Desde el inicio de esta administración, la idea de una nueva visión de país, de cambio en los conceptos y fundamentos se hizo presente, el eslogan de “la cuarta transformación” fue parte de esta renovación de principios y estrategias.

El hartazgo social, se convirtió en el motor que permitió al actual gobierno plantear un cambio de timonel y dirección. El cambio más relevante, en materia económica, es la visión y percepción sobre la inversión privada, que hoy es diametralmente opuesta a lo observado en administraciones pasadas.

Lo más evidente en este cambio de óptica está en la rectoría que el Estado tiene sobre la inversión. En este ejercicio, es la figura del Ejecutivo Federal quien instruye, coordina y motiva a los diferentes actores políticos a actuar en consecuencia. Por un lado, se encuentra la estructura política y los ciudadanos que a través de consultas populares han podido detener y cancelar grandes proyectos de inversión como el Aeropuerto de la Ciudad de México y la planta de Constellation Brands en Mexicali.

Bastó la manifestación de una minoría en contra de estos proyectos a través de consultas populares, para ejercer acción administrativa, con altos costos tanto para inversionistas directos como indirectos, por ejemplo, proveedores que en varios casos habían realizado modificaciones y mejoras a su planta productiva o bien, habían realizado gastos para cumplir con los compromisos ya pactados.

Bajo argumentos políticamente sólidos, no así técnicamente, se han desestimado contratos vigentes con empresas nacionales e internacionales, derivando en los casos más exitosos en nuevas negociaciones, pero en otros en juicios de amparos y la preparación de acciones legales en cortes internacionales.

Se ha formalizado una alianza entre el Ejecutivo y el Legislativo, a través de quienes forman parte del grupo político con mayoría en el Congreso, para ejecutar políticas públicas que afectan severamente la inversión privada. Los cambios en la Ley de Energía Eléctrica y la Ley de Hidrocarburos son muestra de ello, en ambos casos, el objetivo ha sido inhibir la participación del capital privado en el sector energético, bajo el argumento de seguridad nacional y uso estratégico de los recursos de la nación.

Los cambios legislativos abren la puerta no sólo a más cancelaciones de contratos y proyectos en marcha, sino a la virtual expropiación de algunos de ellos.

Derivado de lo anterior, México ha dejado de ser garantía para la generación de inversiones y esta preocupación ha sido manifestada de manera reiterada por gobiernos e instituciones internacionales, en América del Norte y en Europa principalmente.

Los datos estadísticos dan muestra de esta falta de confianza e interés por parte de los inversionistas en México. Si de inversión física se refiere, la Secretaría de Economía revela que la Inversión Extranjera Directa registró un moderado crecimiento de 1 por ciento en 2019 y una caída de -12 por ciento en 2020.

Por otro lado, la inversión de cartera tampoco ha mostrado solidez, incluso cuando las tasas de interés se ubican entre las más competitivas del mundo, pese a los recortes realizados por el Banco de México. El saldo de posición de no residentes en valores gubernamentales, es decir, instrumentos como Cetes, Bonos, Udibonos, Tesobonos, entre otros, cayó -16.7 por ciento a tasa anual en diciembre de 2020 para ubicarse en 95 mil millones de dólares, cifra que en enero se ubicaba en 115 mil millones de dólares.

Corrupción, ilegalidad, desinterés por la sociedad y el estado de las finanzas públicas, son los principales argumentos a este cambio de óptica, y sin hacer apología a estos conceptos, no todo lo realizado en el pasado fue estrictamente negativo.

En las últimas 5 décadas, México se ha abierto al mundo y ha sido gracias a esa apertura que se accedió a la oferta mundial de productos y servicios, ha sido mediante la actitud proactiva de los promotores de la industria que se han desarrollado varios tratados comerciales y con ello condiciones preferenciales para inversionistas nacionales y extranjeros.

En este tiempo, sectores económicos como la industria automotriz, la de equipos eléctricos y electrónicos, la química, las de metales, plásticos y hule, entre otras más, han tenido un fuerte auge en las últimas décadas, principalmente debido a la inversión y a las condiciones que el país ha ofrecido para que diferentes proyectos de gran envergadura se concreten y maduren.

Decía el ex primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill: “Si abrimos una disputa entre pasado y presente, encontraremos que hemos perdido el futuro”.

México está llamado a ser uno de los principales destinos de inversión en el mundo, aspectos como su posición geográfica, su capital humano, el tamaño de su mercado interno son elementos de alta relevancia en este proceso, la solución está, en una conciliación entre lo mejor del pasado y una óptica de legalidad, vigilancia e interés por la sociedad y los grupos más vulnerables.

El proceso no será simple, demandará voluntad política, diálogo, inteligencia y concertación, por el bien de todos, esperamos que estas condiciones se presenten a la brevedad.