Tras las elecciones intermedias, podría esperarse un viraje en la política económica del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
No ha ocurrido así.
Lejos de plantearse una reforma fiscal capaz de dotar de recursos al Estado para impulsar una inversión a la altura de los retos del desempleo, la pobreza, el descenso del crecimiento y el incremento de las desigualdades, el presidente ha anunciado una “reforma” para restringir la evasión de impuestos de la que espera obtener 200 mil millones de pesos.
Mientras, en los Estados Unidos el presidente Joe Biden afirma que Wall Street no construyó ese país, sino la clase media y anuncia que aumentará a 15 dólares el salario mínimo y que es hora que las corporaciones encabezadas por los grandes millonarios, que son el 1 por ciento de la población, deben de sufragar más y que no es conveniente aumentar impuestos a la clase media. También dice que hay 11 millones de personas sin visas a las que se tiene que darles ese pase y una legislación que proteja a los Dreamers. Los migrantes que llegan huyendo de la pobreza y la violencia necesitan protección. También hará accesible la medicina para todos. Propuso una Ley que proteja a los sindicatos. Planteó cambios a favor de la equidad en los salarios. Propone una Ley para la comunidad LGBTTTI+. Propone otras reformas para afrontar los retos que dejó el COVID.
Mientras eso ocurre en los Estados Unidos, aquí se produce el retorno al ritual de la lucha sucesoria de la era priista.
Las filtraciones en torno a los dictámenes de la tragedia de la Línea 12 han producido una guerra entre algunos “suspirantes”. Tanto Claudia Sheinbaum como Marcelo Ebrard se tiran a matar.
A través del New York Times se “filtró” la responsabilidad de Ebrard y de Carlos Slim por el uso inadecuado de trabes de acero, en la construcción de esa Línea.
Aunque Sheinbaum negó ser la fuente de esa “filtración”, Ebrard no le creyó y a su vez “filtró” la existencia de cuentas en los paraísos fiscales de la madre de la jefa de Gobierno de la Ciudad mediante los Panamá Papers. Hasta el momento no hay suficiente sustento de esas filtraciones, pero tampoco han sido desmentidas.
Además del parto de los montes en materia de impuestos, el presidente insiste en golpear al INE, afirma que habrá una reforma constitucional para la renovación total de sus integrantes y nuevas reglas para garantizar la imparcialidad del árbitro, reducir el costo burocrático del Instituto, que según AMLO rebasa los 20 mil millones de pesos y eliminar los 200 diputados plurinominales.
Se trata de una “purga” después del disgusto que le provocaron los resultados del 6 de junio, especialmente los de la Ciudad de México.
Todo ello, en medio de una campaña contra la clase media por su “aspiracionismo” y su búsqueda de “encaramarse”, por su actitud “individualista”.
Esta campaña se podría dirigir a sus más cercanos colaboradores, muchos de ellos con salarios y bienes muy por arriba de los ingresos y salarios de la inmensa mayoría de los mexicanos que viven en la pobreza y la pobreza extrema.
Es más irónico que lo haga cuando hay varios “escándalos” de riquezas millonarias o de actividades turbias de esos altos funcionarios y de varios de sus familiares. Sin que se produzca la menor indagación oficial de los orígenes de esas riquezas.
Tampoco se dice nada de la existencia del nepotismo en el gobierno central, en los estados, en las cámaras de diputados locales y federal hay numerosos casos de parientes en los altos cargos.
Esa furiosa campaña contra la clase media, corresponde al viejo adagio: hágase la voluntad divina en los bueyes de mi compadre.
Tanto ruido y tan pocas nueces, facilitan desviar la atención de los problemas fundamentales del país, hasta ahora esa táctica le ha dado resultados al presidente.
No es tan seguro que siga siendo así.
La debacle electoral de Morena en la Ciudad de México, bastión de esa “izquierda” nacionalista y estatista por 24 años, demuestra que muchos antiguos electores de AMLO votaron en su contra en estas elecciones.
Los resultados en las ciudades más grandes del país, también fueron contrarios a la Cuarta Transformación.
Se equivoca el presidente al atribuir ese voto contrario a su corriente, como un voto de la “clase media”, tanto en las alcaldías de la Ciudad de México donde fue derrotado como en las ciudades del resto del país donde también perdió, hay cientos de miles de trabajadores, de mujeres, de jóvenes de condición popular.
Es ofensivo para los sectores más populares afirmar que para ellos no “cuentan las tragedias como la de la línea 12, porque saben soportar los accidentes” y no se dejan manipular por los “intelectuales orgánicos del neoliberalismo” y sus periódicos de escasa circulación, en combinación con la prensa extranjera. Además de ofensivo este pensamiento paranoico puede conducir al gobierno a graves conclusiones y llevarlo a sufrir nuevas derrotas.
Gobernar sin tomar en cuenta la realidad y basarse en sus propias fantasías, sin tener la menor capacidad para analizar los problemas, puede ser la tumba de la política demagógica del gobierno de AMLO.
Continuar con una política de confrontación con los opositores colocándolos a todos en el “bloque conservador”, sin tener en cuenta el rechazo creciente de las feministas, los pueblos originarios, los ambientalistas, los normalistas, los universitarios y otros sectores que incluso lo apoyaron en las elecciones del 2018, sería un signo más de la naturaleza anti popular del gobierno de la 4 T.
Además de la “reforma” timorata en materia fiscal y de la purga contra el INE, el presidente busca que la Guardia Nacional pertenezca a la Secretaría de la Defensa Nacional.
Esa propuesta exhibe la mentira con la que engañó a muchos y confirma su política de creciente militarización en varios aspectos de la vida pública nacional.
Cada vez resulta más peligroso el poder de los grupos criminales, tanto de los cárteles del mundo de las drogas como de otros, como se demostró con el asesinato de 34 candidatos y unos 80 políticos en diversos municipios del país. Resulta inaceptable la afirmación del presidente de que “se portaron bien” esos grupos delincuenciales en el pasado proceso electoral.
Cada quien debe hacer los análisis y reflexiones en torno a las pasadas elecciones.
Una de sus lecciones ha sido la expresión de rechazo de un buen número de ciudadanos al gobierno y sus políticas.
Esa rebelión electoral, sobre todo la de la Ciudad de México, puede ser la semilla de un camino diferente para cambiar un sistema político, social y económico tan desigual y negativo para las mayorías de nuestro país.