Una manera de apreciar el sistema de partidos es que se encuentra en una transición. Las formaciones políticas que fueron esculpiendo el multipartidismo de las reformas políticas sucesivas y se erigieron en protagonistas de distintos escenarios de debate y construcción de acuerdos en la Cámara de Diputados y en el Senado por la ausencia de una mayoría absoluta, hoy languidecen y buscan en una coalición explicable en el momento actual, pero poco explicada o trascendida a la ciudadanía, erigirse en el contrapeso —más que del partido en el poder— del Ejecutivo que ha sido fiel al ánimo de confundir: 53 por ciento de la votación no implica un mandato para excluir al otro 47 por ciento.

Transición que registra al Movimiento de Regeneración Nacional (MRN) como una simulación de un partido político. En el símil, es etapa larvaria de lo que fue el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, con base en los caudillos regionales de la Revolución y la formación de partidos en los estados y las regiones. Ahora no hay figuras de ese tipo; sólo impera el caudillo, aunque se aprecian personas y trayectorias iniciadas en otras formaciones políticas —PRD y PRI en distintos tiempos— con presencia en determinados lugares, y quienes reclaman para sí las candidaturas del movimiento promovido por el ahora presidente de la República, pero sin profundidad, salvo un caso relevante.

Prueba de que se carece de la estructura orgánica y la cohesión de pensamiento para ser partido político, es el hecho de que en algo tan sencillo como rendir los informes de los ingresos y egresos de las precampañas de sus candidaturas, el Consejo General del INE haya tenido que sancionar con la inhabilitación de quienes serían candidatos para las gubernaturas de Guerrero y Michoacán, además de aplicar la misma consecuencia a decenas de personas que han buscado competir por una diputación federal o para encabezar un gobierno municipal.

En esa transición, Movimiento Ciudadano ha optado por ir en solitario y distinguirse de los opositores y los aliados de otros momentos, para correr la suerte propia y construir los entendimientos propios. Y nuevas opciones buscan —Encuentro Solidario, Fuerza Social por México y Redes Sociales Progresistas— alcanzar el 3 por ciento de la votación nacional para afirmar su viabilidad en el espectro partidario.

Quizás el momento de la transición esté detonado por el cambio ocurrido en la sociedad mexicana en torno a la participación política —lealtades partidarias no sólo menguadas, sino desacreditadas— y la afirmación de la ciudadanía independiente o no vinculada a un partido político en específico, y a la crisis misma de los partidos políticos con mayor presencia durante esa transformación.

El resultado electoral de 2018 es referido como contundente en ese horizonte retrospectivo, pero puede verse más atrás o el tiempo inmediato posterior. Si ponderamos este último, la ausencia de liderazgos reales posteriores en el PAN, el PRI y el PRD ofrecen el campo de análisis: imperaron —con sus dimensiones propias— los compromisos del saldo de la derrota y no la renovación indispensable. Aferrarse a la menguada estructura partidaria  y no reconocer la necesidad del cambio, como respuesta al mensaje de las urnas.

Si bien ya se han iniciado campañas en algunas entidades federativas para la elección del poder ejecutivo local, con el 4 de abril entrante arrancarán las campañas para la renovación de la Cámara de Diputados y ello hará sentir de lleno la carrera de coaliciones, partidos, candidatas y candidatos hacia la jornada electoral del próximo 6 de junio.

Aunque la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador está ausente de resultados positivos generales para el país —basta ver la información sobre la economía nacional, las diferencias políticas irreconciliables con quien discrepa de su punto de vista y el manejo errático de la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales—, su prioridad es y ha sido en todo momento la elección de este año; tan sólo dos muestras que están entre nosotros: los subsidios directos a su base social por la vía de los programas asistenciales, y la propaganda gubernamental cotidiana en el informativo oficial matutino que pretende dominar la narrativa y encauzar la conversación social.

Ante un partido en el poder que no es tal y que confía en la movilización de aquellas personas a quienes se ha favorecido con ingresos periódicos, vale rescatar que la transición de nuestro sistema de partidos obedece a lo que parecería no desearse ver: cambió la percepción y la actitud de la mayoría de las y los ciudadanos sobre la política, el gobierno y los partidos mismos. Quizás con la excepción de Movimiento Ciudadano, que en su discurso lo postula, los partidos políticos de la etapa del multipartidismo (en ocasiones un claro tripartidismo) no parecen estarse reconvirtiendo a ese cambio.

Frente a la consolidación de una ciudadanía con referentes de independencia sobre las opciones partidistas, ¿cuál es la narrativa que se ofrece?, ¿cuál es la propuesta que se plantea?, ¿cuál es el planteamiento responsable de contrapeso al Ejecutivo Federal que se formula a la Nación?

Puede decirse que es pronto para exponerlo porque el tiempo de hacerlo apenas inicia, pero se requiere presentarlo y explicarlo. Si la razón de la coalición “Va por México” (PAN, PRI y PRD) es la defensa y afirmación de la pluralidad democrática en un entorno de amenaza autoritaria, ¿dónde están las coincidencias esenciales?, ¿cómo se concilian las diferencias para mantener propuestas de unidad?, ¿cuáles son los acuerdos para la gobernabilidad del país?, ¿cuáles son los compromisos para el ejercicio de la facultad presupuestaria de la Cámara de Diputados?, ¿cuáles son los criterios para ejercer las facultades de auditoría superior y del control de la gestión pública en dicha Cámara?

Parece aconsejable volver a ver a la ciudadanía y la evolución de su participación política en los últimos años y, particularmente, en 2018. En nuestro país el fenómeno sociológico más relevante para la politización es el surgimiento y crecimiento de la clase media o de las clases medias. En cualquiera de los enfoques utilizados para identificarlas —ingresos y patrimonio; educación, habilidades y formación profesional, o patrones culturales y aspiraciones—, en 2012 definieron la elección presidencial, y en 2018 votaron mayoritariamente por otorgar su respaldo al actual titular del Ejecutivo de la Unión.

Si las clases medias son las aliadas naturales de la pluralidad y de la convicción democrática; si las clases medias son las mayores impulsoras y beneficiarias que la movilidad social; si las clases medias son, a la vez, custodia del estabilidad y guardianas del bienestar futuro, a ellas cabe plantear la necesidad del contrapeso institucional sólido a quien pone realmente en peligro esos valores y principios.

Sin demérito del discurso y la narrativa local de estos comicios, en el ámbito nacional se requiere un hilo conductor hacia las clases medias que conforman la ciudadanía de hoy, incluida la lucha por el respeto a los derechos de las mujeres.