(Primera parte)

¿Descuido? ¿Distracción? ¿Falta de contacto con la realidad? ¿Falta de rumbo cierto? A la cadencia de la ausencia total de autocrítica y la recriminación a las clases medias mexicanas por apartarse de las candidaturas del Movimiento de Regeneración Nacional (MRN), se han agregado otros contenidos en el guión del programa matutino presidencial sobre sus actividades y sus opiniones. Vale la pena destacar dos de ellos, que motivan las interrogantes expuestas.

Por un lado, el planteamiento de las reformas constitucionales que el Ejecutivo Federal piensa plantear y, por el otro, el desarrollo de la consulta popular que propuso y que aprobaron los legisladores afines al gobierno, previa la criticada declaración de constitucionalidad por la Corte y la modificación de la pregunta propuesta por el inquilino de Palacio Nacional.

Hace varios lustros que se estableció el límite a la posibilidad de que con el voto de una sola fuerza partidaria pudiera lograrse la votación de dos tercios de los integrantes de la Cámara de Diputados, para que prospere una propuesta de reformas constitucionales. Los acuerdos entre formaciones parlamentarias son obligados. Si bien en la actual Legislatura de esa Cámara, la mayoría del MRN pudo reunir los votos suficientes con sus aliados y asegurar las aprobaciones necesarias, en el Senado ha sido indispensable la construcción de acuerdos.

Las trece reformas constitucionales de este período presidencial -no todas de calado comparable- requirieron del diálogo, los entendimientos y los acuerdos con las minorías en el Senado (PAN, PRI, MC y PRD), las cuales actuaron a veces como bloque y en otras ocasiones al impulso de sus respectivas posturas.

Ahora que el mandato de la ciudadanía es por la mejor articulación del contrapeso opositor al presidente de la República en la Cámara de Diputados, aquél declara que propondrá tres iniciativas de modificaciones constitucionales: para que la Guardia Nacional (GN) sea parte de las Fuerzas Armadas; para revisar la conformación y funciones del Instituto Nacional Electoral y suprimir curules y escaños de representación proporcional, y para fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad frente a los particulares en la generación y comercialización del fluido eléctrico.

Sin demérito de las materias, vale la pena explorar el método, sobre todo porque los vientos empiezan a soplar distinto; la narrativa “épica” de julio de 2018 y la euforia de la mayoría obtenida encontraron su fin en las votaciones del 6 de junio actual. No es lo mismo amedrentar con el discurso del “mandato transformador”, que enfrentar el discurso del mandato por los equilibrios derivados de la diversidad política.

En la etapa de la pluralidad democrática de nuestro país, las reformas constitucionales exitosas parecen haberse construido con base en un patrón virtuoso, no a partir de la expresión de la voluntad presidencial antes de abrir y recorrer el proceso de la articulación de todas las voluntades necesarias. Me refiero a lo básico: el funcionamiento de la democracia representativa, donde nadie tiene la posibilidad de actuar solo, requiere del compromiso y del acuerdo.

Es, en el epitelio, un asunto de número de votos, pero en la substancia, una cuestión de legitimación frente a la Nación de la definición política hecha norma. No se trata de imponer, sino de proponer y convencer; no se trata de anunciar, sino de dialogar y acordar; no se trata de simular, sino de comprometer y concretar.

¿Y el método? No parece sensato llegar a la conclusión del cambio que se desea sin recorrer el camino para construirlo. Tomemos el ejemplo de la iniciativa sobre la GN, anunciada para 2023. El objetivo de que una vez consolidada la GN, ésta se integre al Ejército como una nueva rama, se encuentra en el polo opuesto de lo acordado para su surgimiento: una institución federal de seguridad pública de carácter civil adscrita a la Secretaría del ramo de la seguridad pública. Si bien los hechos acreditan que los supuestos constitucionales se cumplen exclusivamente en el papel, pero no en la realidad, ¿cuál es el sustento del planteamiento presidencial?

Aunque aduce que es para que la GN “no se eche a perder”, la ruta virtuosa está ausente y más parece que estamos ante un planteamiento para diluir las responsabilidades del flagrante incumplimiento de la Constitución y la ley que regula a dicha institución.

Analizar la eventual propuesta de reforma implicaría contemplar, al menos, cuatro fases: (i) el diagnóstico susceptible de ser compartido y servir de base para el diálogo; es decir, la presentación del problema, la necesidad de resolverlo con prioridad, la poca o nula posibilidad de hacerlo sin modificar el texto constitucional y el acuerdo general sobre los elementos y proyecciones del diagnóstico;

(ii) la definición del objeto o propósito de la reforma, como una meta del conjunto de las formaciones políticas y no de una sola de ellas, porque su expresión y consolidación como referente será el eje del proceso de acercamientos, entendimientos y acuerdos. Si el objeto y sus componentes característicos han quedado establecidos como el compromiso por alcanzarse, las negociaciones tendrán siempre un faro que las oriente;

(iii) la redacción de los textos o traducción del objeto y sus componentes en la propuesta de la normatividad futura y los tiempos, responsables y recursos para su desarrollo y concreción. Es la prueba máxima para transitar del propósito a la norma; para ir de la idea que se estimó resuelve el problema, a los detalles de su desenvolvimiento con la confianza razonable de que funcionará; es el momento de consolidar los compromisos para que el planteamiento conclusivo sea de todas las fuerzas que lo construyeron y no de una de ellas en exclusiva; y

(iv) la presentación de la iniciativa y su recorrido por el proceso reformador con base en la consistencia de los acuerdos adoptados entre las fuerzas políticas y al interior de cada una de ellas en los subsistemas de sus representaciones parlamentarias. Dentro de la pluralidad de esas fuerzas habrá formas distintas de socializar y compartir el esfuerzo de revisar los textos constitucionales, pero hay un hilo conductor: el balance entre la libertad de voto de la o el legislador y la consistencia con la militancia y el compromiso partidarios de cada quien.

No extraña que la declaración presidencial sobre el resultado que espera alcanzar con sus futuras iniciativas de modificaciones constitucionales haya suscitado dos reacciones. En los partidos de oposición y sus bancadas en el Congreso se ha señalado que no las acompañarán; y en los partidos afines al gobierno, hay voceros que sin más se han desvinculado de alguna de las propuestas, mientras otros se refugiaron en el discurso de que aguardarán a conocer los textos que se propongan para pronunciarse en forma adecuada.

Hablar de iniciativas para modificar la Ley Fundamental en temas donde existen posiciones claras de las oposiciones, sin el método y —quizás— la voluntad para explorar la viabilidad de compromisos y acuerdos, es hablar con base en alguna o algunas de las interrogantes iniciales.

Para modificar la Constitución se necesitan método y acuerdos. Quien baila tango en solitario sólo sueña o, peor aún, pretende que la simulación es la realidad.