Dos años después de la asunción de la presidencia por Andrés Manuel López Obrador, sumado a la derrota de Donald Trump, estamos presenciando una ebullición política muy interesante de diversas fuerzas que buscan construir un alternativa opositora al denominado gobierno de la 4T.

Aunque es muy riesgoso hacer clasificaciones con las coordenadas anacrónicas de la “derechas” y las “izquierdas”, menos cuando se pretende erigirse en una especie de “Santo Oficio”, como lo suele hacer el presidente y arroga la “facultad” de determinar quiénes son de “derecha” y quiénes son de “izquierda”; tampoco sirve ignorar la existencia de grupos, bloques y gestación de frentes, alianzas, de diverso tipo para forjar una oposición al gobierno actual.

El 10 de noviembre de éste anómalo año 2020, se realizó una Convención Ciudadana Si por México, trasmitida por las redes, a la que asistieron líderes del PAN, del PRD y del PRI además de integrantes de esa agrupación como Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex, Claudio X González Guajardo y Beatriz Pagés, directora de nuestra Revista Siempre.

Los tres partidos concurrentes aceptaron explorar una alianza electoral para los comicios del año próximo. En el encuentro que se llevó a cabo en un hotel al Sur de la Ciudad de México, la organización planteó la necesidad de una democracia plena; acceso a la justicia; una economía inclusiva; educación y salud universales; igualdad sustantiva y un medio ambiente sano y sustentable. También el PRI, el PAN y el PRD aceptaron éstos seis puntos de la Agenda Ciudadana elaborada por Si por México.

Casi simultáneamente se publicó un extenso documento suscrito por el MTS, el MAS y la LUS donde nos anuncian: “acordamos crear un frente político electoral basado en un programa obrero y socialista que proponga una salida a la crisis histórica que estamos viviendo, para presentar unitariamente ante millones de trabajadores, mujeres y jóvenes. Para eso queremos aprovechar la tribuna que son las elecciones, en las cuales buscaremos conquistar una candidatura independiente, única posibilidad que permite la antidemocrática legislación electoral, enfrentando las múltiples trabas que impone el Instituto Nacional Electoral, agravadas aún más por la pandemia”. Esas tres organizaciones de la izquierda trotskista formularon un programa anticapitalista de 34 puntos.

Es muy temprano y al mismo tiempo ha corrido mucha agua en el río de la historia de las alianzas, frentes y coaliciones de grupos políticos, sociales, de empresarios, de mujeres, de jóvenes tanto de tipo derechista como de las izquierdas no oficialistas y de grupos de alguna manera considerados como de “centro” o moderados; lo significativo es que parece estar concluyendo una etapa de cierta “pasividad“ opositora y comienzan a surgir embriones de una oposición o de varias oposiciones al gobierno que triunfó hace dos años de manera arrolladora en las elecciones del 1 de julio del 2018.

Mientras se producen éstos fenómenos en el ámbito de agrupaciones que intentan unir sus fuerzas para dar la batalla política en el marco institucional e incluso electoral, ocurren diariamente hechos de violencia cada vez más salvajes.

En éstos mismos días hemos conocido de las acciones represivas en Cancún contra una manifestación de protesta contra el feminicidio de una joven de 20 años de edad que fue descuartizada. La represión se realizó utilizando armas de alto poder y se hicieron disparos. Es muy preocupante que los tres niveles de gobierno se tiren la pelota y no asuman con firmeza el rechazo al uso de la represión armada contra manifestantes. Para variar el presidente se ha enredado en su “discurso” cantinflesco.

Esa misma retórica de contradicciones y ausencia de claridad la ha expresado el presidente ante la tragedia padecida por sus paisanos en Tabasco, Veracruz y Chiapas por la falta de medidas para contener los desbordamientos de ríos y presas que con cinismo admitió como un error de la propia Comisión Federal de Electricidad (CFE), su director Manuel Bartlett, burlándose del propio gobernador de Tabasco.

Al momento de escribir éste texto me entero del asesinato de la alcaldesa de Jamapa, Veracruz, Florisel Ríos Delfín, quien recientemente había sufrido agresiones del secretario de Gobierno del Estado y cuyo esposo se encuentra escondido por las amenazas de muerte recibidas.

Hay decenas e incluso centenas de casos de violencia contra las poblaciones campesinas e indias en el conjunto del país y especialmente en las que tienen vínculos con las organizaciones y gobiernos autónomos bajo la influencia del EZLN, que en éstos días sufrieron ataques de grupos paramilitatres.

Cada vez más se están presentando casos de represión contra las luchas y movilizaciones de las diversas corrientes feministas, incluyendo las que se dieron en las calles del centro de la Ciudad de México el 11 de noviembre contra una movilización de protesta contra la represión en Cancún. También son reprimidas las movilizaciones de maestras y las que se dan entre los estudiantes.

Es un escenario un tanto demencial o al menos de cierto tono surrealista, el que estamos viviendo en el país.

Todas las acciones de violencia, el crecimiento de muertes por acciones criminales de todo tipo y no solamente las atribuidas a los grupos o bandas del llamado “crimen organizado”, sumadas al impresionante número de contagios y muertes derivadas por la pésima política gubernamental ante el Covid-19 y las enfermedades, que algunos médicos denominan endémicas, como el cáncer, la diabetes, las de orden respiratorio y cardiacas, la obesidad y las múltiples derivadas del hambre y la miseria; todo ello más la tendencia autoritaria y de sistemática destrucción de algunas instituciones y ámbitos de libertad, que realiza éste gobierno, sin dejar de lado el desastre económico que sufrimos; pudieran conducir al menosprecio de proyectos que buscan salidas políticas para evitar el derrumbe y la decadencia nacional.

Asumiendo que casi es hacer el papel de “abogado del diablo”, defender el camino democrático y la búsqueda de la construcción de acuerdos, plataformas e incluso programas de fuerzas diversas o en cierto sentido antagónicas, como las que se están agrupando en Si por México y en las del Frente Socialista, es necesario aprender la lección de la combinación de fuerzas tan diversas que hicieron posible la derrota de Donald Trump. Gracias a una impresionante participación que hizo posible eludir la anacrónica estructura electoral elaborada para garantizar la dominación de los WASP (White, Anglo, Saxon, Protestant), término utilizado en los Estados Unidos para referirse a las personas de origen anglosajón y religión protestante.

La derrota de Trump, la gran victoria de los chilenos contra la Constitución de Pinochet y la convocatoria a un constituyente autónomo y la victoria del MAS en Bolivia, pueden estar marcando el fin una fase de hegemonía de gobiernos demagogos, eufemísticamente llamados populistas y en ese contexto pueden ayudar a consolidar un viraje contrario a las tendencias represivas y anti populares del gobierno de AMLO.

Es la hora de insistir en otro camino para consumar un cambio, capaz de sacar al país de la larga decadencia que padecemos.

Es hora de superar la política del avestruz y atreverse a forjar una gran alianza por el cambio.