El país se encuentra en un pantano. Si nos movemos nos hundimos y si no también.

Cada día se producen hechos, dichos y situaciones muy preocupantes, al mismo tiempo que su cotidianidad las vuelve intrascendentes.

El gobierno comete actos cada vez más agresivos contra sus propias promesas. Resulta un tanto tedioso señalarlas.

Una semana se denuncia la concesión de contratos millonarios en PEMEX a la prima del presidente. Sus acólitos se desgarran las vestiduras y claman contra el periodista que difundió el acto de gran corrupción. El presidente ofrece aclarar el asunto. A la semana siguiente el mismo presidente, en la mañanera, afirma “le metieron un gol a PEMEX” y asunto terminado.

No es más que la reiterada actitud del presidente, ante hechos de inmensa corrupción de sus más cercanos colaboradores o familiares.

Nunca se investiga nada, mucho menos se procede penalmente y, sin embargo, cada día se proclama a la Cuarta Transformación como “el fin de la corrupción”.

La economía ésta en una recesión sin parangón.

La inmensa tragedia por la pandemia se considera muy grave por la OMS. Los responsables de combatirla voltean al otro lado y nos responden “ese llamado de atención de la OMS no es para nosotros, es para el país” (sic).

Así podemos ir ante cada uno de los temas nacionales y la respuesta del gobierno será siempre la misma, “vamos requeté bien, solamente nos atacan los conservadores”.

Al mismo tiempo en el muy enredado campo opositor, no se vislumbra una crítica con capacidad de convencer de dar un viraje, a decenas de millones de ciudadanos.

Mucho menos se avizora la construcción de una opción autónoma, una que rebase a la partidocracia y ponga fin al predominio en el poder de una casta, que lo ha detentado a lo largo de un siglo.

Esa casta sigue controlando los grandes capitales en sus diversas modalidades, incluyendo al financiero. Esa casta es aliada y beneficiaria del gobierno actual, incluso tiene representantes personales en el mismo gabinete.

En la oligarquía propiamente política, esa casta sigue controlando el poder y se ubica en todos y cada uno de los partidos con registro electoral.

En México se vive el fenómeno del trapecismo de manera grotesca, aunque no sea privativo de nuestra partidocracia, también ocurre en otras partes, en España le llaman la “puerta giratoria”.

A 6 meses de los comicios, el espectáculo es verdaderamente obsceno. Candidatos del partido gubernamental proceden directamente del PRI, sin el menor rubor acusan a la alianza opositora de exhibir la verdadera naturaleza del PRIAN que tanto ha señalado Andrés Manuel López Obrador, sin que esa paja en el ojo ajeno le haga visible la viga en sus propios ojos.

En esta atmósfera, por llamarle de alguna manera a este ambiente fétido y no reproducir las prácticas del lenguaje procaz de casi toda la partidocracia; cada día, cada hora que nos aproxima a la realización de las elecciones intermedias de junio del 2021, presenciamos los espectáculos más decadentes posibles.

Algunas imágenes parecen sacadas de una película de humor negro involuntario, en el más puro estilo de Juan Orol.

Los “precandidatos” de Morena arriban a la sede de esa franquicia electoral, en inmensos “carruajes”, camionetas blindadas, con sus guarda espaldas, al mismo tiempo que se autonombran defensores “del pueblo bueno” y “descendientes de comunistas legendarios”.

La estafa como norma.

Las políticas gubernamentales de combatir “la plaga de manzanas podridas, derribando los árboles completos” siguen produciendo el despido de millares de personas, la desaparición de aparatos e instituciones de Estado y cada vez más las víctimas son muchos de quienes votaron y apostaron al cambio ofrecido por el candidato de Morena, el mismo que desde la presidencia aplica la política que decía combatir.

Los duelos entre los “intelectuales” del presidente y los que él mismo califica como “intelectuales orgánicos”, en una confusión tremenda de conceptos que le escuchó a alguno de sus lambiscones con la máscara de “historiadores, ideólogos, comunicadores“; un revoltijo de palabras que “suenan bonito“ y parecen “domingueras”, cuyos efectos hirientes son muy dañinos para la convivencia democrática y que cada vez más apuntan hacia una centralización del poder en el presidente a niveles de caricatura de la llamada “presidencia imperial” .

Intelectuales dedicados a combatir por décadas al presidencialismo autoritario, hoy se enorgullecen de que la “economía” y todos los asuntos de la vida pública, tengan como único poder a la presidencia de la República.

El pantano también afecta a los críticos del gobierno.

Todos, sin excepción padecemos el síndrome del disco rayado, del Trio de boleros que siempre y en cualquier caso entona las mismas canciones.

Las letras de un eterno abandono, de una infidelidad perversa y dañina, no ofrecen una canción atractiva para “el respetable”.

No tenemos una “narrativa”, un “discurso” una propuesta de algo semejante a un programa de cambios viables, posibles y lógicamente articulados para salir del pantano.

La promoción de un debate de ese tipo, podría conseguir superar la mirada de corto plazo o la nefasta disputa de migajas entre los supuestos opositores.

Tampoco ha servido de mucho la disputa por la “herencia” de la izquierda.

Unas izquierdas incapaces de forjar una alternativa propia, ilusionadas con el Estado de la Revolución Mexicana y el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, se topan con la destreza del gobierno actual para incorporar en el lugar que sea y como sea, a unos cuantos que se ostentan como “comunistas”, sin que ni el presidente ni ellos reparen en lo más mínimo, lo que significa una herencia manchada por los crímenes de millones incluyendo a comunistas de buena fe que fueron ejecutados, enviados a los gulag de Siberia o del Trópico o simplemente silenciados por su “propia convicción” al ser “convencidos” de su “traición al socialismo, al partido y al jefe de la revolución”.

No tiene ningún sentido disputarle al gobierno la franquicia de la “izquierda”, del “comunismo”, ni la leyenda de los movimientos.

A éstas “alturas del partido” es irrelevante insistir en denunciar a AMLO como intruso y con pocas credenciales de izquierda.

Estamos ante el inmenso y desconocido reto de romper con las inercias dogmáticas de los opositores de la izquierda y forjar un movimiento que rebase los límites de una “burbuja” perdida en el tiempo y el espacio, para poner los cimientos de un nuevo camino.

Una ruta abierta al viento fresco de los jóvenes.

Salir del pantano es el desafío de hoy para un mañana distinto.

¿Sera posible?