Probablemente sea absurdo intentar explicarnos la política del presidente Andrés Manuel López Obrador, con criterios basados en la teoría política. Ello mismo, hace imposible considerar una estrategia opositora rigurosamente apegada a las reglas de la democracia representativa o aunque sea a la electoral.

Es una tarea imposible competir con el aparato de propaganda estatal, aquí y en todas partes y en todos los tiempos.

Es mayor esa capacidad estatal de convertir mentiras en verdades, como “no somos lo mismo”, estamos “combatiendo la corrupción”, “primero los pobres”, “cambio verdadero”, “nada por encima de la ley, nadie por encima de ella”; cunado se utiliza la gran maquinaria del Estado de manera cotidiana durante horas y en cadena nacional y a ello se suman todas las notas principales de radio, televisión, las redes bajo control estatal y una buena parte de la prensa escrita en todos los lugares del país.

Es el método de Goebbels y el soviético.

El estilo de Chávez y de la nomenklatura de los Castro en Cuba.

La propaganda no es un asunto de pueblos buenos y/o tontos, su eficacia es indiferente al nivel de desarrollo de los países donde se utiliza, como lo demuestra la fuerza de Trump en los Estados Unidos, de Bolsonaro en Brasil, del Brexit en el Reino Unido y de Netanyahu en Israel.

Es un enigma porque casi todas las izquierdas mexicanas apoyan a un gobierno que aplica políticas contrarias a los intereses populares.

Todavía es más absurdo considerar “conservador, derechista provocador” a todos los movimientos y militantes que nos oponemos a este gobierno.

Hace falta estudiar porque el Estado mexicano consiguió mediante la propaganda, someter y prácticamente suprimir a las opciones comunistas, desde la época del General Lázaro Cárdenas, aunque en su gobierno hubo medidas como la nacionalización del petróleo, el reparto agrario y la expansión de la educación pública, además de una estrategia soviética de apoyo a los Frentes Populares. Había bases para ese apoyo, nunca para el sometimiento al Gobierno, su partido y la entrega al corporativismo.

Pero esa conducta se mantuvo durante más de 20 años.

Se rompió de manera radical por los movimientos de trabajadores de finales de los 50 y la década de rebelión estudiantil de los años 60 y parte de los 70.

Incluso el PCM dio un viraje al proponer en XIII Congreso de 1960, luchar por “una nueva revolución”, aunque su carácter fuese ambiguo.

La “singularidad mexicana” ha sido y lo sigue siendo el apoyo de los Estados y gobiernos socialistas o progresistas al Gobierno mexicano, incluyendo al de Gustavo Díaz Ordaz , al de Luis Echeverría y por supuesto al de Andrés Manuel López Obrador. No debemos olvidar que Morena y el Partido del Trabajo pertenecen al Foro de Sao Paulo.

Quizá es en todo este fenómeno de sumisión a la ideología del Estado mexicano y los apoyos del castrismo y sus apéndices, donde debe estar la convicción de muchos comunistas, socialistas e izquierdistas de los años 60, 70 y 80 del carácter “transformador, enfrentado a la burguesía “ del gobierno de AMLO.

No importa que la realidad diga lo contrario.

Los sistemáticos errores del gobierno, no se traducen en debilitamiento de la figura del presidente, al contrario su nivel de aprobación se sostiene e incluso avanza.

Paradójicamente su gestión es reprobada en casi todos los renglones: seguridad; combate a la pandemia de Covid-19; política económica desastrosa y neoliberal; proyectos faraónicos impuestos a toda costa a pesar de su alto costo económico y sin sentido como la refinería; el Tren Maya, a pesar del rechazo sostenido de las comunidades originarias; la construcción aberrante del Aeropuerto en Santa Lucía; la terquedad de aferrarse a los energéticos. En vías de extinción y más contaminantes; la insoportable insensibilidad ante los problemas de la violencia contra las mujeres; la obsesión por suprimir los organismos autónomos; los recortes presupuestales en Educación, Salud, Ciencia, Cultura y la sistemática utilización de las fuerzas armadas para reprimir a los migrantes. Solo por mencionar algunas d las políticas antipopulares e incluso opuestas a lo que prometió AMLO como candidato.

Un catálogo de políticas absurdas, aplicadas con gran ineptitud por un equipo mediocre, envuelto en escándalos semejantes o superiores a los del viejo régimen al que se repite todos los días nos causó la desigualdad, la miseria, la corrupción y hasta la pérdida de la dignidad nacional.

Mentiras, estafa, ineptitud extrema (como lo vemos en el caso de los “apagones”) y por si faltara algo de lo peor del viejo régimen corporativo y autoritario, la política ante las vacunas es verdaderamente ofensiva y criminal.

Cada acto de gobierno parece realizado bajo un diseño hechos por sus enemigos.

Nada le sale bien y sin embargo el presidente. Sigue diciendo que vamos requetebién.

Otros gobiernos denominados “populistas” de izquierda han conseguido en ciertas cuestiones una cierta mejoría social y un crecimiento con menos desigualdad. Lo han hecho cancelando o limitando libertades.

En nuestro caso no existe el menor indicio de una política social para impulsar un desarrollo rumbo la eliminación de la desigualdad, de la pobreza y ni siquiera de la corrupción.

Es muy significativa la construcción de una campaña con candidatos de prestigios impresentables y de un oportunismo extremo.

El verdadero PRIAN es Morena y sus candidaturas.

Lo más desesperante es que a éste panorama desastroso, no se le está combatiendo con un propuesta completa y compleja de un bloque opositor o de una coalición política con posibilidades de triunfar en junio de éste año.

No estamos ante la posibilidad de formar una oposición diferente a la de los integrantes de la partidocracia.

No existen los caminos legales y constitucionales para el nacimiento de partidos, grupos, coaliciones, alianzas o movimientos para contender y tener la posibilidad de derrotar al gobierno y sus aliados, en los comicios de junio.

Las oposiciones extraparlamentarias son muy pequeñas. Algunas muy combativas pero con discursos anacrónicos y otras sufren una persecución cada vez más violenta y con uso de las fuerzas armadas en su contra o con la tolerancia de bandas y grupos paramilitares, como ocurre con las comunidades campesinas y sobre todo aquellas identificadas con el EZLN.

Es muy triste que se repitan los viejos “modelos” de control de los trabajadores y las oposiciones indígenas, ofreciendo diputaciones a los abogados de luchas y huelgas como las de las maquiladoras en Matamoros o incluso a los voceros de los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa.

Sin construir un frente opositor que luche tanto en el movimiento extraparlamentario como dentro del margen electoral, no será posible impedir el camino rumbo al desastre del gobierno de AMLO.