El inicio del mandato de Joe Biden como 46 Presidente de Estados Unidos es histórico, entre otras razones porque en el ejercicio de ese encargo está acompañado por Kamala Harris, la primera mujer vicepresidenta, por cuyas venas corre sangre antillana y de la lejana India. Para esa poderosa nación, los de ahora son tiempos de reto y renovación. La Administración entrante comienza labores en un contexto global marcado por la emergencia sanitaria y por desencuentros, algunos rancios y otros frescos, en el país y en diversas regiones del mundo.

Biden ha anunciado una cascada de acciones para los primeros cien días de su gobierno a fin de atender capítulos de la agenda interior, en particular la pandemia de COVID-19 y ofrecer respuesta a diversas demandas sociales. El nuevo presidente está llamado también a fortalecer el liderazgo global de Estados Unidos y a construir una agenda positiva de política exterior, que facilite acuerdos con líderes de otras naciones y reafirme el compromiso de Washington con los valores liberales del ordenamiento mundial de la Segunda Posguerra. De particular relevancia son, entre otros puntos, el anuncio de reingreso de esa nación al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, el fin a la prohibición de viajes a suelo estadounidense a personas de ciertas nacionalidades, así como la instrumentación de una política migratoria que atienda el fenómeno en sus diversos componentes y facilite la estancia a quienes ya se encuentran en la Unión Americana.

En los frentes interno y externo, el dúo Biden-Harris deberá hacer su mejor esfuerzo a favor de la paz, la libertad y la vigencia del orden jurídico. Entre sus primeros pasos, es previsible el despliegue de iniciativas para recomponer el tejido social de una nación que, el 6 de enero y frente al Capitolio, en Washington, D.C., atestiguó la actualización de las causas que motivaron la Guerra Civil, hace más de 160 años. Para ello, es importante robustecer la democracia; nutrirla y cuidarla para beneficio de las actuales y futuras generaciones. El nuevo gobierno, de la mano del pueblo, de los partidos Demócrata y Republicano y de todas las fuerzas políticas, deberá poner especial esmero en el fortalecimiento del régimen federal y sus instituciones. Como la más preciada joya, la Administración Demócrata seguramente cuidará al sistema de justicia, para que mantenga su independencia e imparcialidad y, así, garantice que nada ni nadie estén por encima de la ley.

Entre otros aspectos, la Constitución estadounidense señala en su Preámbulo que el objetivo de la Unión es establecer la justicia, garantizar la tranquilidad nacional, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad. Estas metas, altas y meritorias, ponen al ciudadano anónimo en el centro de la atención del Estado y no como su rehén. Es una fórmula simple y sabia: los gobiernos democráticos están llamados a servir a la gente en libertad, con la certeza de que el poder es noble cuando se ejerce con transparencia y en beneficio de todos. Joe Biden y Kamala Harris tienen ante sí un desafío enorme y la comunidad internacional está expectante.

 

Internacionalista.