Sabe, es muy fácil decir eso, porque la falta

De memoria es una de las cualidades sicológicas de este país.

Es su autodefensa y la defensa de mucha gente…

Todo el mundo se olvida de todo y siempre se dice

 que se puede empezar de nuevo y ya: esta hecho el exorcismo.

Si no hay memoria, no hay culpa, y si no hay culpa no hace falta

Siquiera el perdón, ve ¿cuál es la lógica?

Leonardo Padura, El señor que amaba a los perros

Ante los riesgos que tienen los ejercicios de las libertades por el creciente poder en manos del presidente, conviene recordar a batalla protagonizada por los estudiantes el 10 de junio de 1971, en San Cosme, con 44 muertos comprobados.

Por buenas y malas razones no soy tan nostálgico y creo que menos aún melancólico. Cuando pasan casi 50 años de un suceso en el que tuve una importante participación y del cual se ha escrito poco y mal. Aunque se habla de él en circuitos muy específicos, también distorsionándolo deliberadamente o por el simple paso del tiempo que vuelve brumosos los recuerdos y confunde circunstancias, momentos y personas.

Tenía un poco más de un año de haber regresado de Moscú

Tanto porque no soporté esa sociedad policiaca que me hacía sentirme preso; como por ser un pésimo estudiante y sobre todo por “mala conciencia”. No soportaba estar tan lejos, cuando a los compañeros y muchos cuates, aunque también había algunos ojetes; estaban presos en Lecumberri. Los habían casi linchado el 1 de enero de 1970. Por un mínimo de lealtad, de fraternidad y de encabronamiento mi lugar estaba en México peleando por su libertad.

Debo decir que casi no pesó en mi decisión de regresar el síndrome del Jamaicón, salvo las cocacolas, no extrañaba ni la comida, ni los olores, ni las calles, ni mucho menos el campo mexicano. Tampoco a ninguna chava. A mi familia la tenía muy cerca, como siempre, apoyándome en todo, incluso con los cien dólares que me mandaban casi todos los meses. En Moscú eran toda una fortuna. Bueno hasta tuve algunos ligues con rusitas de habla española, una de las cuales me hizo gozar el sexo. Además, cuando nos enteramos que Echeverría sería el presidente después de ser destapado por Díaz Ordaz me asusté mucho. No quería pasarme toda la vida desterrado en Moscú como los españoles de la guerra civil, que vivían aislados de la sociedad soviética y del mundo. Tenían un localito cerca de la Liublianka (policía política siniestra) y del Hotel Rusia o Rossia como se dice en ruso, que según los soviéticos era el más grande de Europa. En ese saloncito tenían botellas de vino y brandy español vacías. Había carteles de corridas de toros En las Ventas. Casi ninguno hablaba ruso. Eran unos desterrados en un gulag casi voluntario.

No quería pasarme el resto de mi vida en un gulag soviético.

Regresé a México justo el sábado anterior a la final de la Copa del Mundo de 1970.

A partir de ese momento volví a visitar a los compañeros a Lecumberri, casi todos los domingos.

Afuera quedaban unos cuantos activistas y aún menos militantes de la Juventud Comunista.

El “Partido” eran unos cuantos “profesionales” con salarios casi de hambre. Iban diario a los locales semiclandestinos. Discutían horas y horas en lugares escondidos de la policía y de “las masas”. Sus congresos se celebraban en casas inmensas de “burgueses” en Cuernavaca o a veces en los talleres de fábricas de militantes empresarios, muchos de ellos judíos.

Los “cuadros” del partido eran muy valientes, honrados y muchos caían presos por ir a visitar a los presos o por falsificar pasaportes para los camaradas de los partidos comunistas de Centroamérica.

Teníamos relación con unos cuantos obreros.

En realidad, los comunistas con relaciones con el movimiento éramos los estudiantes. En algunas universidades del país como Sinaloa. Guerrero, Oaxaca, Sonora, Chihuahua, Michoacán, el Politécnico, las Normales Rurales que eran nuestro bastión; algo en Chapingo y en la Nacional de Maestros y la Normal Superior. Unos cuantos intelectuales osados y párenle de contar.

Eran muy importantes y heroicas las mujeres comunistas, tenían triple jornada: sus trabajos asalariados; sus “tareas” militantes y además ser “los cuadros sostenedores” de sus maridos o parejas.

Con audacia el PC citaba manifestaciones de apoyo a Vietnam y Camboya desafiando a la policía.

No nos querían en La Habana, ni en China y en Moscú nos tenían “congelados” por habernos opuesto a la invasión a Checoslovaquia y haber apoyado al socialismo con rostro humano de Alexander Dubcek. EL PC vivía de las cuotas de sus militantes, de algunos “negocios” con los países socialistas como Agencias de Viajes y contrabando de ámbar, relojes y otras chucherías rusas y de otros países del “socialismo realmente existente”

El mito del “oro de Moscú” era eso. Lo más que le deban la Partido era “vacaciones” a sus dirigentes en balnearios y hoteles de dos o tres estrellas. También atención médica en sus policlínicas y “cursos” en la antigua escuela de cuadros de la Internacional Comunista, ahora disfrazada con el nombre de Instituto de Ciencias Sociales o algo así. Era una especie de monasterio.

Además, estábamos muy aislados y perseguidos. Lo primero porque la mayoría de los ex dirigentes del CNH nos acusaban de “haber vendido al movimiento por cuatro curules”. Lo segundo porque para el gobierno el PC era el verdadero “conspirador” que organizó la subversión del 68. Lo patético es que para los cubanos éramos unos provocadores al servicio de la CIA y lo mismo decían los polacos y aunque no lo decían abiertamente eso creían también los soviéticos.

La versión de la “traición” estaba entre líneas en el libro La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, que era y sigue siendo el libro más vendido y quizá más leído en torno al 68 o más específicamente al dos de octubre en Tlatelolco. Si lo leen verán que todos los comunistas presos son ridiculizados y a cambio son exaltados los miembros del llamado Pre Grupo de los antiguos dirigentes del CNH. Incluyendo algunos “asistentes” de los líderes.

No había casi ninguna voz crítica, salvo el periodiquito del PC, La Voz de México, la estridente revista Por Qué de  Mario Menéndez y unas cuantas y esporádicas menciones en la prensa; sin omitir los valientes  libros de Edmundo Jardón De la Ciudadela a Tlatelolco y el gran libro del maestro Ramón Ramírez en dos tomos El movimiento  Estudiantil de México Julio-Diciembre de 1968 editado valientemente por ERA y la gran novela de René Avilés Fabila El gran solitario de Palacio que tuvo que editar en Argentina; salvo esos pequeñísimos “espacios críticos”; la versión dominante en torno al movimiento del 68 era la del gobierno: una conjura comunista  para impedir las olimpiadas agredió a nuestras gloriosas fuerzas armadas en la Plaza de Tlatelolco y sus francotiradores mataron a 28 personas. Acontecimientos subversivos por los cuales se encontraban en prisión 68 “delincuentes”, que cometieron hasta 18 delitos y que fueron condenados a penas carcelarias que rebasan más de cien años de cárcel.

Continuará…