El reciente fallecimiento del poeta Lawrence Ferlinghetti a los 101 años, es un buen pretexto para reflexionar acerca de la potencia del arte. Ferlinghetti escribió que el poeta corre siempre el riesgo del absurdo y de la muerte, frase que podría aplicarse a todo el arte.

Fue célebre no sólo por su poesía rebelde en tiempos de la posguerra, sino por haber fundado la librería City Lights en San Francisco, un lugar inspirador para muchas generaciones. Fue también escritor, perspicaz, irónico y con gran conciencia social. Como ocurre con la mayoría de los creadores, no tenía buena relación con el sistema.

Quizá la mejor definición de juventud nos la pueda proporcionar la práctica del arte. El arte por antonomasia nos toca el espíritu, si lo prefieren, el alma. El arte nos provoca.

Por supuesto que la obra de arte es bella por derecho propio, su belleza intrínseca destaca la habilidad y genialidad del artista. Pero es casi imposible que no nos diga nada más allá de su contenido inmediato.

Una creación que no nos hace sentir, que nos dice nada nuevo, que no va contra corriente se puede convertir con facilidad en un panfleto. Por eso el arte no gusta a los poderosos. No sólo les es innecesario, les molesta y les estorba.

Pero al final no es el arte en sí, son sus creadores, los artistas críticos. Pasa lo mismo que la ciencia y los científicos, son incómodos, cuestionan, exigen razones, son críticos.

Una sociedad que hace de lado a las ciencias y las artes sacrifica su bienestar, corre el peligro de caer en una neurosis colectiva, su salud mental está comprometida.

Podría argumentarse que no todos los artistas ni todos los científicos actúan de buena fe, o que puedan ser o haber sido culpables de corrupción o cualquier otro delito. También podría decirse que hay otras prioridades o que primero habrá que definir una nueva política. Pero todo eso, no descalifica a los productos del arte y de la ciencia.

Es la trampa del hombre de paja, se ataca a un espantapájaros, es decir se da la impresión de refutar un argumento que no tiene que ver con lo que se pretende refutar, se le da la vuelta, para evitar el debate.

A veces podría ser más fácil defender a la ciencia, especialmente a las ciencias duras que al arte. Se puede argumentar la utilidad del conocimiento científico, los avances tecnológicos, y ¿qué se puede decir de la creación artística?

El arte permite al cerebro realizar operaciones únicas, es metafórico, desata emociones e incluso da sentido a la existencia misma. Permite establecer un diálogo que traspasa la racionalidad potencia el desarrollo de la imaginación.

Pero además la obra de arte nos hace felices, nos permite experimentar sentimientos inexpresables.

El hecho de que todas las sociedades en todas la épocas hayan producido y consumido arte es muestra de una necesidad vital del ser humano. Por ello el estado debe ser garante de que los mexicanos, desde la infancia hasta la vejez, tengamos acceso al disfrute de las artes: teatro, pintura, música, escultura, literatura; tanto a obras clásicas como contemporáneas; tanto de géneros cultos, tradicionales y populares, pero además debe dar la oportunidad educativa para que desarrollemos nuestra capacidad de apreciación y muestras las habilidades artísticas.

Desgraciadamente, tanto los apoyos a las ciencias, como a las artes, parecen no interesar a los legisladores. Lejos de revisar y mejorar los procesos de apoyo, los han debilitado y hasta desaparecido.

Ciertamente, con un criterio mercantilista podríamos decir a los artistas y científicos que busquen cómo obtener dinero, como si se tratara de emprendedores que están haciendo negocio. Ni el arte ni la ciencia son autosuficientes, aunque en algunos casos logren algún financiamiento, en todo el mundo son actividades subsidiadas porque se reconoce su importancia social, tanto para el bienestar de cada individuo como de la comunidad en general.

Las artes y las ciencias son indispensables para una sociedad que pretenda el bienestar de sus ciudadanos, aunque con frecuencia molesten a los gobernantes.

Esa es una razón más para conocer las propuestas de los candidatos y candidatas en las próximas elecciones. La educación y no sólo la escolaridad, deben contar.