En general y desde siempre, la prospectiva, como se llama a la aventura de intentar predecir el futuro de la economía, es una tarea difícilmente exitosa, pues aunque se supone que a partir de los datos actuales y estableciendo criterios adecuados para proyectarlos al futuro inmediato, se puede llegar a conclusiones, lo cierto es que toda prospectiva tiene algo de magia o si se quiere de adivinanza y que la realidad suele ser caprichosa y no cumplir con la tendencia que sugerían los datos conocidos.

Ahora, con la aparición, la permanencia y en algunos lugares el agravamiento de la pandemia, la prospectiva se ha convertido en una especie de juego de apuestas en la que nadie puede asegurar quién tendrá razón en sus proyecciones o sea si la realidad se comportará de acuerdo con los pronósticos.

Por supuesto el Banco Mundial está diciendo una verdad, ya que hasta ahí se basa en datos reales ya registrados, cuando advierte que la caída de la economía mundial en 2020 es la peor en 90 años, y no es para menos, pues, como se ha dicho, la pandemia colocó a la economía en un coma inducido, ya que el confinamiento, necesario para evitar el aumento de los contagios, paralizó, por primera vez de manera simultánea, a casi todas las economías nacionales. Ya se entra en el terreno de lo desconocido, cuando el mismo Banco señala que la recuperación sólo podrá alcanzarse hasta 2025

En realidad, no se sabe. Sobre todo, porque se han presentado en el mundo algunos fenómenos inesperados. Un ejemplo, en el caso de México, es que en este 2020, las remesas, en vez de disminuir, hayan alcanzado la cifra récord de alrededor de 40 mil millones de dólares. En principio, la lógica indicaba que, al paralizarse la economía de Estados Unidos, donde residen la mayoría de los migrantes mexicanos (se estima que son 38 millones), así como las de los demás países, las remesas de los trabajadores que viven en el extranjero cayeran al igual que la mayoría de los indicadores económicos. Sin embargo, contradiciendo las previsiones, los envíos de los migrantes a sus familias que permanecen en México, no sólo se mantuvieron, sino que alcanzaron la cifra más alta que se haya registrado.

Hasta el momento, no hay ningún estudio que nos informe de las razones de ese comportamiento de las remesas. Una posible explicación es que los mexicanos que trabajan en Estados Unidos siguieron laborando durante la pandemia, y en consecuencia recibiendo sus salarios, porque la mayoría se ubica en las clasificadas como actividades esenciales que no se detuvieron a lo largo del año. Además, porque, precisamente por la pandemia, nuestros paisanos realizaron un esfuerzo para apoyar a sus familias en México, pues aquí la proporción de trabajadores que se encuentra en la economía informal es arriba del 50 por ciento, lo que quiere decir que viven al día y que les resulta indispensable salir a la vía pública para obtener el sustento. Esta situación significa que tanto los mexicanos que viven allá, como los que permanecen en México, estuvieron más expuestos que el resto de la población a los contagios al no poder confinarse.

Otra paradoja de la economía mexicana es que durante 2020 hubo no sólo igual recaudación de impuestos, sino incluso un aumento, a pesar de la paralización de la economía. Ese aumento se registró en el impuesto sobre la renta, el cual podría explicarse por la supresión de condonaciones y créditos fiscales, pero también en el IVA, el cual grava el consumo, que también podría obedecer a que las empresas cumplen más puntualmente con el pago de este impuesto que retienen a sus clientes, pero también significa que el consumo de la población no cayó drásticamente durante la emergencia, a pesar del cierre de establecimientos.

Lo que sucede es que, lejos de ser sólo un asunto técnico, cuyas variables pueden pronosticarse a partir de los datos conocidos, la economía la realizan las personas, pues todos tenemos que garantizar un ingreso del cual podamos vivir. Y las personas toman decisiones y a veces estas decisiones son imprevisibles.