México y Rumanía comparten amistad y los valores esenciales de la comunidad mundial. Comprometidos con el orden jurídico internacional, son también socios a través del Acuerdo Global suscrito por nuestro país con la Unión Europea. Con este valioso capital y en la antesala de los Juegos Olímpicos de Tokio, los presidentes del Comité Olímpico Mexicano y del Comité Olímpico y Deportivo de Rumania, a instancias de la embajada de México en Bucarest, suscribieron recientemente un Memorándum de Entendimiento (ME) que enriquece la relación bilateral.

El citado ME confirma el valor y utilidad de la diplomacia deportiva mexicana para tender puentes con países amigos. Su objetivo es desarrollar acciones de colaboración para la vida sana de las nuevas generaciones y la protección a niños y jóvenes, a los que abre puertas para un futuro mejor. Este instrumento se nutre de la capacidad transformadora del olimpismo y de su comprobado potencial para hacer del deporte una práctica promotora de la salud, la inclusión social, el desarrollo de habilidades y el respeto a los derechos humanos con criterios de género e intereseccionalidad. Aspira, igualmente, a generar acciones positivas para el fortalecimiento de la solidaridad y de la justicia y cohesión sociales.

Pierre Fredy, barón de Coubertin, padre de los juegos olímpicos de la era moderna, iniciados en Atenas en 1896, nunca imaginó que su iniciativa se convertiría en un gran movimiento global, que estimula la práctica deportiva y la cooperación entre los pueblos. En efecto, de entonces a la fecha el olimpismo se ha enriquecido notablemente y el Comité Olímpico Internacional (COI) tiene, desde 2009, estatus de observador en Naciones Unidas. Como ejemplo del relevante papel del COI en el mundo, en 1993 la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución conocida como “Tregua Olímpica”, que pide a los Estados miembros que cooperen con el COI y el Comité Paralímpico Internacional en sus esfuerzos por el deporte, como medio para fomentar la paz, el diálogo y la reconciliación en zonas de conflicto, durante y después del período de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Adicionalmente, hace más de dos décadas que el mismo COI colabora con el Alto Comisionado de la ONU para Refugiados (ACNUR) a fin de ofrecer oportunidades de desarrollo y empoderamiento a jóvenes en esa condición. Como resultado, en los juegos de Río 2016, por primera vez presentó un equipo de atletas refugiados. Un año más tarde, se creó la Fundación Olímpica para Refugiados, que realiza proyectos de “deporte de protección” para comunidades vulnerables, desplazadas y de acogida.

Con estos antecedentes y el entrañable recuerdo de la XIX Olimpiada que hospedó con notable éxito nuestro país en 1968, la diplomacia deportiva se suma al catálogo de herramientas de la política exterior para fortalecer lazos con naciones amigas así como promover y proteger los intereses de México y los mexicanos en el mundo. La diplomacia deportiva, noble por naturaleza, es un valioso gesto de paz, amistad y solidaridad de nuestro país con las mejores causas de la comunidad internacional.

Internacionalista.