Escribo estas notas el miércoles por la mañana, con la mente en vilo porque si gana de nuevo Donald Trump vendrán tiempos más crudos para el mundo, no sólo para Estados Unidos. La incertidumbre es el signo de estos días, también en México. La Cámara de Diputados pronto desvelará la versión final del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2021.

Cuando en los primeros días de septiembre la Secretaría de Hacienda dio a conocer el proyecto de PEF para el año que viene, a muchos nos brincó el ojo al observar que no se asignaba un solo centavo al Programa de Escuelas de Tiempo Completo (ETC); fue una mala noticia. Aunque emergió en el gobierno de Felipe Calderón, este fue uno de los proyectos insignia de la reforma educativa del gobierno de Enrique Peña Nieto, que tuvo bastante apoyo popular. Quizá porque entregaba beneficios concretos a más de tres millones de familias.

Las ETC alargaron la jornada y ofrecían materias adicionales, prácticas de deportes, artes, manualidades e idiomas; también brindaban una colación sustantiva que, en muchas zonas, era el principal alimento del día para millones de niños pobres. Además de la importancia para la educación escolar, las ETC conformaron una red de protección contra la violencia externa y familiar y es donde los apoyos de los docentes del Servicio Técnico a la Escuela funcionaban mejor, este se destina a respaldar y proteger a infantes con capacidades diferentes y habilidades disminuidas.

El gobierno de la Cuarta Transformación no mostró simpatía por ese programa, acaso porque para el presidente López Obrador acarrea el sello neoliberal. Empero, en 2019 el programa contó con fondos hasta de 9,500 millones de pesos, porque el presupuesto se aprobó antes de que AMLO tomara posesión. Para 2020 los recursos presupuestados bajaron a 5,100 millones de pesos (una reducción del 46%) y quién sabe si se ejercieron a cabalidad. Y para 2021 nada, cero.

No que el asunto de eliminar del presupuesto a un programa querido y popular prendiera fuego en la pradera, pero de inmediato surgieron protestas. Primero de los directores y maestros de las mismas escuelas —y a fe mía que no fue por el sobresueldo, que no es mucho— luego de padres de familia. Periodistas, académicos y organizaciones de la sociedad civil se solidarizaron con la gente que reclamó y, aun en medio de la pandemia, se organizó un dispositivo de defensa. Atención, este no es un movimiento concebido en términos convencionales, es un levantamiento de carácter intelectual, en prensa, medios, redes sociales y en conversaciones de docentes.

El presidente no acusó recibo del reclamo. Al parecer, en educación nada más le interesan los programas de becas Benito Juárez y otros más y las relaciones con los líderes de las facciones sindicales. En casi dos años en la jefatura del Estado no ha dicho algo sustantivo sobre la educación nacional, retórica en contra del pasado sí, pero nada edificante.

No obstante, en la Secretaría de Educación Pública el alto funcionariado sintió la presión y —no descarto el punto— es probable que los jefes —el secretario Esteban Moctezuma Barrajan y el subsecretario Marcos Bucio Mújica— conocieran las ventajas del programa. También es posible que diputados de Morena, con pasado de militancia en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación no están de acuerdo con desvanecer las ETC y, sin hacer ruido ni tomar casetas de peaje, presionaron a la Secretaría de Hacienda.

El secretario Moctezuma fue más explícito en su amparo a las ETC, primero en su comparecencia ante el Senado dos semanas atrás y el pasado fin de semana ante supervisores y directores de escuelas de Aguascalientes. El boletín de la SEP  286 (1 de noviembre), reseña palabras del secretario donde afirma que el presidente López Obrador “… garantizó la continuidad del programa de Escuelas de Tiempo Completo, en los 27 mil planteles que operan en todo el país, en consideración de que la mayoría se ubica en zonas indígenas y de alta marginación”.

Además, se puso al frente del movimiento por la permanencia de las ETC. Expresó: “durante estas semanas y meses, la dependencia gestionó, de manera reiterada y sin descanso, incluso de manera persistente y necia, la continuidad de los programas de Escuelas de Tiempo Completo…”. El secretario asegura que el presidente dijo sí, pero no me explico porque AMLO mismo no lo ha hecho público.

Observo dos opciones polares. La primera: el Congreso, a instancias de la Secretaria de Hacienda concede a las gestiones de la SEP —y de ciertos diputados— y las ETC y los otros programas obtengan fondos, aunque dudo que asciendan al menos a cinco mil millones de pesos. Si eso sucede, será motivo de celebración, una pequeña victoria de la razón.

La segunda: puede ser que el presidente se monte en su macho y diga no; que exhiba que él practica en grado mayor los atributos de persistencia y necedad que el secretario mostró con garbo. Presumo que, si AMLO manda la consigna, los diputados de Morena y sus aliados levantarán el dedo con obediencia, con lealtad ciega. Aunque no excluyo la posibilidad de que legisladores más fieles a la causa de la CNTE se rebelen, cavilo que crece la posibilidad de rescindir las ETC si es que Trump repite en la Casa Blanca; será una palma para el populismo en otras partes del mundo, no sólo en Estados Unidos.

Hago votos porque triunfe la primera opción. Sin embargo, en este asunto, como en la elección del norte, la moneda está en el aire.