…y yo le tengo cierto temor a los consensos

Andrés Manuel López Obrador.

 

Para nadie es un secreto que la autonomía —tal vez hasta la palabra misma— le causa resquemor al presidente Andrés Manuel López Obrador. Las andanadas verbales —que luego se transforman en consignas políticas para sus fieles— contra el Instituto Nacional Electoral, el Banco de México, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales y demás órganos que gozan —todavía— de autonomía por mandato constitucional.

También, lo sentenció el 4 de enero en la mañanera, va contra la autonomía de las universidades. Con su lenguaje peculiar se fue duro contra la corrupción dentro de las casas de estudio, acusó a rectores —o no rectores pero que tienen mando— y contra la Ley General de Educación Superior, que ya aprobó el Senado el 9 de diciembre de 2020. No le gustó el consenso, prefiere la polarización. El vehículo retórico que utilizó para dirigir su embestida es la gratuidad de la educación superior, instituida en el artículo tercero constitucional, en mayo de 2019.

Para observadores de la política estatal para la educación superior, el famoso “error tipográfico en la iniciativa de reforma constitucional, del 12 de diciembre de 2018, que eliminó la parte de la fracción VII del artículo tercero que consagra la autonomía universitaria, no fue equivocación de una secretaria. Fue un buscapiés para medir las reacciones que pudiera provocar. Fueron muchas en contra y demasiado temprano en el gobierno de López Obrador.

Pero sus dichos de este 4 de enero se prestan a pocas dudas. Voy a abusar de citas textuales, extraídas de la página web de la Presidencia de la República (https://www.gob.mx/presidencia/es/articulos/version-estenografica-conferencia-de-prensa-del-presidente-andres-manuel-lopez-obrador-del-4-de-enero-de-2021?idiom=es).

El presidente López Obrador caminó sobre la alfombra que le tendió Héctor Tlatempa, de Puntos Suspensivos Radio, Puntos Suspensivos Comunicación. Con una pregunta cargada de juicios y palabras afines a la prosopopeya presidencial, este entrevistador cargó contra el artículo 4 de la Ley General de Educación Superior que establece su gratuidad, una promesa de campaña del hoy presidente. Este precepto sólo refrenda lo que establece el tercero constitucional.

Sin embargo, Tlatempa le desdobló el tapete: “presidente, le pedimos que pudiera usted revisar estos artículos. Y sabemos que usted es un principal promotor de la educación gratuita y que está usted muy al pendiente de este tema”.

El presidente cargó contra Salinas de Gortari y su secretario de Educación Pública, Ernesto Zedillo, los acusó de privatizar la educación media y superior “se la dejaron al mercado”. Asunto rebatible, la gratuidad de la educación en el texto constitucional avanzó por tramos y tomó décadas. AMLO argumentó que la educación superior debe ser gratuita, que no haya cuotas (de inscripción, me imagino): “… porque en muchas universidades públicas se cobran cuotas y a veces son cuotas elevadas que impiden que se pueda estudiar…”

El presidente planteó un camino pausado. “Tienen que irse quitando las cuotas”. Dijo que para ello piden más presupuesto. Él lo ve como una opción, pero “…también se tiene que hacer un esfuerzo en las universidades públicas —respetando su autonomía— para que se administre con honradez el presupuesto… que no se roben el dinero en las universidades públicas y que haya austeridad republicana”. Luego soltó la consigna, un llamado a la movilización: “Respetando la autonomía, tiene que haber un movimiento al interior de las universidades para que no haya corrupción y para que haya honestidad en el manejo del presupuesto… Ya no la Estafa Maestra, ya no el que haya caciques que manejan las universidades públicas en los estados, que ahí se los dejo de tarea”.

Luego sin mencionar nombre de persona o de universidad —pero los 0enterados saben que se refiere a la Universidad de Guadalajara: “… porque es una vergüenza que universidades grandes de estados importantes estén manejadas por una persona, sean de un solo hombre. No es esa persona el rector, pero es el que manda desde hace años y manejan el presupuesto de manera discrecional y a la vista de todo mundo, hasta los premian allá en España, les entregan premios los reyes”.

Aprovechó para presumir su programa estelar en la educación superior con el cinturón de la austeridad republicana y programas de becas: “Sí se puede con poco presupuesto garantizar el que puedan estudiar los jóvenes, que no sean rechazados. Ahí está el caso de las universidades ‘Benito Juárez’, son 140 universidades públicas, gratuitas, en los lugares más apartados”.

La Ley General de Educación Superior, que todavía no aprueba la Cámara de Diputados, no es perfecta, pero tiene puntos que pueden beneficiar el desarrollo de este segmento —en la pospandemia, por supuesto— como la instauración del Sistema y Consejo de Educación Superior, con procedimientos más o menos claros: impulsa vínculos entre los sistemas nacionales de educación superior, ciencia y tecnología y el de mejora continua; establece la concurrencia de facultades y responsabilidades de los tres órdenes de gobierno y coloca la SEP como el eje articulador de un futuro Programa Nacional de Educación Superior.

Sin embargo, lo que parece que enoja al presidente es un párrafo del artículo 2 que señala que en ningún acto legislativo podrá contravenir el tenor de la fracción VII del artículo tercero y que: “cualquier iniciativa o reforma a las leyes orgánicas de cada institución… deberá contar con los resultados de una consulta previa, libre e informada a de los órganos de gobierno competentes”. Es decir, que las universidades ejerzan su autonomía.

Y más le molestó que la ley haya sido aprobada por consenso. Incluso, insinuó que hubo maiceo. No importa que dos de las estrellas de la Cuarta Transformación en el Senado, Rubén Rocha Moya y Martí Batres, hayan representado papeles destacados.

Al finalizar ese tramo de su mañanera, desenterró su hacha de guerra: “Entonces, revisar eso, yo creo que lo van a hacer los legisladores” . Sospecho que se refiere a los diputados de Morena y aliados que levantan el dedo cuando y como les indique el presidente.

Y allí está la amenaza. En la Cámara de Diputados los fieles de AMLO usarán la gratuidad de la educación superior (que es responsabilidad del Estado), para finiquitar o debilitar la autonomía universitaria. No obstante, la historia enseña que muchos universitarios son porfiados y defensores tenaces de la autonomía universitaria.