al tiempo propio es sin duda un gran avance en materia de igualdad y justicia social! Es un primer paso para garantizar la igualdad de género y una vida sin discriminación hacia las mujeres.