Sorprendidos y enojados, los administradores de grandes fondos de inversión se duelen de la caída de la Bolsa de Nueva York y de la mayoría de las Bolsas del mundo, porque una avalancha de jóvenes inversionistas de poca monta decidió elevar el valor de las acciones de una empresa de videojuegos, Gamestop, cercana a la quiebra, por medio de compras masivas por internet, organizadas a través de las redes sociales.

No deja de llamar la atención que para describir el suceso se usen términos como inversión de culto, guerra de guerrillas y los peces chicos les van ganando a los grandes. En realidad, se trata de que los pequeños inversionistas, o como se les llama minoristas, decidieron jugar en contra de los grandes fondos de inversión.

Primero, ocurrió lo que identifican como una inversión de culto, o sea que Ryan Cohen, un inversionista con prestigio empresarial, compró un 13 % de las acciones de Gamestop y buscó recomponer la compañía. Eso provocó que muchos minoristas, a través del foro r/WallStreetBets, que en su nombre lleva la fama de que lo que se ofrece son apuestas, actuaron como seguidores de redes sociales y empezaron a comprar acciones de esa empresa lo que provocó un alza de su valor. A los lobos de Wall Street les pareció que el aumento era ficticio y pusieron en acción lo que se conoce como short, es decir que alquilan acciones (sí aunque usted no lo crea esos títulos pueden alquilarse) enseguida las venden a ese alto precio y luego, cuando la burbuja se rompe porque la empresa no consigue salir del atolladero, las vuelven a comprar (así cumplen con su contrato de alquiler por un corto tiempo) al precio ya derrumbado. La diferencia entre los dos precios -de venta y recompra- constituyen su ganancia, que a veces es millonaria.

Esta vez, sin embargo, las grandes oleadas de minoristas organizadas en las redes sociales impidieron que estallara la burbuja y al contrario consiguieron que las acciones de Gamestop subieran hasta un mil 200 por ciento, por lo cual grandes fondos de inversión que habían apostado a que los precios bajaran, tuvieron que recomprar las acciones a precios elevadísimos lo que les significó grandes pérdidas que a su vez provocaron la caída de las Bolsas.

Esta guerra de guerrillas es relativamente nueva y por eso causó gran escándalo, lo que no es nuevo son las reiteradas caídas de las Bolsas que añaden incertidumbre al comportamiento de las economías, pues ya se sabe que las crisis financieras finalmente tienen repercusiones en la economía real.

Lo cierto es que todo empezó allá por principios de la década de los setenta, cuando la tasa de ganancia de los capitalistas disminuyó, de modo que los empresarios ya no encontraban campos rentables de inversión que les garantizaran una acumulación ampliada de capital. Frente a esa caída de la tasa de ganancia el gran capital financiero internacional recurrió a varias estrategias. La más importante fue el proceso de globalización que impulsaron utilizando el arma de la deuda en los ochentas para imponer las políticas neoliberales en todo el mundo. Esas políticas incluían la desregulación de los mercados financieros, a fin de que se alcanzara la libre movilidad del capital.

Por otra parte, muchos grandes consorcios, ante la caída de la tasa de ganancia en las actividades productivas, es decir en la economía real, se refugiaron en la especulación. Esa tendencia llevó a lo que se conoce como financierización de las economías, o sea la hipertrofia del sector financiero que empezó a multiplicarse en especial en el mercado de derivados, o sea el de futuros, en los que se apuesta al alza o la baja de los valores en tiempos cortos, así como al surgimiento de nuevos productos y novedosos movimientos en las Bolsas, de modo que hoy el mercado financiero mundial supera en más de 10 veces al producto interno bruto mundial. Por eso se ha hablado de que vivimos en una economía casino. En efecto, las apuestas en las Bolsas son lo normal y como en todo casino, unos ganan y otros pierden. Ahora ganaron los minoristas y perdieron los grandes fondos de inversión.